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El hombre apacible

En septiembre de 2006, en la publicación El Horizonte, hice una semblanza reportaje del que fue el juez de Paz más duradero de la historia de Tías, en la que Manuel Reyes Fontes profundizaba sobre su experiencia vital, con motivo de sus 25 años en este cargo municipal. Me habló despacio, quitándose importancia pero sin olvidar ninguna de sus vivencias, en aquella conversación cómplice que mantuvimos cuando ya éramos amigos. Me contó su infancia en un pueblo de Tías distinto al actual, en el que este hombre nacido en tiempos de guerra fratricida, qué paradoja, siempre apostó por la paz. En esa sociedad, me decía, se buscó la vida desde pequeño al lado de sus padres, cuidando cabras, ayudando en la agricultura y de peón en el pueblo, donde nace en el Lugar de Arriba. Después, más grandito, pone una empresa de transporte para enarenar fincas, en los años 60 del siglo pasado, con Eugenio Bermúdez de socio. E inicia su faceta pública como directivo, primero, y presidente, después, de la Sociedad Unión Sur Tías. En 1966, fue propuesto como concejal y en el Ayuntamiento permaneció durante 13 años, hasta 1979. Pero lo que marcó su vida, hasta el punto de llegar a conocérsele más por ello que hasta por su propio nombre, fue ser  el juez de paz de Tías por tres largas décadas. La cosa surgió cuando era taxista, en 1981, con su coche con la licencia número 9, y se dedicaba a llevar turistas de un lado para otro. Le llegó la comunicación del Ministerio de Justicia que le devolvió a la esfera pública, aunque sin dejar de ser taxista, que la cosa era poco lucrativa y él, además de servir al pueblo, tenía que mantener a su familia.

Para mí, Manuel Reyes fue un descubrimiento tardío. Le conocía desde pequeño de verle en el taxi y de ser el padre de mi compañero de clase en la EGB en  Tías, Plácido Manuel, y de Esther, una entrañable amiga de mi  hermana Mañeves. Cuando eso, César era un niño que todavía no figuraba en mi imaginario. Sabía quién era pero no tenía trato, más allá del hola y adiós típico de los pueblos a todo el mundo. y la primera experiencia tampoco fue del todo satisfactoria.

Manuel Reyes, en una procesión de las fiestas locales con el que era alcalde de Tías, José Juan Cruz.

Recuerdo aquel día de la primera vez. Y me sorprendió muchos años después que él también la recordara. Fue en el año 1986, él llevaba cinco años de Juez de Paz y yo era un muchacho de diecinueve años, universitario y periodista deportivo, que en lugar de estar preparando el examen del día siguiente estaba en la sala de espera del Ayuntamiento de Tías esperando al Juez de Paz, acompañado por un joven abogado y excelente persona, mayor que yo, claro, José Juan Ramírez, y con visitas permanentes del que era secretario municipal, Pancho Perdomo. Dos personas que conocí en esos momentos también. Y de los que guardo un enorme recuerdo también.

Estaba allí esperando un acto de conciliación, al que me había convocado un directivo de la extinta ADELCA porque le había publicado en Lancelot que se había gastado dinero de la lucha canaria en  salas de fiesta. El hombre, aunque sabía que era verdad y que tenía la revista en la que se denunciaba el hecho años atrás, amenazó con llevarme al juzgado si no me avenía a rectificar. Yo no quería rectificar nada y cuanto más soberbio se ponía aquel canarión casi sesentón más se sublevaba mi condición de joven rebelde. No había forma de llegar a acuerdo alguno. En esas, llega Manuel Reyes, oye una poco la discusión, mira para Pancho, que era el que llevaba la batuta, y le suelta: "Venga, pues para el juzgado, si no quieren llegar a un acuerdo no vamos a perder toda la mañana aquí con esto". En realidad, la mañana ya estaba perdida y nos acercábamos a las dos de la tarde. Sólo las llamadas de Antonio Coll, exigiéndole un acuerdo a José Juan Ramírez, que decía, con el máximo respeto, que era mi abogado y que iba a hacer lo que yo quisiera y que ir al juzgado tampoco significaba nada malo, acabaron con un texto de rectificación que viví como una absoluta traición del semanario para el que escribía. Pero tenía 19 años, y mañana tenía un examen. No cabe duda que era lo más práctico para olvidar el asunto y concentrarme en los estudios. Pero, en nada, me gustó la experiencia, aunque no se atendieran ni un ápice las aspiraciones económicas de aquel retorcido canarión. La imagen que me quedó de Manuel tampoco fue la mejor.

Portada de El Horizonte, en que se cuenta la experiencia de Manuel Reyes como juez de paz durante 25 años en Tías.

Durante muchos años, ese fue mi recuerdo personal de Manuel. Hasta que volví a Tías, con el proyecto de El Horizonte, en 1996, y empezamos a encontrarnos en actos y compartimos momentos inolvidables. Cuando le recordé el caso, me miró serio, con los ojos muy abiertos, y con toda naturalidad me soltó: " ¡Claro que me acuerdo. Y qué querías que hiciera, si es por ti estás allí hasta el día siguiente blandiendo aquellas revistas viejas mientras el otro seguía erre que erre que tenías que avenirte!". No le faltaba razón, ni memoria.

A partir de ahí, de encontrarlo aquí y allí en el municipio, siempre trajeado, con su planta de caballero, y presto a la conversación sosegada, mejor si era con una copa de un buen vino, le cogí un enorme cariño. Que sentí siempre correspondido. Tanto que, a pesar de otras ofertas, le elegí para que oficiara mi boda. Y casi no me casa. Esta vez fui yo quien lo hizo esperar. No como revancha, sino cumpliendo el protocolo que marcan las mujeres para considerar que están preparadas para decir el sí quiero. Era un viernes, había tres bodas programadas en Tías y nosotros éramos los primeros a las once horas. Llegamos a las doce menos cuarto, allí ya no había nadie. Miro en el Salón Indieras y lo veo en una esquina, hablando con un funcionario. La que iba a ser mi mujer no sabía dónde meterse, escondida detrás de los padrinos. Y yo voy a por Manuel. Me miró a la vez que miraba el reloj  y me dijo que no, que ya era tarde, que la boda era a las once y que me había esperado media hora, que había casado a las otras dos parejas  y que nada. Mi mujer, o la que iba a ser mi mujer, no daba crédito. Menos todavía de que yo estuviera muerto de la risa mientras me decía aquello. Al final, con su característica sorna, me dijo que me casaba porque era yo y le pedía disculpas a mi ya mujer por la broma.

Manuel Reyes, con el magistrado Antonio Castro.

Escribía en aquel reportaje de 2006, que Manuel "Tiene una mirada noble, una piel blanca y unos modos y maneras que le emparentan con la burguesía. Disfruta con la conversación; de forma pausada y jovial diluye la intención de conocer su fecha de nacimiento. Es lo suficientemente mayor como para haber sido empaquetador de tomates, transportista, taxista, concejal y durante 25 años juez de Paz de Tías. Manuel Reyes Fontes es, ante todo, un hombre enamorado de la vida, donde ha sabido aprovechar los años para ganar en experiencia y en calidad". Lo escribí hace casi 12 años pero no quitaría nada. Bueno, sí,  tendría que cambiar el "tiene" por "tenía" y el "es" por "fue" porque ayer, a los 82 años de edad, acompañado por quienes más quería, sus hijos, se fue para siempre del pueblo que nunca abandonó. ¡Buen viaje, amigo!

elperiodicodelanzarote.com