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Cuando puede la sinrazón

La política de Lanzarote se sostiene desde hace años en unos pantanosos cimientos. Junto a los protagonistas políticos, se mueve una masa de intereses de todo tipo que lleva a situaciones realmente esperpénticas. En el Cabildo, por ser donde reside el gobierno de isla y gozar de un potencial económico y decisorio importante, es donde se visibiliza con mayor facilidad las entradas y salidas del entuerto. Los choques políticos, entre partidos, los mediáticos, los político mediáticos y los empresariales con lo público se enquistan en el Cabildo con semejante virulencia que tapa el resto de las necesidades. En cambio, el debate social, el de las necesidades y atenciones, se queda un escalón más bajo, en las mismas puertas de los ayuntamientos, donde alcaldes y concejales despachan diariamente con los vecinos con desigual fortuna. En el Cabildo, en cambio, el político no dedica su tiempo a recibir listas de vecinos que se amontonan e impacientan porque "de lo mío" no se sabe nada.

La política cabildicia es un escalón más alto entre el terrenal ayuntamiento y el celestial Parlamento o Gobierno de Canarias. En él, los políticos, tanto los del gobierno como los de la oposición, ya viven enganchados al sueldo, la secretaria y la tableta digital. Hablan todos ellos como si hubiesen sido elegidos al Parlamento Europeo o fueran doctorandos en fase expositiva de sus exclusivas tesis. Se olvidan, con tanta frecuencia que ni yo recuerdo el número, que han sido elegidos por los habitantes de una islita de poco más de 800 kilómetros cuadrados, incluidos sus paradisiacos islotes, y casi 150.000 habitantes para gestionar lo público en consonancia con los ayuntamientos y las administraciones suprainsulares.

Que su elección, en la que participa poco más de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto, se debe exclusivamente a esa obligación democrática de elegir entre los que se presentan con el propósito de armar unas corporaciones con unos ejecutivos capaces de afrontar las exigencias del cargo. Que la propia elección no les hace ni mejor ni peor persona. Y que será su gestión, no su palabrerío fácil y su inquina atormentada, la que quitará o dará razón. Y eso vale para los del  gobierno y también para los de la oposición. Unos tienen que sumar obras y servicios; los otros fiscalización, control y nuevas propuestas que justifiquen que su actuación ha mejorado la oferta público. Lo otro, "el yo y tú más", sin esto de las obras y servicios, corresponde al espectáculo circense que capta voluntades perdidas pero que pierde voluntades prácticas.

Es aquí, en la esfera del Cabildo, aunque es en el Ayuntamiento de Arrecife donde baja a la parte más miserable de la política, donde se percibe el hedor demagógico e hipócrita de quienes creyéndose por encima de quienes les votan, y a quienes representan, convierten sus intereses personales y electorales en los únicos guías de su actividad diaria. Se ponen sueldo, secretaria y reciben la tableta y a vivir que son dos días. Ves a quienes creen que la actividad política, por no tener horario, se reduce a tu gusto. Así dedican su tiempo a viajar, ahora que pueden, que tienen dinero fresquito y fácil,  a estudiar una carrera o un máster, como si el sueldo fuera una beca para privilegiados, la única que sí da para atender las necesidades de un estudiante, o a filosofar sin el más mínimo reparo ni intencionalidad. Y, por supuesto, dedican también gran parte del tiempo a garantizarse, en esta selecta vía, el puesto futuro. No importa usar los recursos públicos para ganar batallas internas en los partidos, gracias a enchufes y adquisiciones de compañeros reacios, ni utilizar el debate público para encaramarse en listas o mejores puestos futuros. Cuestión esta última legítima si se hiciera proporcionando un bien a la sociedad, demostrando que se sabe hacer mejor, o aportando las mejores soluciones cuando toque. Y, si se cobra de la institución, toca siempre. Ni gobierno ni oposición, pueden ser rivales entre ellos, pero la obligación de buscar los mejores resultados y atender las mayores necesidades es de todos y cada uno de los veintitrés consejeros electores. También, claro, de los no electos, que se han puesto de moda de último, y de la peor manera. Los mediocres elegidos por el pueblo nos los tragamos con las urnas, los otros son, claramente, reprochables.

