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Las dudas de Astrid

¡Comienza el baile! (VI)

 La crisis económica que ha sufrido el mundo ( y también Lanzarote que, aunque a veces no lo parezca, es parte de él) nos ha dejado cambios importantes en la política española, como mínimo en la forma de organizarla. Lejos del sistema bipartidista, de aquellos dos partidos que desde la muerte de UCD a principios de los años ochenta del siglo pasado se han venido alternando en el gobierno del Estado y en casi todas las corporaciones locales y comunidades, a excepción de algunas manifestaciones nacionalistas o localistas, ahora se han puesto de moda otros dos nuevos y algunos inventos locales más.

Lo que antes se llamaba progresía y socialismo, ahora se llama Podemos. Y, en la bancada de la derecha, lo que antes era liberal, anti intervencionista y el PP, ahora brota con nombre más popular, aunque parezca nominalmente imposible, Ciudadanos. Antes, cuando el PSOE perdía influencia en la tierra de nadie, después de años de gobierno y desilusión, ese espacio era rápidamente ocupado por el PP y viceversa. Esa tierra de nadie, franca a la invasión y reconquistable, facilitaba el relevo bipartidista frente a los apegos de los más cercanos a ambas marcas, que delimitaban sus suelos electorales.

Eso ya no es así. Y no sólo la tierra de nadie ha sido conquistada, en gran parte, por los dos nuevos partidos, sino que se han instalado en los mismos suelos de las marcas atacadas, debilitándolas hasta extremos todavía inimaginables. Eso es así en líneas generales y no necesita mucha más explicación. Al igual que hay que recordar que el PP en Lanzarote no vivió en la política insular los tiempos dorados del Aznar de botas tejanas, que hablaba catalán en la intimidad y que arrasó en las elecciones generales del año 2000, en plena frontera de este siglo, al que entró de la mano de Bush y a cañonazo limpio en las tierras de Oriente y del petróleo, con el que se volvió a manchar su partido en las islas, años más tarde, de la mano de un Soria ya también desaparecido. La existencia del PIL, un partido insularista, con predicamento nacionalista y populista y líder fuerte, tuvo siempre al PP encorsetado en las elecciones locales, que parecía llamado a crecer con el declive de Dimas y su muchachos entre traiciones, denuncias y prisiones. Y en eso estaba el PP.

Encumbrado en las elecciones de 2011, con cinco históricos consejeros en el Cabildo a la órdenes de su flamante presidenta insular, Astrid Pérez, y con ocho concejales en Arrecife de la mano del terremoto Cándido Reguera, ya fallecido. Pero sus desavenencias con su socio y amigo de referencia, Pedro San Ginés, en el Cabildo, la prematura muerte de un líder natural y político experimentado como Cándido Reguera, principal apoyo de la presidenta del partido, y el piche imaginario que inundó la política insular con las pretensiones del ministro Soria de encontrar petróleo en las aguas de Canarias para provecho de Repsol, junto con el liderazgo que ejerce CC en el electorado de centro derecha insular, lastraron esas aspiraciones.  Pero lejos quedó de acabar el martirio en las elecciones de 2015, donde Astrid, al estilo de Juana de Aragón, se echó el partido por montera, y se fue a la plaza más difícil para salvar los muebles y el partido de una mayor caída, afrontando con campaña imaginativa y Saray Rodríguez en su puesto natural en el Cabildo, unas duras elecciones locales como candidata en el Ayuntamiento de Arrecife.

Salvó los muebles, sí, pero bajó de ser la segunda fuerza en el Cabildo a ser la cuarta y en el Ayuntamiento de Arrecife, de ser la primera a quedarse en la tercera, pero sólo por detrás del PSOE y de CC, a la que iguala en concejales. Atrás, muy atrás, dejó a los nuevos partidos, tanto a Podemos ( que aquí es Ganemos) y a Ciudadanos ( la que llaman su marca blanca pero que está como loca por darle un revolcón aquí y allí).

 A pesar de todo, y combinándolo con su actividad de parlamentaria, Astrid ha conseguido mantener las diferencias que se le suponían ya con el resto de los cabezas de lista del pleno. Es tanta su superioridad política, que no la dejan ser alcaldesa, precisamente, porque saben que si coge el sillón ahora lo revalida con muchos más concejales en las ya cercanas elecciones de 2019. Eso es lo que asusta a los concejales de Ciudadanos, Somos y Podemos  y les impide dar un paso hacia adelante para acabar con un gobierno en minoría conformado por 6 miembros del PSOE y 2 mariachis extraviados del PIL, que siguen la batuta de la alcaldesa de Eva de Anta y letra de Carlos Espino, de forma tan desafinada como irresponsable.

