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Fantasmas y fantasmas (en el pleno)

Un Cabildo para gobernar, un pleno para discutir  (2)

La retórica del poder se muestra de forma tan caprichosa como audaz, a veces. En otras, surge la tozudez y el ensimismamiento como fórmula de representar lo público, como si se hiciera una reverencia a lo absurdo, a lo contrario, a lo que no se representa. Y en eso tampoco se quedó huérfana la toma de posesión  de los consejeros y la investidura del presidente del Cabildo de Lanzarote.

 Miré con detenimiento al público de la sala del pleno, donde al más puro estilo tradicional español se reunían autoridades, familiares y prensa y pensé que podrían estar pensando ellos sobre las palabras de los portavoces políticos. Me imagino que muchos no pasarán de regocijarse de la suerte que habían tenido de poder entrar en la sala mientras los curiosos sin representación familiar en el pleno o sin rango militar o cargo civil lo tenían que seguir en la pantalla del cuarto de al lado.

 Otros, seguro, de los 23 consejeros sólo vieron a su hijo/ hija, hermano/a, esposo/a cuando leyeron el juro o prometo o en su paseíllo en busca de la merecida medalla que certifica que han llegado a su meta. Todavía babean de lo bien que leyó y de lo guapo que estaba. A eso fueron, vaya hombre, y no a oír pamplinas políticas.

Entre ese público, satisfecho por la conquista familiar, resalta la cara siempre risueña del siempre presente  Mario Pérez, que con su bigotito de Chaplin poco tenía que hacer con los mostachos que portaban los bigotudos militares que detrás de él seguían los discurso como si oyeran llover.  Menos mal que el comandante, capitán o lo que fuera o fuese de la Guardia Civil que cerraba la columna, ni tenía bigote ni parecía desaparecido en combate. Más bien todo lo contrario, con su curiosidad de joven y militar despierto ( y digo despierto porque alguien me chivó que no todos los presentes se mantuvieron así durante la más de hora y media que duró la refriega dialéctica) parecía seguir con interés casi pericial lo que allí decían. Y me imagino que ganas no le faltaría de detener a los portavoces porque con las acusaciones que se lanzaron valía con llevarlos a unos de testigos en contra de los otros para que acabaran todos presos.

El público está obligado a permanecer callado. Así que si habla o hace ruido se considera una extravagancia. Son  espectadores, por eso limitan sus actuaciones a leves aplausos a su parroquia y algún gritito de mofeta, por aquello de que quien lo hace ya empieza a olerle mal al de al lado, salvo que sea de la misma murga o agrupación. Pero hay otros que sin estar obligados expresamente, se mantienen también callados durante los cuatro años que se apalancan en aquella sala. Por eso es una suerte ir a la toma de posesión.  De algunos y algunas consejero/s se sabe de su voz precisamente al leer su prometo o juro y después caen en una atonía que les impide hablar ante la soberbia y jerarquía del portavoz que monopoliza tiempos de intervención y toda la exposición.  De los de la oposición que se encuentran en esta situación apenas se vuelve a saber algo de ellos.  Es tanta su inactividad, que para cobrar tienen que hacerlo por asistencia, único requisito que se puede demostrar y que no entra en contradicción con lo que realmente hacen o no hacen. Son los fantasmas de la sala, están pero como si no estuvieran. Se sabe que están pero nadie les oye.

Aunque también está la teoría que recalca que los verdaderos fantasmas son realmente los portavoces. Esos que se creen que por tener acceso a un micrófono en la Casa Amarilla tienen poderes sobrenaturales. Así puedes oír a Benjamín Perdomo, de Ciudadanos,  bramar "que no les vamos a permitir" o a Carlos Meca amenazar con que no van dejar dormir a no sé quien sin darse cuenta, los muy fantasmas, que no son más que lo son, una representación minoritaria de una voluntad popular que mayoritariamente apostó por otra cosa. Es verdad que tienen todo el derecho a decir lo que quieran pero tampoco les vendría mal decir algo con sentido práctico. No son los únicos, ni todos están en la oposición que, como bien se sabe, los fantasmas merodean por todos lados.

Pretendo describirles con más intención que acierto, seguramente, el escenario en el que los ocho portavoces de las ocho fuerzas políticas y el presidente del Cabildo debatieron en el acto institucional de la toma de posesión e investidura. Posiblemente algunos consideren innecesario el recorrido por las sombras del habitáculo y su paisanaje antes de opinar sobre los discursos de los que se creen que la luz se hizo el día que ellos nacieron. Pero, miren por dónde, yo considero que los discursos sólo son una parte, un adorno más, quizás más florido, quizás más animado, de lo que exige este tipo de parafernalias. Aún así, mañana entraremos en esa materia.

  

    

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