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Aló presidente

¿Pero qué pasa en el Cabildo, muchacho? (IV)

Leo sin demasiada pasión ni interés el último artículo que llega a los medios de comunicación firmado por el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés Gutiérrez.  Lo leo, digo, sin mucho interés y ninguna pasión porque conozco el fondo del artículo desde hace muchos años.  Conocí por el mismo Pablo Muzás, marido de la periodista Techy Acosta, en su momento que se había presentado al concurso de selección realizado para elegir al director gerente de los Centros. Supe también que se encontraba entre los finalistas y que finalmente, válgame la redundancia, no fue elegido, precisamente en el tramo dónde deciden también otras cosas, aparte de la formación académica y experiencia laboral.

Aunque no tengo una especial relación, ni nunca la he tenido con el miembro vasco de la familia Acosta, por la que sí siento un profundo aprecio y consideración ( más por uno que por otros, también sea dicho de paso), no en vano trabajé, pasé ratos inolvidables y discutí de lo habido y de lo haber durante más de diez años, si tengo una alta consideración de su capacidad laboral y gerencial. Las cosas como son. Así que no sé si salimos ganando o no con esa elección, la hayan hecho los trabajadores, directivos o el propio presidente. Aunque este último, y le creo, ha dicho que él no ha tenido nada que ver.

Años más tarde, presidente. Por las cosas de la vida y de este trabajo sí tuve la oportunidad de escuchar de primera mano ( ¿o se dice primera voz?) las duras acusaciones que hacía  un tercer candidato que aseguraba cosas muy raras y que afirmó que sufrió acusaciones tan graves como inciertas para evitar que llegara a ese puesto. No es un loco, ni ha desaparecido del todo, ni muchos menos, el personaje de la escena en Canarias. Pero como aquel prefiere callar, y medios tiene si quisiera denunciar algo, no voy a ser yo quien profundice o diga algo más. Y dejo esto al nivel de elucubración temprana de un jueves otoñal. Ni digo nada, ni quiero nada. Sólo poner sobre la mesa que en estas selecciones de última hora, cuando el perfil de cualquiera de los finalistas reúne de forma holgada los requisitos del cargo, se elige por empatía, por presencia y otras cosas (que ya también venían valoradas de la preselección) que en esta fase son decisivas.

El problema, señor presidente, es que al margen de que a Muzás y a su familia le viniera muy mal no ser seleccionado porque creían ( y yo también lo creo) que podría haberlo hecho, como mínimo, igual de bien que José Juan Lorenzo, ese no es el meollo de la cuestión. Ellos están en su derecho de pensar que, si en lugar de aquellos electores hubiera habido otros, hubiera sido elegido. Al igual que usted está convencido de que si en vez de usted está Carlos Espino, que también fue consejero de los Centros como usted, el elegido no hubiera sido Lorenzo. Y no sé si piensa, incluso, que Espino, cuando se cargó a Lorenzo, con indemnización de más de 70.000 euros, estaba pensando en ofrecerle el cargo, a través, claro, de ese concurso de selección, a otra persona.  Pero eso es lo de menos. Como lo es la guerra abierta que tienen usted y los Acosta, donde sobran insultos mutuos y faltas de respeto y se echa de menos un fisco de sentido común. Pero en su casa, que cada uno haga lo que quiera. Eso vale para los Acosta. Pero no para usted que está en la de todos.  De esas inquinas, me he gozado una cuantas a lo largos de estos años. Y nunca acaban bien. Ni para unos ni para otros. Aunque a veces la rentabilizan mejor unos y otras, otros.

Señor presidente, deje esa intentona permanente de conectar de forma directa con los electores a través de medios unidireccionales, No digo que no lo haga alguna vez, no. Además, las redes sociales se prestan a ello, y mandatarios de medio mundo vacían sus vísceras ahí un día sí y otro también. Pero me parece agotador su afán de buscar el consentimiento multitudinario, a pesar de que se le resiste una y otra vez. Pero ahí sigue usted. ¡Erre que erre!

