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La rotonda del amigo Gabarrón

Aureliano Montero Gabarrón

Ayer, la rotonda de entrada al Puerto de Los Mármoles fue bautizada con el nombre de un amigo. Ahora, enfrente de la misma, en la pared, recogido en una placa, figura el nombre Aureliano Montero Gabarrón. El homenaje que ayer le brindó la Autoridad Portuaria de Las Palmas a Aureliano Montero Gabarrón es más que merecido. Durante más de 35 años aquel espacio fue su lugar de trabajo como "encargado" del Puerto. Desde el año 1966, cuando todo era tan distinto, hasta entrado este siglo, estuvo allí colaborando con su trabajo y saber en la evolución de un puerto que siempre necesitó más de lo que se le ha dado, incluso ha estado falto de cariño a sus propios trabajadores. Por eso, que la principal plazoleta de acceso a Los Mármoles lleve el nombre de Plaza Aureliano Montero Gabarrón tiene más mérito.

Montero Gabarrón, al que yo llamaba Gabarrón para diferenciar de su hijo Aureliano Montero González, que compartimos durante muchos años redacción, tenía mucha más trascendencia social que la que le correspondía por su trabajo y su familia. Para mí, fue, sobre todo, un intelectual de izquierdas que no vio recompensada su entrega y su sacrificio por un entorno más dado a la fiesta que a la lectura; a la riqueza, que al conocimiento; al yo, que al nosotros. Y todas esas cosas le produjeron un amargor que me traslucía en la visita semanal que me hacía a la redacción de La Voz, para entregar su colaboración "Desde mi Noray", que alargábamos con una visita a la cafetería "La Tertulia", más tarde "La Unión" y finalmente ya desaparecida, como el propio Gabarrón, donde saludábamos a José Nordelo y me hablaba de sus cuitas y analizábamos la realidad. Con el hablé de la Perestroika, de la Unificación de Alemania, de Gorbachov, del Felipe que fue Isidoro y de un montón de cosas que él leía y que disfrutaba comentando. Era un luchador nato, un hombre de izquierdas convencido y un socialista decepcionado con la deriva que ya percibía, aunque se mantenía detrás de las siglas con el orgullo de quien luchó en la clandestinidad por esas ideas e, incluso, sufrió prisión por ellas. Hablamos también mucho del PSOE, del nacional y el insular, y vio con resquemor las primeras salidas interesadas del partido, al igual que ciertos atrincheramientos igualmente interesados.

Yo siempre digo que era un intelectual a su manera. Y un hombre comprometido sin fisuras. A veces demasiado exigente consigo mismo, hasta el punto de no abandonar una batallas aunque sólo le provocara sufrimiento. Como fue su batalla sin fin con el tema de MON(tero)COL (l)PA(llarés), sociedad propietaria de la que fue revista Lancelot, de la que fue uno de los fundadores, y de la que desapareció por acuerdo de los otros dos socios. Porque la otra actividad de Montero Gabarrón fue el periodismo, especialmente como columnista, donde daba su opinión con una sobriedad respetable. Estuvo también en muchas batallas, como la reivindicación de una ciudad deportiva para Lanzarote, en tiempos en los que reivindicar era un verbo proscrito.

Me alegra enormemente este reconocimiento al amigo Gabarrón. Aunque me apena que no se le hiciera cuando él pudiera disfrutarlo, mucho antes incluso de su fallecimiento, ya que una larga enfermedad final le mermó su enorme capacidad para analizar y discernir. Fue un hombre que aceptó un sufrimiento extraordinario para defender lo que creía que era justo y dejó muestras suficientes de sus ideas y obras como para que este no sea el único homenaje que le rinda esta tierra dentro y fuera del puerto, dentro y fuera del PSOE, dentro y fuera de la izquierda.  No estaría bien que su historia estuviera dando vueltas y vueltas, como en una rotonda sin salida, por las incomprensiones que producen, a veces, las filias y fobias y los malos entendidos.

Un hombre honesto, una plazoleta con un hombre digno, Aureliano Montero Gabarrón.    

elperiodicodelanzarote.com