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El cierre ( la guinda)

Recorrido electoral  (62)

Esta noche es la noche de la despedida. De la fiesta de final de curso, de final de campaña. y está todo preparado. Ya está todo el pescado vendido. Se trata de tirar los últimos cartuchos, gastar las pocas fuerzas que quedan en sorprender, en compartir, en celebrar un resultado incierto pero trabajado. Es esta noche, cuando todos pueden seguir soñando con un mundo con sus colores, con unas instituciones con ellos dentro y unos vecinos entregados con ellos. La otra noche, la del domingo, es otra cosa. Es la exhibición del maniqueísmo. Del llanto allí y la risa aquí. Del enfado allá y los abrazos en el otro lado. En cambio, esta noche no hay ni vencedores ni vencido, las espadas están el alto, y los gritos siguen siendo de ánimo. El domingo sólo unos pocos de los muchos candidatos ganarán y los demás serán noticia por su fracaso.

Pero que nos parta un rayo. Eso será el domingo. Hoy toca fiesta, fiesta a costa de los partidos, que es casi tanto como decir a costa nuestra. ¿Y si es  a costa nuestra no vamos  a ir? Pues vamos a la feria de la tapa y de la promesa, a la exhibición de colores y sintonías, para ver a los grandes y a los chicos soñar envueltos en sus mantas zurcidas de mentiras, y medias verdades. Vamos, aunque sea a celebrar que ya se acaba el ruido,  y lo hace con música.

Es verdad que los cierres ya no son como antes. Que ahora hasta la Pantoja está en la cárcel y los cuartos recortados.  Y los políticos miran de reojo cada vez que ven que un guardia civil se les acerca. Que sí, que los políticos de ahora, con aquello de la corrupción, tienen el síndrome del gitano, están convencidos de que nada bueno puede tener que te visite un guardia civil, aunque venga sin tricornio y sin carnet de la UCO. Pero no hay para más, se trata de estar allí, y de darse un paseo por unos cuantos encuentros de estos.

Antes, cuando las cosas eran como antes, los políticos apuraban la música y los grande artistas hasta casi las doce de la noche y cuando quedaba apenas media hora se subían al escenario, le quitaban el micro al figura y empezaban con su retahíla de promesas y críticas al rival. Así hasta que asomaba el minutero sobre las doce y, ¡zas!, como si se tratase de la cenicienta, todo se volvía a transformar y los políticos desaparecían y la gente seguía extasiada con su ritmo caribeño o no. ¡Qué tiempos aquellos!

Hoy cenicienta, digo los políticos, tiene que poner de guinda una cosa más modesta. Pero también emocionante. Se trata de acabar con dos semanas de tensión, de gritos, de sobres, de muecas forzadas y cuentos y cuentos y más cuentos. Todos juntos, al ritmo de la música que se puede, como transición entre el día de reflexión y los días de ruido, se impone el cierre. ¿Te vienes? Yo ya me voy.   

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