Señor presidente, abandone esa voluntad casi bolivariana (con permiso de Meca y su Podemos) de radiar sus actos bajo su singular visión y antinatural léxico. Gobierne, gobierne, presidente, que eso sí se acaba. Lo otro no. Las redes, el palabrerío, los enfrentamientos, el cainismo, eso sigue. No se va nunca. Lo tendrá siempre. Aunque sea a su pesar. Es verdad que desde que se apea uno del escalón del poder ya son menos seguidores, menos palmeros y menos, también, acusadores, porque ya el pan de nadie depende de uno, pero las claves siguen ahí. Y, precisamente, por eso no hay que perder el poder. Lo que quieren sus enemigos es que se muera políticamente (creo, sinceramente, que no pasa de ahí, pero yo no pongo la mano en el fuego) y se les gana gobernando. Demostrando su mala salud de hierro.

Y, ahora, señor presidente, lo que necesita para seguir gobernando no es tocarle sus cosas a los enemigos. No aporta nada insultarles, vilipendiarles o, como cree usted, "defenderse con las mismas armas con las que ellos le intentan hacer pupita a todas horas". ¡Gobierne, presidente, gobierne! Y no caiga en embustes ni provocaciones. Quizás ahí, pueda perder la opción de gobernar, que se cansen de sus cuitas quienes tienen que apoyarle. Y, entonces, presidente, se cae todo y vendrá la soledad de las redes y tendrá usted que entretenerse como yo, escribiendo boberías a las que nadie hace caso. Tranquilo, ya sé que usted tampoco. Pero yo se las digo. Y entiéndame, esto es así, cuando no hay cuartos, ni poder, ni palmeros. Solo ganas de trabajar y alguna neurona despierta. ¡Despierte la suya, presidente, y gobierne.

El gobierno no está en esta parte, en los medios. Está en el pleno, ahí, a su lado. Sume doce y cálleles hasta mayo de 2019. A todos. Es sencillo, presidente, gobernar sin exabruptos son doce consejeros y usted tiene sólo siete, Entonces no puede hacer sólo lo que usted quiere ni las cosas pueden ser exactamente como usted las sueña. Dé cartas, y juegue honestamente con los pocos amigos que le quedan, que si se despista un poco pasa usted para la fila de los malqueridos que tengo a medio hacer en la otra pantalla.

No, señor presidente, no, no es debilidad sacrificar parte del botín para conservar el resto. ¡Qué va, señor presidente, es inteligencia! Si pierde todo por aferrarse al cuarto que le pedían no recibirá aplausos ni reconocimiento. Le tratarán de burro para arriba, presidente. Si quiere gobernar, si quiere vencer , tiene que tener lo que sus enemigos quieren que no tenga. Pues eso. ¿Y eso como se consigue? Venga, presidente, venga, saque la calculadora.

Necesita doce y tiene siete. Exacto, resta. Nos faltan cinco. Ok. Tiene a Juan Manuel Sosa  a punto de un infarto pero más pegado a usted que una lapa. Ok. Faltan cuatro. Sí, ese que está que entra y que sale, que se sienta y se vuelve a levantar, que coge el móvil y se va al baño a hablar y vuelve y se va otra vez es Manuel Cabrera, el del PIL. Usted, presidente, sabe que entre sus rivales y sus enemigos, donde Manuel tiene amigos y colegas, tienen al del PIL loquito. Y él se deja querer, que a Manolo le gusta más un protagonismo, si es con micrófono pide dos raciones, que comer. Bueno, quizás esté exagerando, presidente. Pero sí que le gusta. Así que réstelo pero dese prisa que se va. Le faltan tres. Sólo tres, presidente.

¿A quienes coge, presidente? ¿A los tres de Podemos? vale, tachados. ¿A los cinco del PSOE? ¡Eh, sin faltar! Tachados. ¿A los dos de Somos y al Benjamín de Ciudadanos) ¡tachados, tachados!  ¿Quiénes nos quedan, presidente? ¡Sólo los del PP! ¡ Y entonces qué dudas tiene! No ve que es el PP o el PP. y lo que es peor todavía, como siga mareando la perdiz, se creerá, una mañana de estas, que oye la marabunta, gente alborotada y tumultuosa contra usted, cuando sólo se tratará de que Manuel Cabrera va a todo gas a firmar eso que tanto teme usted.

No hay más, presidente. Acepte que parte del botín tendrá que dárselo al PP. ¡Quién sabe, gracias a eso a lo mejor ( para usted) llega con posibilidades de ser candidato otra vez en 2019!  

 Sin amigos, no hay paraíso, presidente. ¡Aló, presidente!

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