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Queridísimos alcaldes (I)

Queridísimos alcaldes:

Con el convencimientos de que todos ustedes (no vosotros) viven mejor que la gran mayoría de sus vecinos  y mucho mejor que cuando no eran alcaldes, me dirijo a ustedes (que no a vosotros) para anunciarles que les remitiré carta individualizada diciéndoles lo que yo entiendo que son fallos y olvidos suyos en su correspondiente terruño local.

Serán siete cartas para siete alcaldes. Les escribiré a todos y a cada uno de ustedes ( Como le gustaba decir a mi amigo José Juan Cruz Saavedra cuando era alcalde de bien de Tías y todavía podía hablar sin que Carlos Espino y su corte de abogados tuvieran que emitirle autorización previa para abrir la boca con cierta coherencia). Les aviso porque sé que muchos de ustedes llevan mal lo del correo, porque temen que un día pueda tratarse de una citación judicial o de Hacienda reclamando la parte proporcional de las plusvalías de las hipotéticas mordidas que nunca estarán dispuestos a reconocer salvo que el fiscal les convenza de la reducción de pena y el beneficio penitenciario correspondiente. Porque los políticos sueles ser así, siempre velando por su interés personal. Cuando meten la mano, priorizan lo suyo frente a lo de todos; cuando los cogen, vuelven a priorizar lo suyo frente a los de sus compinches y socios de comilona. Son así, desgraciadamente. Y así no hay empresa pública que funcione ni política que dimita o deje el sillón voluntariamente. No digo yo que ustedes todos sean así. Ni tan siquiera afirmo que lo sea alguno de los siete. Pero sí corren el riesgo de contagio. Y como yo sé que entre reuniones de partido, comilonas varias en reservados o no de restaurantes de postín y viajes de gastro o de fausto no les queda mucho tiempo para analizar los riesgos ni profundizar en el desarrollo de sus municipios, yo que tengo vida menos ajetreada y de profesión estas labores, quiero echarles una mano en intentar evitar lo inevitable. En fin, vamos, en cumplir el protocolo.

 Aunque ustedes están convencidos de que son el centro y la razón de ser de sus municipios yo les recuerdo que es al revés, que son ustedes los que son fruto de ese municipio, que ya estaba ahí unos cientos de años antes de llegar ustedes, y ya tenían alcaldes que pensaban lo mismo que ustedes y ya, muchos de ellos, se han muerto y todo y la tristeza y pérdidas casi no superaron ni el velatorio. Que no son ustedes lo que se consideran: ni dueños ni genios. Que eso de que el pueblo no se equivoca no es verdad y ustedes, los alcaldes de ahora y de antes, son un excelente ejemplo. Porque la democracia, como el mercado, sólo son perfectos cuando se dan una serie de condiciones previas, eso que califican de idílicas, en el que el ciudadano está perfectamente informado y las dinámicas electorales no están condicionadas por partidos antidemocráticos y listas cerradas que de papeletas pasan a ser un papelón.

Queridísimos alcaldes y alcaldesas de esta tierra nuestra insular. Ya que no saben hacer otra cosa sino hablar, hablen por lo menos bien. Y háganlo, por favor,  en canario. Ya que por los actos nos cuesta tanto creer en muchas ocasiones que sean nuestros representantes que, por los menos, por el "cloquío" sepamos que son el hijo o la hija de la vecina que conocemos desde pequeños. No cambien el ustedes por el vosotros, ni la casa por la caza, ni la guagua por el autobús, que con su falta de empatía ya los sentimos suficientemente lejos como para que encima nos hagan sentir extraños en nuestros parques y calles. Defiendan las obras de César Manrique, nuestro patrimonio natural e histórico, pero también conserven nuestro acervo cultural y patrimonio intangible, que es lo que nos hace más singulares que nada. Promuevan la integración de todos los que empadronan, pero intenten un poquito nada más que lo hagan de acuerdo con nuestra idiosincrasia, que no se trata sólo de turismo y exhibición sino también de identidad y cultura.

Queridísimos alcaldes y alcaldesas, aunque les suene raro e incomprensible ustedes no son más que siete vecinos más, igualitos a esos que tratan de engañar y engatusar un día sí y otro también. No sean bobitos y piensen que ayer, cuando el alcalde era otro, ustedes eran los otros. No sean bobitos y piensen que mañana, cuando el alcalde sea otro, ustedes serán los otros. Y sus hijos y los míos, y sus padres y los míos, seguirán necesitando becas, subvenciones, deporte y cultura y seguridad y parques y políticos decentes. Sean egoístas de verdad por una vez y piensen en todos los suyos, en los que son y serán y garanticen a todos una sociedad más justa y sana.

Son siete, cinco hombres y dos mujeres; de distintos partidos, tres de CC, dos del PSOE, uno del PP y otra de UPY. A excepción de Jesús Machín, todos llevan poco tiempo. Son jóvenes, unos más formados que otros, pero están viviendo un momento histórico en la política española, al que se llega desde la decepción y la corrupción. ¿No les parece que vale más la pena arriesgarse para construir una sociedad mejor para todos que en dejarse llevar por el hedonismo inmediato y acabar en la cárcel?

P.D.:  Queridísimos alcaldes, descansen en paz pero no se me mueran. Esta carta colectiva, más propia de los correos electrónicos actuales que de las íntimas relaciones epistolares de antes, dará paso a una individual y personal a cada uno de ustedes, donde pasemos de lo general a o lo concreto. Del todo, a lo local. Y allí ya no cabe poesía ni sueños. Nos embargará la realidad del día a día a pie de calle. Seré claro, alcalde.

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