En estas circunstancias, la batalla que se ha abierto por la ejecución de la sentencia sobre la Cueva de los Verdes, que enfrentó al Ayuntamiento de Haría y al Cabildo de Lanzarote por una guerra intestina de CC, es todo un ejemplo de la sinrazón política. Aquellos enfrentamientos entre los dos gallos de pelea de CC, el alcalde de Haría, Pepe Torres y el presidente del Cabildo, Pedro San Ginés, que sacaron sus desavenencias de la organización política para envenenar las administraciones que presidían, siguen siendo una vía para desenfundar unos contra otros. Sorprende sobremanera, que los 23 consejeros elegidos por la población lanzaroteña para defender sus intereses insulares, a través del instrumento administrativo, lejos de la unanimidad para afrontar las obligaciones con el mínimo coste posible, se enfrenten encarnizadamente para instalar la decepción y el mayor quebranto. No cabe en cabeza humana. Fuera, claro, de estas 23 estrellas del firmamento, que se creen los elegidos para todo menos para gestionar adecuadamente la administración que les ha tocado en sorteo electoral. De pena.

La realidad que se presenta de esa manera es sencilla de analizar. Y de entender. Es, además, un ejemplo grotesco de lo que pasa todos los días en la gestión pública de forma más subrepticia. Se nota, a las claras, que el quebranto económico que se le pueda causar a la administración es lo de menos. Se nota, igualmente, que se busca, sobre todo, el mayor desgaste posible para quien preside la corporación. Quien, por otra parte, defiende más su cabeza, aunque en este caso le exija hacer cosa más lógica, que la propia institución. Los consejeros de la oposición, entre ellos el PSOE, que estuvo en el Gobierno cuando se desató la guerra y no dijo ni pío ( sus intereses eran otros antes), no piden ahora al Cabildo que gestione la crisis, la negociación de la ejecución, de forma hábil, que garantice el menor gasto. ¡Qué va! lejos de eso, intentan ponerle nervioso, boicotean todas sus actuaciones y telegrafían sus movimientos a la oposición de Haría, donde tienen correligionarios partidarios, para que impidan que el Cabildo aminore sus obligaciones.

 Los consejeros de la oposición del Cabildo, elegidos por los lanzaroteños para defender los intereses insulares y de la institución, presionan para que el Cabildo tenga que pagar lo máximo posible, para que entre, si es posible, en una situación de quiebra técnica, y desembolse hasta la última gota de su sangre presupuestaria en beneficio de Haría, por un pleito judicial que evidencia un montón de cosas indeseables pero, en ningún caso, la mejor solución para Haría, el Cabildo y los Centros. Y lo saben todos, y precisamente por eso se quieren aprovechar. Claro, en beneficio propio, partidario, electoral, aunque vaya en contra de los intereses del Cabildo, de todos los lanzaroteños.

Sorprende enormemente que aquellos partidos con representación en Haría, que tienen a sus concejales en la oposición, que reclaman que el Cabildo pague, hasta con su última gota de sangre, la derrota de su presidente frente a su exalcalde, reprobado por el municipio en las elecciones últimas, conocida ya la sentencia, aplaudan la defensa de los intereses maximalistas del Ayuntamiento cuando ellos se entregan al abandono de los del Cabildo. Y el peor caso de todos es el de Somos Lanzarote. Aquí no basta con que los dos consejeros no muestren flojera a la hora de defender un roto de estas características al Cabildo sino que, además, se embarcan en una operación promovida por los que no gobiernan ni en Haría ni en el Cabildo, ni han demostrado más preocupación que sus propios intereses personales, electorales y crematísticos, para causarle un descocido a sus compañeros de partido en Haría, socios de gobierno en el municipio de marras.

No basta con que el nuevo alcalde de Haría, Marciano Acuña, y el viejo presidente del Cabildo, Pedro San Ginés, intenten aprovechar su empatía para ejecutar la resolución del pleito causando los mínimos trastornos y garantizando unos beneficios ciertos para el municipio de Haría, los CACT y el propio Cabildo. Y no basta porque quienes están detrás, empujando hacia el desacuerdo, con gritos, abogados, caricaturas y aspiraciones electorales y crematísticas, solo quieren la cabeza del presidente. Paradójicamente, por intentar que el coste para el Cabildo que preside sea el mínimo posible. Y de paso la del alcalde, por intentar que esa sentencia se convierta en el aval para que Haría tenga trabajando al Cabildo en su municipio durante diez años, ejecutando inversiones que ni soñaban, mientras la Cueva de los Verdes sigue en su sitio y ellos consolidan sus derechos persecula seculorum. O sea, el fracaso que todos deseamos en nuestras vidas.

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