Si Astrid hubiese tenido el perfil de Elizabeth de León, primera alcaldesa de Arrecife, y candidata por el PP, con más ganas de irse a su consulta de médico que de aguantar aquel gobierno de mal recuerdo, ya hubiese sido alcaldesa de Arrecife desde hace meses. Pero no, Astrid es la presidenta del PP, una pura sangre popular, que como le des una ventajita, por pequeña que sea, te saca dos cabezas desde que te despistas y eso asusta mucho a la mediocridad política. Tanto que están dispuestos quemar a Arrecife, a lo Nerón, con el PSOE como propagador necesario, que poner en riesgo sus garbanzos futuros. Y así estamos.

Y, en estas, cansada de pelear por un imposible, y rodeada de dos compañeros, Dácil Garcias y Jacobo Medina, dos abogados como ella, que piden pista a gritos para afrontar mayores responsabilidades, Astrid ya no ve tan necesario repetir en Arrecife. Ni tan siquiera sabiendo que es la única que ha sabido actuar con coherencia irreprochable, también electoralista y partidista, y que el escenario político está abierto a un cambio inmenso después del desastre incontestable e irrepetible de estos cuatros años de infierno y hastío. Ahora, ante la nueva situación política, con su gente en el gobierno en el Cabildo y las cábalas políticas que se hacen para gobernar en el próximo mandato, donde el PP y CC si quieren gobernar en algún lado parece que tendrán que sumar mayorías entre ellos, porque el resto, desde Ciudadanos a Podemos, con el PSOE como manteca para untar, está por la labor de mandarles no sólo a la oposición sino al infierno del ostracismo, si fuera posible.

Además, todo apunta a que tres de esas cinco mujeres de carácter, con liderazgo en sus partidos, y compañeras de juerga y café, a pesar de las diferencias ideológicas, en los alrededores del Parlamento de Canarias, alejadas de su electorado, por las calles céntricas de Santa Cruz, apuestan por desembarcar en el Cabildo, aunque alguna repita en la lista del Parlamento por si no sale del todo bien la aventura de desbancar a Pedro San Ginés. Hay quien dice que pueden ser hasta cuatro de esas cinco parlamentarias, descartada Midalia Machín que ni se plantea cuestionar el liderazgo de San Ginés en esa plaza. Que hasta la propia María del Río, hoy presidenta del grupo Podemos en el Parlamento, podría aventurarse al Cabildo como candidata para dar una imagen más social y sobria y menos alineada con la isla caricaturizada por Meca y sus obsesiones, más dado a la política del Lasso que a la de poner en valor las dificultades de los lanzaroteños más desfavorecidos.

En esa realidad, se mueve Astrid. Que con boda a las puertas, y dos hijos y despacho propio esperándola, quince años después de iniciar su actividad política como consejera del Cabildo, con breves periodos de gobierno como consejera de Hacienda y Centros Turísticos, considera que ya es hora, también, de rematar la faena o cortarse la coleta. Lo que viendo el nivel que vemos en la política insular, y al margen de ideologías, sería todo una pena. Ya lo será para el propio Arrecife que no sea candidata, porque, a lo menos que se aspira, para tranquilidad de los vecinos, es que los cabezas de lista al Ayuntamiento tengan, como mínimo, su preparación, experiencia y ganas de gobernar. O ella, por la derecha; o Leti, por la izquierda, que es otra jabata, que nos vino de las tierras Astérix el Galo, personaje de las famosas historietas cómicas creada por René Goscinny y Albert Uderzo, aunque su labor no haya merecido ni una viñeta de reconocimiento de su secretario general insular, más ofuscado en enterrar en jable la casa de la presidenta del PP que en airear el buen trabajo de su compañera que, ni tan siquiera poniendo a su número dos de apoyo de Cabecera en su grupo político en el Cabildo, le ha significado un mejor entendimiento de su trabajo.

 Como ven, la política insular de Lanzarote está llena de mujeres bravas y yo me alegro un montón. Aunque me alegraría mucho más si impregnarán la política de esa pragmática feminidad o de ese feminismo resolutivo que nos saque de este laberinto perverso en el que nos han metido tantos machos sin trabajo ni oficio que han hecho de la político su fortín y festín.

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