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Arrecife no puede esperar

Queridísimos alcaldes (XI) Estimado Montelongo (y II)

Buenos días, alcalde:

Parece que fue ayer y ya han pasado casi tres meses de aquella carta primera que le hice llegar el pasado 5 de febrero bajo el título "Estimado Montelongo (I)". No crea que me he olvidado de usted, como hacen la mayoría de los políticos que gobiernan Arrecife, que acaban olvidando la ciudad y cayendo en una inmisericorde autismo que les lleva a encerrarse en sí mismos, dejando que el municipio sobreviva como puede mientras sus medios y los de sus vecinos se gastan en despilfarros varios. No crea eso, por favor. Le he tenido muy presente en mis casi diarios paseos por Arrecife, el ejemplo claro de que el principio de Peter de que "todo aquello que puede empeorar empeorará" se cumple a rajatabla.

Llego a Arrecife, Montelongo, y dejo el coche en un aparcamiento público, con precios muy privados y privativos, debajo de un parque que sigue sin ser recepcionado por el ayuntamiento una década después de terminado y que cada día que pasa está más estropeado y abandonado. Salgo del coche, salgo del aparcamiento, huyo del parque y mientras observo de reojo el Islote del Amor, donde se pudre una inversión de más de 2 millones de euros por dejación, me tropiezo con las obras de la Avenida  que usted prometió a sus vecinos que estarían finalizadas para las navidades pasadas y que todavía hoy no se sabe cuándo se van a terminar.

Huyo de la zona, llena de alambradas como si fuera una frontera insolidaria, por el callejón tan liso como su política y me adentro en el centro de Arrecife. Aquí , salvo los días que llegan los cruceros, languidece la zona comercial que no tiene respuesta ni voluntad para competir con los nuevos puntos comerciales de la isla. Arrecife, en el centro, se desmorona,  y no es una exageración sino una descripción del patrimonio calificado de histórico que se trata, simplemente, como casas antiguas.

Un abandono que afecta a innumerables inmuebles particulares que muestran la cara triste de la deshabitación.  Camino, más triste todavía, por la Calle Real y su adyacentes hasta las Cuatro Esquinas ( que ya son las tres, las dos...) y después de la casi ilusión óptica del margen derecho del Charco, con su animados bares y restaurantes, la Pérez Galdós me devuelve la imagen decadente de un Arrecife donde sólo sus políticos viven como quieren. Desgraciadamente, los barrios no están mejor, más bien todo lo contrario. Y el Ayuntamiento, como institución, tampoco, no nos engañemos. En ese escenario de caos y decadencia, montó usted su reino, Montelongo.  Y con la pretensión clara de no cambiar nada. No nos engañemos, Montelongo. Salvo, eso sí, su situación personal y la de algunos allegados. Eso es así. Es triste, pero cierto. Usted no tiene proyecto para cambiar esta ciudad, para mejorarla, ni tan siquiera, creo, capacidad política, para concebirla, aunque sólo fuera imaginariamente.

Es verdad, Montelongo, es verdad, no todo es culpa suya. Si quiere, le acepto hasta que nada es culpa suya. Pero es que no entiende nada. No se trata de culpas sino de soluciones. Cuando alguien va al médico, Montelongo, después de caerse de una moto, hecho polvo y malherido, no espera que el galeno le diga que él no estaba en el lugar de autos. O que la moto no era suya, ni es responsable de nada. No, Montelongo.  El secreto de esta cosita llamada gestión pública, o política a secas, consiste en dar respuesta a los problemas que uno encuentra en la ciudad, en el municipio, aunque se deban a la inacción de otros o a otras causas. Pero se trata de conocer los problemas y armar, desde la participación y el entendimiento con otras administraciones, una serie de medidas que vayan en el camino correcto.

No le culpo a usted de que se haya llegado a esta situación, simplemente le estimulo para que vea los males y busque soluciones. Y si se considera incapaz, de un paso atrás.  No hace falta esperar a  ver si el partido le obliga a irse dentro de poco o el juzgado, directamente, le acaba inhabilitando. No se quede ahí porque piense que el que venga tampoco va a solucionar nada y para que él se lleve el suculento sueldo se lo queda usted. Casi de la misma manera y argumento que utilizó el consejero de Somos en el Cabildo, Tomás López, para quedarse con un sueldo que, según él, era demasiado dinero, al entender que si renunciaba sería el de Ciudadanos, Benjamín Perdomo, quien se lo embolsaría. La mezquindad nos sale a veces de la forma menos pensada, dando por tierra con nuestra imagen y principios éticos, en caso de que los hubiera o hubiese.

No le voy a preguntar por el Plan General, ni tan siquiera por la gestión de la recaudación municipal en Ejecutiva, ni en los impuestos directos  ni en los indirectos ni en las tasas y precios públicos, porque me obligaría a preguntarle por prescripciones de aquí al Parque Temático y no quiero.

La única intención de esta carta es estimularle para que mire a su alrededor y se dé cuenta que ser alcalde es mucho más que esas cosas que uno cree cuando sueña con serlo. Hay que liderar una ciudad. Hay tener conocimiento, capacidad y voluntad. Y sólo con eso, tampoco basta. Hay que tener un equipo y un proyecto. ¿Los tiene? ¿Tiene algo? ¿Le digo mi opinión?  Suerte, Montelongo. En el Ayuntamiento y en el juzgado. La va a necesitar.  Pero mientras tanto va cobrando. ¿Dónde va a estar usted mejor?

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