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"Las últimas luces", ganadora del XII Certamen de Cartas de Amor y Desamor Los Novios del Mojón

El segundo premio fue otorgado a Virginia Brito de Las Palmas, por su misiva "Tarde". La cantautora Maru Cabrera amenizó una íntima y conmovedora velada en la Casa-Museo del Timple, en la que se leyeron las 10 mejores cartas de las 130 presentadas

La Sala de Conciertos de la Casa-Museo del Timple acogió en la noche de este viernes una íntima velada en la que se dio a conocer el fallo de la décimo segunda edición del Concurso de Cartas de Amor y Desamor Los Novios del Mojón, al que se presentaron un total de 130 misivas. La cantautora lanzaroteña Maru Cabrera abrió y cerró este encuentro literario con su enternecedora voz, sus sentidas letras y las suaves melodías de su guitarra.

"Más allá del silencio, más allá del olvido, seguiré contigo en esta muerte terrible de la memoria", es tan sólo un fragmento de la desgarradora y emotiva carta ganadora del certamen, que reunió sobre el escenario a narradores y amantes de la lectura que forman parte del grupo de los Jueves Literarios de la Biblioteca de Teguise, y que interpretaron las diez mejores cartas seleccionadas por el jurado, que al final de la noche, dio a conocer las dos finalistas. "Las últimas luces", cuyo autor (de Granada) se presentó bajo el seudónimo de Alejandro, recibió el primer premio, dotado de 300 euros; mientras que "Tarde", de Virgina Brito (Telde) fue la segunda seleccionada con un premio de 150 euros.

Miguel Ángel Jiménez, como teniente de alcalde del Ayuntamiento de Teguise, dio la bienvenida a los asistentes y agradeció la implicación de todos los escritores en esta iniciativa cultural de Teguise, "que cada año contribuyen a subir el nivel de participación y también de narrativa en un certamen que traspasa fronteras y que muestra historias tan íntimas como apasionantes".

Por su parte, la responsable de Cultura, Olivia Duque, dio la enhorabuena a los ganadores, y agradeció la organización del concurso al equipo del área que dirige, así como al jurado de esta nueva edición y a los lectores de los Jueves Literarios, "que lo han hecho aún más emocionante". Asimismo, anunció que "Teguise seguirá impulsando la literatura y la cultura en la sociedad, en esta ocasión, convocando un nuevo certamen en el municipio, el primer Concurso de Microrrelatos, que llevará el nombre del escritor y periodista Leandro Perdomo Spínola, Hijo Adoptivo de Teguise".

 

 

1º PREMIO

LAS ÚLTIMAS LUCES

Seudónimo: Alejandro

Querida Irene:

 Si te estoy escribiendo no es por carecer del valor suficiente para

compartir contigo a viva voz lo que me ocurre ni porque pretenda camuflar con

circunloquios mis miedos, sino porque necesito un poco de lejanía y sosiego para dejar

constancia de la vida compartida contigo antes de que se me acaben las palabras.

 A partir de este momento cada día me irá desordenando un nuevo cajón de la memoria

y me iré ahuecando por dentro hasta convertirme en un espacio vacío en el que sólo

habitan los ecos. Por eso he decidido escribirte esta carta hucha en la que intento poner a

salvo esos momentos únicos en los que el amor vino a abrazarnos. Así tú podrás volver a

leerla aunque yo ya esté al otro lado donde reina el silencio.

 Las últimas luces que me quedan quiero invertirlas en restaurar recuerdos y emociones

que son los que le dan un simulacro de solidez a esta fragilidad transparente a la que

llamamos vida. Así tú podrás volver a transitarlos aunque yo ya permanezca mudo y

sumergido en el vacío silencioso del alzhéimer que lentamente me va devorando.

 Empezaré por decirte, que para definir el amor, nunca encontré en el diccionario una

palabra mejor que tu nombre, que tu cuerpo siempre ha sido esa comarca cálida y

acogedora en la que era una delicia perderse, que tu risa es la partitura entera de la lluvia.

También puedo ponerme cursi y pedir que cuando me muera quiero que me entierren en

tus ojos, que tus muslos son dos cálidos ríos paralelos o que por tu cuello siempre se

enredan mis deseos.

 He escrito mucho y aún no te he hablado de la primera vez que te vi, de aquella tarde

en el río cuando los chopos se empinaban para observarnos, cuando dijiste que sí e

inauguramos el mundo, de la canción que nos sorprendió desnudos y nunca quiso

marcharse, de ese tiempo subversivo en que todos los pájaros y atardeceres me hablaban

de ti, de cuando echamos raíces al nacer nuestros hijos; la melancolía de las tardes de

lluvia que siempre te hacían llorar a ti y a los cristales, las fiestas, los amigos, la primera

cana y el último trabajo, los hijos que se fueron y los nietos que vienen.

 Más allá del silencio, más allá del olvido, seguiré contigo en esta muerte terrible de la

memoria. En el desierto de los recuerdos continuaré siendo el mismo que ahora va

dejando palabras en el papel para que al menos tú sepas regresar a nuestro tiempo, a los

días en que conjugábamos juntos los verbos y los besos, a ese rincón perdido en el

espacio-tiempo que nos conoce, a nuestra patria lejana, nuestro instante repleto de

palabras y dudas entre las que aprendimos a vivir mientras buscábamos una respuesta

definitiva, sabiendo que todas las certezas vienen con otra pregunta.

