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De tres estrellas a estrella de tres puntas

Foto de familia de los consejeros del Cabildo de este mandato.

¿Pero qué pasa en el Cabildo, muchacho? (VII)

Son jóvenes, unos más que otro, pero los tres todavía venden frescura y alientan a sus bases con entusiasmo juvenil. Llegaron a la política al mismo tiempo, en plena vorágine regenerativa, cuando se empezó a hablar de vieja y nueva política. Se acomodaron en un vagón privilegiado de lo nuevo y se lanzaron a conquistar corporaciones con la misma ilusión y atrevimiento con la que Ulises afrontó su travesía. Se han batido entre ellos con tanto descaro y exceso, buscando ser cada uno el heredero de lo que perdía la política vieja, que gustaba oírlos. Cada uno con su retórica, todos con sus espolones subiditos.   

 Uno, el mayor de ellos, Carlos Manuel Meca Martín, de 43 años, economista de formación y agitador por devoción y práctica diaria, se acomodó con acierto en Podemos desde sus inicios en la Isla. Es el secretario general en Lanzarote, portavoz en el Cabildo y jefe de los tres consejeros que tiene la marca. Otro, Tomás Juan López González, 34 años, periodista e historiador de formación y hombre inquieto como ocupación, fue capaz de derrotar al veterano sindicalista Andrés Barreto en sus propias tierras de Alternativa Ciudadana y liderar un proyecto de izquierdas y nacionalista que llamó Somos Lanzarote y autodefine como Organización Transformadora. Simplificando, podría ser el Podemos con acento canario y tendencia nacionalista. Ideología de izquierdas pero entre los paralelos que circundan al archipiélago en exclusividad. Es el líder del partido y portavoz casi de sí mismo en el Cabildo porque su compañera consejera María de la Paz Cabrera sigue siéndole leal al viejo Guanarteme que bajó del SOC y no reconoce del todo ( o de nada) a Tomás Juan.

Y llegamos al tercero, al benjamín de la política cabildicia, que representa con todo orgullo al nuevo centro derecha ( progresista y liberal, dicen ellos, sin encontrar contradicción) de Ciudadanos. Benjamín Perdomo Barreto, 32 años, formado en relaciones públicas y publicidad y ocupado como asesor financiero, vive en absoluto estado de libertad (no en estado salvaje, no confundir) porque la todavía débil estructura del partido en Lanzarote,  aunque ahora empiezan a reforzarla, le permite hacer y deshacer casi a su antojo, siempre y cuando no caiga en planteamientos contrarios a las ideas fuerza de la propia organización estatal.

Son sus perfiles. Tres hombres, jóvenes, unos más que otro, que han aprovechado el descarrilamiento de los partidos tradicionales, en unos momentos convulsos en los que la mezcla de corrupción y crisis económica generalizada se convirtió en un coctel molotov que quemó al sistema, para acceder a la vida pública. Al juego político e institucional. Y ahí han estado. Jugando ese papel, dando caña, con críticas aceradas y escenificaciones más modernas. Pero, ahora, las nuevas estrellas, venidas de la galaxia regeneración, tienen delante otro escenario, otro reto. Están los tres entusiasmados con provocar la caída del presidente electo, de poner la renovación al servicio del cambio, y el cambio al servicio de sus intenciones programáticas. Y, entonces, las tres estrellas que competían por ver quién daba más luz, con sus egos henchidos, se sientan en una mesa para transformar la fuerza de los tres en la suma de los tres.

Y así pasan de ser estrellas de su propio firmamento a conformar una estrella de tres puntas. La de Podemos apuntando para la izquierda, la de Ciudadanos para la derecha y Somos Lanzarote, desde arriba, desde la punta equidistante de las otras dos, con su acento canario, dándoles la mano. Ya son seis. Y van a la de una y lo tienen claro. Son seis, suman seis consejeros, la mitad de los necesario para poder presentar una moción de censura. Son casi un cuarto perfecto del total de consejeros, 6 de 23. ¿Pero cómo se llega de seis a doce para conseguir la regeneración si lo que queda en el plenario, si el resto de la Corporación pertenece a la vieja política? Entonces la estrella de tres puntas empieza a flaquear.

