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Se busca alcalde

¡Comienza el baile! (V)

En tiempos pasados, no tan lejanos, los partidos buscaban personas de prestigio en la sociedad para encabezar sus candidaturas. Querían apostar por candidatos que ya tuvieran una trayectoria, que fueran reconocidos por la ciudadanía y que tuvieran un recorrido personal y profesional que despertara empatía en los votantes. No había demasiado tiempo para darlo a conocer. Ni suficiente dinero, ni conocimientos de marketing político y mucho menos ganas de exponerse innecesariamente. Pero, en poco tiempo, todo cambió. Y, en estas cosas, suele ser a peor.

Ahora nos encontramos en una realidad viciada en la que se lleva a extremos absolutamente absurdos aquello de que lo más democrático es que cualquier persona pueda ocupar cualquier cargo. Y ya metidos a chequear la máxima, nada mejor que ocupe el cargo el peor de los vecinos, el menor preparado, el más desconocido y más lerdo para que quede demostrada en todos sus términos. Aquí ya los partidos han llegado al convencimiento de que los electores no tienen más remedio que elegir entre lo que ellos les ponen en las candidaturas. Y fuera de eso, ya no queda si no la abstención, el voto en blanco o nulo que, por cierto, en Lanzarote, y muy especialmente en Arrecife, ya es mayoría.

Les pondría nombrar a muchas personas de esta isla que llegaron a una candidatura por ese afán de los partidos de poner al frente de las instituciones a quienes ellos consideraban líderes sociales, personas de bien y con capacidad de ilusionar, primero, al vecindario y luego de solucionar sus problemas. Evidentemente, un personaje que la derecha considera un ejemplo  no tiene por qué coincidir con un icono de la izquierda y viceversa. Pero sí había un afán por encontrar personas de calidad humana reconocida y reconocible, entre otras cosas porque tendrían que votarles los ciudadanos. Así, por ejemplo, llegó a presidir el Cabildo de Lanzarote, derrotando inesperadamente al presidente socialista Enrique Pérez Parrilla, profesor valorado también en aquella época, aunque con el apoyo electoral de Dimas Martín, el abogado Nicolás de Páiz, que combinaba su prestigio profesional con su trato amigable y fama de buena gente. Por algo parecido, aunque no exactamente por lo mismo ni con los mismos resultados, fue el PSOE controlado por Miguel Angel Leal al despacho de Juan Calero, acompañado por sus compañeros y matrimonio Juana Hernández y Pedro Rodríguez, a buscar a Manuel Fajardo Palarea para presentarlo al Senado, primero, y a la Presidencia del Cabildo, después, aunque se fracasara en las dos ocasiones, y no fuera ni senador, ni presidente, pero sí llego a ser portavoz del PSOE en el Parlamento de Canarias y secretario general del partido durante ocho años.

Ahora, en cambio, los candidatos se deben a estrategias internas y oscuras de los partidos. Donde sólo se tiene en cuenta los apoyos que tiene en la organización y nada su valía para el cargo al que aspira. Además, por si fuera poco el atrevimiento, se hace acompañar en la lista por quienes demuestran más docilidad, aunque sepan todavía menos que el candidato para afrontar los problemas comunes de la ciudadanía. Y como aquello que puede empeorar acaba empeorando, según la máxima de Peter, ya puestos a que el alcalde no tiene ni idea y los concejales mucho menos, pues se nombra de asesores al resto de la cuadrilla que facilitaron el ascenso de los mencionados que saben exactamente lo mismo que ellos del tema a tratar. Solo sabiendo que las cosas se hacen así, se puede entender el entuerto del Ayuntamiento de Arrecife. Porque, aunque no sea un comportamiento exclusivo de la capital de la isla, aquí se ha conseguido perfeccionar hasta tal punto el sistema, que se bordea el caos total. El Ayuntamiento de Arrecife es, en la actualidad, la columna vertebral de la escenificación de los males que aquejan a la política local general y ha conseguido, en su afán de ser modelo, los resultados más ejemplarizantes del mal político. Hasta administrar la rutina se ha convertido en prueba de heroicidad en una ciudad donde lo único que abunda son los problemas y la desilusión.

Aunque la aparición de nuevos partidos ya es una reacción a las camarillas que controlan los tradicionales y se autoimponen como candidatos y gobernantes, a tenor exclusivamente de esa fuerza interna, y sin más requerimiento de capacidad, voluntad o mérito, también se vuelve a pensar en algunos  partidos en la necesidad de buscar candidatos que sean respetados por la ciudadanía, que sean referentes sociales y que den unas mínimas garantías de que no sólo van al cargo con la idea de disfrutar personalmente de las prebendas que lleva el mismo. Me consta que hay partidos en esa tesitura. Pero lo que es generalizado es el deseo popular de que Arrecife tenga un alcalde con capacidad y ganas de devolver a la ciudad al entendimiento con la razón  y la eficiencia. Que la ponga de una vez en el lugar que se merecen sus habitantes y donde debería estar la capital de una isla singular, bella y rica como es Lanzarote.

Es difícil, es cierto. Pero también está claro que si se sigue con el planteamiento de que alcalde de Arrecife puede ser cualquiera, y que cuanto peor mejor, la labor pasa de difícil a imposible. A un año de las elecciones, todavía estamos a tiempo de evitar que todos nuestros esfuerzos tributarios y políticos sólo sirvan para instalarnos un poquito ( o un mucho) en un infierno sin retorno.

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