 Nuestra vida ha sido sólo ese instante entre el silencio y la muerte en el que el amor o el

dolor se acercaron a nosotros para tocarnos en el hombro y decirnos: conozco vuestros

nombres. Nosotros nos miramos a los ojos y supimos que dejábamos de ser voz para ser

sueño. Aunque sé que vamos directos al fracaso quiero rescatar esos instantes antes de

que los borre para siempre la mano fría del olvido. Hoy mi única certeza es saber que a

pesar de lo ocurrido te amo y no quiero hacerme más preguntas.

 Hoy me he asomado al borde del abismo y sé que se puede vivir enfermo, sin comer o

sin amor, pero no sin memoria. Por suerte el abismo también es sólo una palabra y lo

único que quiero recordar son tus ojos con sabor a atardecer y tu risa en la que puedo oír

la partitura entera de la lluvia.

 Equidistante entre la alegría y el dolor, entre el todo y la nada, tuyo para siempre,

Alejandro.

AUTOR: ANTONIO MEJIAS MELGUIZO

(GRANADA )

 

 

2º PREMIO

TARDE

20 de Abril de 2015

Querido Pedro:

Hoy siento la enorme necesidad de soltar en este papel lo que nunca tuve el coraje

de decirte a la cara. Quiero recordarte nuestra historia de amor (o desamor, ya no lo sé),

tal y como la viví yo. No me enamoré de ti a primera vista, como se empeñan en contar

los cuentos de princesas. Me parecías raro y extravagante, pero entenderte suponía un

reto que estuve dispuesta a aceptar, e hizo que descubriera una parte de mí que no conocía,

de modo que seguí adelante sin saber si hacía lo correcto.

En nuestra vida de casados, entendí con pesadumbre que iba a pasar el resto de mi

existencia actuando continuamente, como en una obra de teatro que sólo podía acabar de

la peor manera. En el día a día me desencanté de tu carácter: las bromas que al principio

me gustaban me irritaban y tus gestos cariñosos me agobiaban. ¿Por qué nadie nos

advierte de lo deprimente que puede llegar a ser la rutina del matrimonio? Nadie tiene el

valor de mirarte a los ojos y decirte que te vas a cansar de besar los mismos labios día tras

día. Nadie es capaz de acercarse a ti antes de pisar el altar y decirte que quizás dentro de

dos, diez o veinte años deberás renunciar al amor de tu vida porque estás casada, a pesar

de que hacerlo sea renunciar a tu propia felicidad. Hoy, con esta carta, quiero decirte que

muchas veces fui infeliz. Que en ocasiones me acostaba llorando porque estaba

renunciando a mi destino por ti y que muchas veces tuve preparadas las palabras para

decirte que no soportaba más la monotonía de vivir contigo.

Sin embargo, mientras escribo estas letras y levanto la vista hacia tu nombre ahí

escrito, no puedo evitar recordar…rememoro los momentos en los que reía hasta no poder

respirar, tus tonterías pesadas cuando sabías que estaba triste, las situaciones en las que

dejabas todo de lado solo para cuidarme. Recuerdo nuestro primer beso en la playa y

siento, como aquella vez, el tiempo detenerse. Me vienen a la mente los viajes repletos

de alegría por el simple hecho de estar juntos, el apoyo mutuo cuando conseguíamos un

éxito personal…y sí, recuerdo también las interminables mañanas en la sala de

quimioterapia del hospital. Siento como si fuera ahora nuestras manos entrelazadas para

intentar ahuyentar las náuseas, nuestros ojos mirándose sinceros, contándose sin palabras

lo dura que es la vida y cómo se puede sentir el dolor en carne propia sin estar enferma.

Se me encoge el corazón al recordar tu sonrisa resignada cuando te comunicaron la noticia

de la metástasis, como si no tuvieras miedo a la muerte. Nunca la tuviste, siempre fuiste

más valiente que yo. Es verdad que sólo sabemos lo que tenemos cuando lo perdemos…

¡Mierda, Pedro! Levántate de ahí y dime con tu gesto de sabiondo que ya sabes lo mucho

que te quiero, aunque nunca llegue a reconocerlo. Sal de ahí y vuelve a irritarme con tus

bromas fuera de lugar, échame en cara que mi vida ha perdido el sentido sin tenerte al

otro lado de la cama para pedirte que me dejes en paz.

Escribir esta carta no sirve de nada si no estás aquí para leerla conmigo, más que

para revolver todo mi dolor e intentar ahogar toda esta rabia que llevo dentro, para soltar

con el mayor desprecio hacia mí misma todo lo que debí decirte mientras me esforzaba

en intentar odiarte. Esta carta no es más que mi manera de entender que a veces tenemos

la felicidad delante de nuestras narices, y nos empeñamos en buscarla en otros trabajos,

en otros países, en otros labios.

Mi felicidad, mi amado Pedro, siempre fuiste tú, aunque me negara a ver la luz

que desprendías y que daba esperanza a mi oscuridad, esa luz que nos hacía brillar juntos

allá donde íbamos. Y sólo hoy, delante de esta solitaria tumba, me doy cuenta.

Siempre tuya,

Claudia

AUTORA: Virginia Brito García

Telde. Las Palmas.

 

 

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