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El ritmo de Spínola

Mientras por las redes sociales circulaba a toda velocidad la exhibición de baile, en versión rock,  que el empresario comercial de referencia de Lanzarote, Eduardo Spínola Francés, ofreció a los seguidores de uno  de los conciertos del  Arrecife en Vivo desde el balcón de su casa, la tienda H&M aterrizaba en su centro comercial de Playa Honda. 

Una vez más, Spínola, con su adquisición, no con su apasionada exhibición de rock "balconil" (¡Que también agradó más de lo que desagradó, aunque a él, me digan, le ocasionó dolor de cabeza resacoso al día siguiente al saber que sus movimientos de cadera competían en las redes con los del propio Elvis!) volvió a demostrar sus buenas artes para los negocios y su capacidad para innovar y colocar en sus áreas comerciales productos deseados por sus competidores y altamente demandados por los clientes.

 

Tiene su mérito, y así hay que reconocerlo, aun invirtiendo su promoción en otros soportes y gastando sus beneficios en otros medios de comunicación, lo que ha hecho con el centro Comercial Deiland durante estos años. A pesar de que se trata de unas instalaciones viejas y pequeñas , de más de treinta años, promovidas por una empresa peninsular a finales de los años 80, que él recuperó a muy buen precio de un estado casi ruinoso al fracasar el proyecto inicial que nunca llegó a abrirse,  su visión empresarial le mantiene, todavía, como el principal centro comercial de Lanzarote.  Otros nuevos centros comerciales, en zonas turísticas o portuarias, no han conseguido desplazar al Deiland, que se concibió cuando parecía que en una isla como Lanzarote, con buen clima y una Calle Real fuerte, no habría futuro para estos espacios cerrados, salvando claro el pequeñito y ya casi desaparecido Buganvillas ( que nació en Arrecife a mediados de los ochenta, como la primera apuesta de este tipo y que tenía en los cines Odeon, de Juan Perdomo, su  principal reclamo).

Aunque en realidad habría que citar también al resto de los hermanos Spínola inmersos en la empresa, personalizo en Eduardo  porque siempre ha sido el que ha llevado la voz cantante ( y, ahora, ha demostrado también que será difícil encontrar dentro  de la familia - ¡y hasta fuera, diría yo!-  a alguno que baile tan bien como él).  Pues eso, que Eduardo ha dejado escrito con su experiencia en el Deiland Plaza un máster de cómo se rentabiliza y se mantiene al más alto nivel local un centro comercial. Cumplió todos los pasos: Compró barato el inmueble, metió cines populares en el mismo a la vez que se hacía con la propiedad y cerraba los competidores, negoció con empresas comerciales punteras de distinto ramo y atrajo para explotación directa marcas también de renombre internacional. Cuando parecía que el Deiland no daba para más, reorganizó el tráfico en la zona ( pagando asfaltado pero exigiendo trato principal por sus efectos de arrastre en la economía de Playa Honda), remodeló el centro sacando de las catacumbas el "fondo este" casi inactivo y reservado para actividades secundarias y, por último,  se sumerge en la caza mayor comercial para quitar animalitos y tiendas en declive para conquistar el corazón sueco de H&M.  Resultado: el Deiland llleva días lleno, tanto, que hubo que pedir aparcamiento controlado en la zona para que la gente aparque para comprar y no para irse a su casa.

El chute de éxito de Eduardo explica esa efervescencia emocional que le lleva a marcarse un rock desde su propio balcón con miles de personas de testigos mientras muchos de los empresarios locales no salen del baile de "San Vito", entre concursos de acreedores y pólizas de créditos vencidas.

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