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...Y el puntal se dejó caer

No sé que pasó en la reunión que mantuvieron el presidente del Cabildo, Pedro San Ginés, y su vicepresidente segundo, Manuel Cabrera. Pero sí sé que las intenciones de ambos era aprovechar ese encuentro para reconducir una situación que los dos entendían que no les beneficiaba en nada. Lo sé de la mejor fuente posible cuando se habla de personas que están al alcance de uno y al revés.

 Pedro San Ginés sabía que tenía que arreglar el fleco que se quedó colgando en su negociación con el PP para darle mayoría absoluta en el pleno al grupo de gobierno. Y se hizo por un exceso de confianza por su parte y la de su partido. Aunque el resultado desencadenado tiene que ver más con la voluntad exclusivamente personal, a la que ha arrastrado a parte del PIL y ha provocado un daño interno de incalculable consecuencias para una organización política que lucha por la permanencia desde una situación crítica. Manuel Cabrera, en el rebote que ha cogido por lo que entiende un ninguneo personal por parte de San Ginés, ha echado un pulso no sólo al presidente sino también al propio partido. Eso también lo sé por fuentes muy directas y desde lo más alto de la jerarquía orgánica del PIL. Es verdad que en su envite ha contado con su incondicional Feliciano Díaz, que sabe de política lo mismo que yo de esquí acuático.

La vehemencia de Manuel Cabrera por defender su Vicepresidencia I, que considera una conquista irrenunciable, que de eso se trata y no de más para Lanzarote o menos para Coalición Canaria, coloca sus aspiraciones más en un capricho personal que en una propuesta política seria de quien ocupa el principal cargo de un partido que está pidiendo agua por señas. Hasta las poquitas encuestas que se hacen en estos tiempos en esta asirocada isla (este año preelectoral surgirán como hongos) se valoraba positivamente la actitud del PIL de apostar por gobernar en lugar de enfrascarse en batallas baldías y rupturistas. Con esa estrategia también acaba Manuel Cabrera bajándose del grupo de gobierno sin contar con nadie. Por una decisión meramente personal, a la que arrastra no sólo al partido sino que pone a este al borde de la desaparición.

Es verdad que una decisión personal no hay que consensuarla con nadie. Pero en política, la decisión personal honesta, la respetuosa con el partido, es aquella en la que no sólo se dimite de los cargos sino que, además, se renuncia al acta y se deja paso a alguien que esté más de acuerdo con los intereses del grupo y esté dispuesto aceptar las decisiones colegiadas. En estas actitudes, puede más el recuerdo que tanto rechazaban del líder histórico del PIL. Aquello de que Dimas hacia lo que quería él y el consenso lo entendía como que todos aceptaban que él hiciera lo que quería. Algo que ha buscado Manuel Cabrera estos días sin atenerse a otros miramientos. Lo intentó vender internamente como una forma de rearmar al PIL, como una manera de decir que el PIL no se doblega, que el PIL se enfrenta a Pedro y le pone límites. Solamente le faltó reconocerles que donde decía PIL, él pensaba en él, que quería proyectar en la sociedad que Manuel Cabrera era el puntal del PIL, sin el más mínimo respeto por el actual presidente Ramón Bermúdez, y que era él el nuevo Dimas. Por supuesto, se le olvidó que sus niveles de popularidad y captación de votos, nada tienen que ver con aquel. Y se lo olvidó también que gracias al PIL hoy es consejero del Cabildo. No gracias sólo a Manuel Cabrera, sino gracias al PIL y al propio Ramón Bermúdez, que aceptó, sin ganas pero sin protestar, ser el número dos y dejarle el uno a él. Quizás sea el momento de devolverle el favor. Sólo por honestad.

En el artículo "De pollo a puntal" que le dediqué a Manuel Cabrera cuando fue nombrado vicepresidente primero por Pedro San Ginés,  que él aceptó sin el más mínimo reparo y sin decir ni "mu" sobre la especial forma de ser, actuar y maniobras del presidente, le decía que había actuado como su padre en los terreros de lucha, en los que fue un puntal. Estaba convencido de que Manuel estaba actuando con enorme inteligencia en la situación que le había sobrevenido con la salida del gobierno del PSOE. Ser uno de veintitrés y convertirte en clave tiene su mérito y su juego. Pero tengo que reconocer también que en esta ocasión le ha faltado la parsimonia de su padre para definir la agarrada y ha actuado exclusivamente con los bríos propios de un muchacho. Además, ha aprovechado su reivindicación de puntal, ha puesto todo el equipo patas arriba, para después dejarse caer por propio orgullo. Sinceramente, me parece poco noble. Como también me lo parece que en su carta de despedida a los medios, intentando hacer olvidar a los demás que no es nuevo en esto de la política,  incluyera  que "(...) Nunca pensé que en una decisión de índole personal pudieran caber tantas tensiones, presiones y hasta veladas coacciones(...)". Sinceramente, repito, confundir las emociones personales exclusivamente con representar a un electorado y un partido es un mero ejercicio de narcisismo que sólo se entiende en aquel que no se da cuenta que los palmeros que tiene alrededor, que le animan y le ensalzan en su decisión, no sólo no son del PIL y de su electorado sino que tienen siglas propias e intereses distintos a lo que se entiende por el bien común.

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