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HASTA LOS CAMELLOS MIRABAN AL CIELO

Eran tiempos de exigencias, de jornadas de sol a sol, de arados y siembra. Armados con camellos y una voluntad de hierro, los lanzaroteños, siempre con su sombrero en la cabeza, aprovechaban las tierras marginales para garantizar los potajes de la familia. Pero tanto trabajo no servía de nada si, en esta isla seca, no caía la lluvia en el momento procesal oportuno. Hasta los camellos, acostumbrados al trabajo duro, tanto como animal de carga como de apoyo en las tareas del campo, y a pasar días sin beber, parece que miran al cielo buscando la misma respuesta que su amo y compañero de faena. ¿Lloverá este año? la pregunta hubo veces que tuvo que esperar hasta cinco años para tener una respuesta afirmativa. Aún así, Lanzarote se sobrepuso siempre de los contratiempos y cultivó sus campos y se mimetizo con sus tierras. Y siempre lo hizo con un fuerte y leal socio: el camello.

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