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EDITORIAL/ In Memoriam Muere un buen presidente

Adán Martín Menis ha muerto. Aunque, por el cáncer que sufría, se esperaba este triste desenlace, que él de forma consciente había venido postergando desde hacía años, de forma natural, valiente y responsable, su desaparición en la madrugada de hoy se presta a análisis. Martín Menis, que fue el sexto de los siete presidentes de la Comunidad Autónoma de Canarias y  ha sido el primero en morir, dejó un buen recuerdo en la política de estas islas. Aunque tampoco estuvo al margen de los escándalos que salpican a los políticos de largo ejercicio público.

Adán Martín fue un político de talla, marcado siempre por un perfil más técnico que dialéctico. Más dado al consenso que a la confrontación, más interesado en la solución del conflicto que en agrandarlo con discursos encendidos y grandilocuentes.

 Tuvo un amplio recorrido, donde se labró una meritoria hoja de servicio. Allá en sus inicios políticos, en el albor de la democracia, encajó perfectamente en la política municipal en la capital tinerfeña, dejando una importante huella como concejal de Urbanismo y desde aquí trepó a la Presidencia del Cabildo de Tenerife, donde se mantuvo durante tres mandatos, hasta que se embarcó en la política regional. En su época de presidente insular, el cabildo tinerfeño experimentó una importante transformación, convirtiéndose en referencia regional de cómo se gestiona un gobierno insular. Su estrecha colaboración con los 31 ayuntamientos tinerfeños, creando planes insulares de casi todas las materias y objetivos, trabajando codo a codo con los alcaldes al margen de sus afinidades políticas, le dio proyección regional. Este ingeniero supo imponer los resultados de la técnica frente al ruido mediático y político.

 

En plena carrera regional,  a la que accede con reservas, porque había quienes consideraban que tenía un perfil demasiado ático -fue presidente de ATI durante muchos años y un claro referente del slogan “Primero para Tenerife y si queda algo para Tenerife”-, se le diagnostica su enfermedad que afronta con entereza y que busca retrasar con ahínco. Combinó el contratiempo con la Consejería de Economía del Gobierno de Canarias para, en el año 2003, ser el candidato a la Presidencia del Gobierno por CC, a pesar de las reticencias de los grancanarios  que querían que repitiese el hoy fuera de sus filas, Román Rodríguez. Se impuso y fue presidente. Su talante le llevó a pactar primero con el PP y acabar la legislatura con el apoyo parlamentario del PSOE. Tuvo problemas con el conservadurismo y localismo mediático tinerfeño que no entendió bien que su líder durante años ahora quisiera trabajar para todas las islas con igualdad.

 

Su estrella política se apagó cuando el presidente de CC, Paulino Rivero, se prefirió a si mismo que mantener en la Presidencia a Adán Martín. Su última lucha fue presidir Cajacanarias pero no contó con el apoyo de los hombres del actual presidente y quedó fuera de esa lucha. Apartado de la política, en la última etapa, se concentró en afrontar con dignidad lo que sabía que se acercaba sin remedio. Y lo hace también combinando con otros proyectos profesionales. Nadie le cuestiona su capacidad ni entereza. Ni en lo político ni en lo personal.

 

Muere un buen hombre, un buen presidente.

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