A Carlos Manuel y a Tomás Juan, la estrella de tres puntas les recuerda las que llevaban las Brigadas internacionales como símbolo del internacionalismo proletario, la solidaridad y el apoyo mutuo, en definitiva, la clase obrera. En cambio, Benjamín, que es más niño, la estrella de tres puntas que él conoce y quiere reproducir en su garaje muchas veces es la que lucen en sus despampanantes capós los Mercedes. Unos ven solidaridad e izquierdas y el otro la vincula más a las reminiscencias religiosas de Odín y sus grandezas nórdicas. Es verdad que los tres se han criado en familias acomodadas, y que ninguno de ellos vivió las estrecheces propias de esta isla pobre, pero los tres han hecho de sus vidas su propio proyecto. Por eso, teniendo el mismo objetivo, chocan a la hora de ver la manera de afrontar las relaciones con los reductos de la antigua era del bipartidismo y sus aliados periféricos necesarios.

Entonces, Benjamín, que es más espontáneo, no cae en formalismos. Tomás Juan que es más reflexivo, pero acostumbrado a estar en la ola mediática, no renuncia a su propósito, Todo lo contrario, quiere aprovechar el momento para ganar visibilidad y buscar aliados estratégicos de futuro. Y, chico, tocar poder que el bla, bla, bla ya lo conoce y, aunque no le ha ido mal, sabe que le puede venir mejor empezar a acomodarse en despacho con secretaria y mando en plaza. Pero no basta con Benjamín y Tomás.

Hay que arrastrar a Carlos Meca. Y este, que es mayor que los otros dos, que lleva años dando y recibiendo palos, que se ha expuesto sobremanera, no puede caer en el primer envite de sus compañeros de regeneración. Además, es el que más tiene que perder, tres consejeros y una marca poderosa en la izquierda, y menos que ganar. Es verdad que le apetece un "egg" darle un revolcón histórico a Pedro, su eterno rival y "musa" agitadora en su "Velázquez" insular, pero también empieza a tener la corazonada que va a ser el menos que lo rentabilice. Y algo así debe ser porque de otra manera no se entiende el millón de presiones que está recibiendo por gente que "ni le votó y que volverá a no votarle" para que se sume al carro sin miramientos. Después de tanto pase, con verónicas y saltos de la rana incluidos, en su caricaturesco toreo diario al presidente y su consejeros, lo que apetece para acabar con la faena es sacar la espada y matar con el estilo y la frialdad que lo hacen los toreros de la Andalucía de sus ancestros. Pero, claro, no se expone uno tanto, ni de forma tan arriesgada, para poner el botín en manos de los enemigos. Que eso es lo que son esos partidos de la vieja política, de la corrupción y el zurrón de gofio.  

¿Realmente vale la pena perder el aurea de anti para abrazarse a lo que tanto hemos criticado?¿Es la venganza el mejor estímulo para cambiar una sociedad? ¿Provocar la caída de un gobierno ajeno para que lo sustituya otro gobierno ajeno?¿Disfrutar con la caída de un criticado diario para subir a los altares a otro criticado diario, que, además, lo que quiere es recuperar el espacio electoral que le he arrebatado? Son demasiadas preguntas. Y lo peor de todo es que la exhibición de pretensiones tan contradictorias con su forma de ser y pensar tampoco garantiza la caída del otro. Hará un esfuerzo de automutilación moral para que los censuradores se queden a las puertas, con 11 de los 12 necesarios. Y, después, toca sentarse delante o detrás de la mesa a esperar para ver si vienen el PIL o, como caso extremo, el PP. ¡Meca esperando por el PIL o el PP!

Una estrella dicen que es cualquier objeto con rayos que parten de un centro común. Me da que Carlos Meca y su Podemos de Lanzarote prefieren seguir siendo estrella única que estrella de tres puntas. Prefieren su propia estrella a acabar estrellados. Es lo que suele pasar cuando vamos ciegos por el rival. Y puede que sea hasta más rentable electoralmente y divertido ver como el PSOE dedica año y medio a explicar qué vio entre los consejeros para pegar semejante patinazo.

Son ellos, son tres, tres estrellas de la nueva política. Vamos a ver si superan la primera prueba que le ha puesto el destino o, en cambio, acaban como los jóvenes cacharros de los partidos tradicionales. Están locos por cambiarlo todo hasta que los de siempre le dan un carguito y un sueldo. A partir de ahí, su batalla más sangrienta y dura es la de conservarlo.

El tiempo dirá.

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