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Sí se puede

Ayer, entre declaraciones de intenciones y juras y prometos, se constituyeron las cámaras de un país que puede que deje de ser bipartidista pero que sigue siendo bicameral, a pesar de todos los pesares y cuestionamientos del Senado. Y el debate y la batalla estuvieron en el Congreso de los Diputados, porque la Cámara Alta, en su afán de no pintar nada y dar la sensación todavía mayor de que no pinta nada, se constituyó en un santiamén bajo  el esquema extinto de la mayoría absoluta del PP.

 Pero, en la Baja, tampoco nada fue como la primera vez del “no bipartidismo o del partidismo del no”. Ni el ruido de los emergentes, que venían de ver mermadas sus fuerzas en una cita electoral, que, seis meses después de su éxito, les cortó las alas y les puso ante una dura realidad: lejos de acabar con el PP, el enemigo o rival de casi todos ellos, lo han fortalecido con tanto movimiento sexy y el no del no y memeces parecidas.

Ayer, el Parlamento fue otra cosa. Muy distinta a la anterior, pero mucho más parecida a lo que ha sido hasta ahora la política en España. Así las cosas, con esos diez votos más que aparecieron por arte de magia en las votaciones a la elección de las Vicepresidencias a favor del PP, muchos pensaron que estaban en 1996, cuando el hombre de las armas de destrucción masiva, bigote, y botas texanas apeó del gobierno a los socialistas mientras hablaba, en la intimidad, el catalán que tanto le gustaba al hoy denostado Jordi Pujol, aunque con hijos millonarios gracias a una herencia expósito, sin padres reconocidos, a pesar de los estudios de ADN que les hace un día sí y otro también la UCO y demás cuerpos especiales.

El Congreso de los Diputados ya está constituido y convertido en la representación de la soberanía nacional manifestada por el pueblo soberano el pasado 26 de junio. También se cumplió con el requisito de jerarquizar su funcionamiento y garantizar un gobierno de la Cámara. Aunque eso también se hizo en la conocida como legislatura fallida, la XI, también llamada la breve o “cuatromesina”, todo apunta a que ahora las cosas rodarán más rápidas hacia un gobierno de Rajoy, de bajo perfil, de ni chicha ni limoná, que durará lo que dura dura ese buen rollito entre un PP que quiere gobernar y un PSOE que quiere hacer oposición. Con objetivos tan complementarios y distintos, parece absurdo no pensar que encontrarán una manera de entenderse.

Aquí, a diferencia de hace unos meses, la duda o la batalla no es por ver quién gobierna. Todos tienen claro que va a ser el PP. Y, además, tienen claro que tiene que ser así después del resultado electoral del 26 de junio, que vino a reforzar las tesis del PP por mucho que a muchos les hubiera gustado otra cosa. Habrá sido por miedo, por hastío o por desconfianza en las propias huestes de la izquierda, pero ha sido y eso  no se puede obviar. Y en eso están. Quizás Unidos Podemos y su líder o líderes, porque ya se le está creciendo a Iglesias hasta Errejón, todavía estén con la canción triste de un gobierno de todos contra el PP pero ya esa cantinela no cuaja, y menos en un PSOE que está en otra cosa.

Y la otra cosa es cómo el PSOE se queda liderando la oposición y el PP en el gobierno, visualizando que aquí, a pesar de todo el ruido, emergentes y vainas las opciones siguen siendo las de siempre. Si quieres matar al PP, vota PSOE y al revés y de oca a oca tiro porque me toca. Pero hay que hacerlo sin que el PSOE sacrifique más naves. Hay que hacerlo pero no debe notarse. Y en eso están los dos grandes. Porque ya, en estos tiempos, hasta liderar la oposición ya no es, como antes, un fracaso. Ahora, hasta la alternativa hay que ganársela. Y en eso está el PSOE. El PP sigue en el gobierno, que por el momento es lo suyo. Dispuestos ya a hacernos otro recortito de unos cuantos miles de millones de euros que pide la insaciable Unión Europa, que con Brexit o sin Brexit sigue igual de tragona.

Si el PSOE dice que no intentará conformar gobierno ni perderá el tiempo en ruindades parlamentarias, deja libre al PP para que encuentre apoyos suficientes para que, en breve, Rajoy  consiga ser investido. Si hay que animar a alguno cercano, apostar por una votación secreta e, incluso, permitir alguna fuga imperceptible en una urna opaca, se hará. El objetivo del PSOE es la oposición y el del PP el gobierno, ¿Por qué no van a entenderse? Pero debe hacerse sin que se sepa, sin quemar más naves, sin debilitar más todavía su posición en la oposición. No quieren una victoria pírrica, con costes inconsolables, para liderar la oposición. Y en eso están. Así que tranquilos. Habrá gobierno. Y oposición. Se los juro o prometo por mis huesos, que la constitución a estas alturas está más hecha gofio.

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