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Todo para mañana

Se acabó el ruido. Pero sigue el viento. Lo que no deja de ser una vuelta a la normalidad en los meses de más viento de una isla ventosa como Lanzarote. Aún así, estamos en prealerta por vientos de fuerza 7. En cambio, parecería más normal estar en "alertísima" por la cita electoral, aunque las fuerzas se reduzcan a cuatro para darle gobernabilidad al Estado español, que se mueve entre la indefinición política y el acogotamiento por el resultado del Brexit en ese referendo que se sacó de la manga el primer ministro británico, David Cameron,  que ha dejado al Reino Unido fuera de la UE y a él fuera del gobierno. Precisamente, ha  convocado una consulta popular innecesaria (Aunque viendo el resultado quizás habría que decir que era muy necesaria) y de forma voluntaria para perder las dos cosas que quería conservar:  la pertenencia a la Unión Europea y su propio cargo de primer ministro. Pero eso es lo que tiene jugarse el futuro con la opinión que tienen los demás sobre lo que queremos hacer.

 

Los españoles, canarios incluidos, miran con desazón la decisión democrática de los ingleses, que con su ciega apuesta por el sí han hecho que la voluntad de escoceses y irlandeses y la amalgama que puebla Londres de quedarse como estaban se redujera a la nada. Inglaterra es así, una aventurera  que históricamente se ha sentido más cómoda ejerciendo de pirata contra los intereses del propio continente que en tierra firme empatizando con franceses, alemanes o españoles. En cambio, con los portugueses, vecinos atlánticos también, siempre se han llevado mejor, con los que compartieron siempre inquina contra España y la misma hora. Y, en eso, también son como nosotros (¿incluida la inquina?), los canarios.

Y si no nos tuvieron mucho en cuenta que le mandáramos a Nelson manco para recuerdo en Trafalgar Square, me imagino que tampoco ahora nos castigarán por una decisión que han tomado ellos solitos. Aquí, donde el Peñón y esas beligerancias coloniales nos quedan un poco lejos ( Más cerca le quedan a Ceuta y Melilla, que ayudan a contextualizar la afrenta), sentimos simpática por la colonia británica que nos llena los hoteles  y nos ocupa las viviendas de segunda residencia, gracias a su pensión y libra vitalicias. Todo se andará. Pero los ingleses encontrarán la mejor respuesta para que no se les caiga el quiosco británico que han mantenido durante siglos con mano firme y democracia consuetudinaria. Y si es así, nuestro sol,  nuestras playas, nuestra sanidad, nuestra seguridad  y nuestro alcohol  les seguirán embriagando y cambiarán sus temerosas neblinas por nuestros días calientes.

Está claro que el resultado del Brexit a dos días de las elecciones españoles tiene su influencia. Los ciudadanos de un país grande, poderoso, ha decidido ir en contra de la ruta marcada por sus élites políticas y económicas. Han dicho sí al Brexit y no al miedo. Y eso puede ser contagioso y en España tiene una clara lectura. Pero también dudo que su impacto haga tambalear los cimientos de la cita electoral. Por supuesto, dilatará  la estimulación podemista hasta la talla XXL y a algunos indecisos de esos que se escapen a última hora de la abstención. Pero poco más. El "caso de Fernández Díaz", el ministro que ya no volverá a ser ministro porque se le escucha todo lo que dice en secreto, también hará daño, pero poco, al PP.  Las cosas están como están. Y estaban así desde que Podemos e IU se dieron el "Sí", la única decisión importante que sí tiene una influencia en el resultado, aunque no tendrá trascendencia de gobierno. Nadie sacará mayoría absoluta, sin Brexit o con Brexit, sin el totorota de Fernández Díaz o con él.  Es verdad que el escenario electoral se balancea entre  el PP y Unidos Podemos, con la vulgarización de un PSOE que al mismo tiempo que grita que quiere ganar las elecciones le reza a Santa  Rita aquello de que "lo que se da no se quita".  Y Ciudadanos, por su parte, sigue ahí, sin capacidad para ganar y sin posibilidad de sumar para gobernar sólo con otro partido. Si el PSOE se puede ver arrastrado al suelo por las ansias de Pablo Manuel iglesias de conquistar la Socialdemocracia y rescatar el voto útil, por la derecha toda apunta a que ese mismo voto útil, para evitar que las intenciones de Podemos se convierta en una realidad, se concentre en el partido del gobierno, en el PP, y afecte a las expectativas de Ciudadanos.

En Lanzarote, la duda está en saber si los votantes van a ser capaces de diferenciar entre la elección al Congreso, línea directa para conformar gobierno, y el Senado, representación territorial. No sé si hay algún candidato con la suficiente personalidad, popularidad y entereza para debilitar el ímpetu de meter en los dos sobres la misma papeleta. Si es así, CC no tiene nada que hacer en esta batalla de titanes, donde lo que se quiere cambiar está fuera de su alcance. Bueno, ni CC ni ningún otro. La cosa parece que está, por siglas, bastante morada.  Otra cosa es la segunda plaza, donde parece que podría haber más color.

Bueno, sigo reflexionando. Que todo se decide mañana. ¡Si me oyera Larra!

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