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Aprender a diferenciar

El que sigue con atención los diferentes medios de comunicación en Lanzarote, tanto radiofónicos como escritos, posiblemente tenga que llegar a la conclusión de que nos encontramos en una especie de guerra civil, una guerra sin cuartel, en la que los frentes y los participantes son difusos. Sin embargo,  no hay que ser un lince para darse cuenta de que detrás de todo hay unos intereses económicos tremendos. O sea, que no se trata de una lucha política por el poder institucional en si sino, más bien, de cómo llegar al poder para favorecer a uno u otro grupo empresarial.

 

El ciudadano relegado al papel de espectador, de "masa electoral", al que hay que conducir de un lado al otro, permanece incrédulo ante tanto espectáculo, ante tanta manipulación y tan poca veracidad y tan poca entrega a la defensa real de los intereses del conjunto de la población.

Es una lástima que la escena política lanzaroteña esté tan crispada, decir que "al rojo vivo" sería quedarse corto. El ciudadano normal y corriente lo que desea simplemente es gestores públicos decentes que sepan dirigir las instituciones públicas, gestionar los intereses generales, velar por las necesidades de aquellos que lo necesiten, planificar y trazar las líneas generales de cara al futuro y al modelo de isla que deseamos.

Muchos dicen que en Lanzarote tenemos los políticos que nos merecemos, que sencillamente son el reflejo de la sociedad. No creo que sea realmente así. Creo más bien que existe un distanciamiento cada vez más profundo entre aquellos que actúan en política y el resto de la ciudadanía. Existe un rechazo cada vez más generalizado de lo que es la política y de los políticos. El alto grado de abstención en las elecciones así lo avala. La desconfianza es cada vez mayor. "Todos son iguales", es la frase que más se escucha.

¿A que se debe todo este descrédito de la política? Por una parte está la supuesta falta de honestidad  que se ha observado en un número significativo de cargos públicos lanzaroteños, y que está a la espera de que los tribunales se pronuncien. Por otra está la situación interna de los partidos políticos lanzaroteños.

Según la Constitución Española (art. 6),  los partidos políticos deberán tener una estructura interna y funcionamiento democráticos. Recurro al argumento de la Constitución, aún corriendo el riesgo de ser tenido como un iluso/inocente/idealistasinremedio. Aquí en Lanzarote, por otra parte, lo que realmente se estila es el "guagüismo" en su máxima expresión. El "guagüismo" consiste en llenar los partidos de gente sin opinión propia, que le da igual "pepe que juan", que votan a fulanito y media hora más tarde lo están poniendo de ladrón para arriba en el bar de enfrente. Los partidos están llenos de gente que van para hacer un favor a este o aquel, que no saben lo que votan, que ni preguntan ni contestan, sólo levantan la mano para votar cuando se le reclama. En definitiva, es una fórmula muy extendida de controlar un partido, mejor dicho, las siglas. Es también una fórmula muy adecuada para cargarse nuestro sistema democrático.

La democracia vive del ciudadano, del ciudadano crítico y responsable, del que pregunta y exige, que no malgasta ni tira a la basura su voto, que no otorga ligeramente su confianza al que se la pide sin demostrar que se la merece. 

Lanzarote es un campo de investigación excelente para cualquier estudiante de Ciencias Políticas. Aquí se ha dado de todo. Cada partido ha sido un "caso aparte", cada uno ha sido capaz de producir "lumbreras", gente sin mérito ni capacidad que han logrado trepar gracias al "mudismo", al estar callados, al no decir esta boca es mía, al mirar para otro lado y todo con el único fin de sacar tajada, de vivir de la política. Consideran que lo mejor es obedecer al que manda en cada momento, estar siempre con el que gana. ¿Las formas, los métodos? Eso les da igual, lo que les importa es poder recoger alguna "migaja". Tampoco les importa dejarse utilizar como peones al servicio de determinados intereses que ellos, muchas veces, hasta ignoran por completo.

Cambiar de chaqueta, de opinión, decir hoy todo lo contrario de lo que dije ayer, parece ser normal y socialmente aceptable para algunos. Dejarse "convencer" por el argumento del puesto, del carguito, de la promesa de inclusión en lista electoral es casi ya rutina para ciertas personas. Para la inmensa mayoría de la población, sin embargo, estas actitudes generan rechazo y una imagen negativa de la actividad política.

Tengo la impresión, pero quizá esté completamente equivocado, que en esta isla, y para algunos, está peor visto robar un paquete de pipas en un supermercado que saquear descaradamente y arruinar las instituciones públicas. Algunos nos quieren hacer ver que la política es así, hoy le toca a uno y mañana a otro.

Es realmente una pena, porque en Lanzarote hay muchos políticos honestos, ciudadanos sinceros que no pretenden ni hacer carrera política ni llenarse los bolsillos, simplemente entienden la política como un servicio a la ciudadanía, la defensa de los intereses públicos. Eso también es verdad. Aprendamos a diferenciar.

                                                                                                         

                                                                                                                     

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