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¡Más piche, compañero!

¡Comienza el baile! (VIII)

Las elecciones locales, aunque se suelen celebrar en pleno mes de mayo, no huelen a Primavera. Ni tan siquiera son un adelanto del cochino fiesta, salitre y mosto tan propios del verano. ¡Qué va! Los políticos no ahogan sus penas sólo en alcohol y vicios raros ( ¡qué también!). Ellos prefieren el olor penetrante a piche (asfalto, para los lanzaroteños de primera generación, allegados y visitantes varios). Creen, están convencidos, lo han visto muchas veces en estas tierras de caminos vecinales y carreteras defectuosas, que del oro negro pastoso, mezclado con gravilla a fuego lento en la propia calle de los electores, se puede sacar el mejor rédito electoral cuando no hay tiempo para más florituras.  "¡Más piche, compañeros!", es el grito de guerra más manoseado en campañas y precampañas para alegría de las machacadoras y empresas que hacen su agosto en pleno año electoral.

Ese chaca/chaca/chaca de la apisonadora se convierte en la  música del verano, del invierno y de la primera, previos a la fecha electoral. Y entre obreros y capataces, las figuras inconfundibles del alcalde y sus ediles correteando por la misma calle, saludando a los vecinos y dejándose ver por las tantas veces que se han escondido a lo largo de los cuatro años precedentes. Ya no se arrugan ante los problemas, ahora se crecen como aerogeneradores, cuando apenas unos días atrás eran unos simples molinillos de juguete en manos de sus propias aspiraciones personales, a veces aliadas con las del cacique de turno, al único que reciben pase lo que pase.

Pero dejemos esa canción triste de calles extranjeras y caminemos por las nuestras en busca del camión, la apisonadora y los obreros, que seguro que están. Y seguro que ahora o después pasaran los recaudadores de votos que nos han mantenido los baches y los socavones durante tres años para, ahora, vendernos, en la puerta de nuestras casas, su solución definitiva a nuestros problemas. ¡El elixir de la eterna felicidad! ¡Más piche, compañeros!

No importa que las calles tengan nombre de montañas, Guaticea ( ¿o Guatisea?) o de topónimo guanche como Chimida, que sean turísticas o residenciales ( aunque estas en estos tiempos tienen preferencia, no olvidan las otras tampoco porque se vuelve en contra), que sean caminos agrícolas o avenidas centrales. No importa, si quiera, que sean públicos o privados, siempre y cuando haya en la casa beneficiada familia numerosa dispuesta a contribuir a la causa. El chaca/chaca/ chaca de esos dos cilindros pesados y metálicos, convertidos en la ruleta de la suerte municipal, lo inunda todo. ¡Más millones para empichar! (de piche, no de picha, por mucho que quieran metérsela doblada a los electores). ¡Más piche, compañero!

Que los vecinos piden un nuevo colegio, más guarderías, servicios sociales y esas cosas, pues toma piche. Que los vecinos quieren mejor sanidad, mejores infraestructuras, más piche. Que los vecinos quieren una ciudad o pueblo limpio, con aceras, carriles bici  y mejores servicios. De eso ya no queda a estas alturas. Toma piche.

Y entonces, el odiado petróleo, contra el que la isla de Lanzarote se levantó de forma casi unánime, se extiende entre aplausos y votos por la mayoría de las calles de los pueblos de la isla en su versión más electoral. El piche ( asfalto, para todos los otros) mola un montón y suele anestesiar hasta a los más críticos. Olvidan todo el sufrimiento de cuatro años, los desaires y los impuestos mal invertidos, las correrías de aquellos y los lamentos de estos, y se dejan sorprender con ese negro liso que recorre nuestras calles desde ayer, o desde mañana, o apenas dos días antes de las elecciones. Con ese mágico contraste de rayas blancas en los extremos e igual de blancas, aunque algunas discontinuas, en el centro, con un stop horizontal precioso pintado en la mismita intersección con la calle vecina, unos metros más allá del paso cebra "punta en blanco" que corona la obra magistral de cuatro años de mandato y gestión gansa.

Ya me huele a piche ( ¿o será a pinche político?), a mandato agotado y los políticos se me convierten en bienmesabe repostero, tan dulces como traicioneros en la dieta. Ya no queda nada más por hacer, es la hora de sacar las máquinas, que empieza el baile. ¡Más piche, compañeros!

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