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¿Pero dónde estás?

Con el paso de los años, intento no crearme más obligaciones de las necesarias. Tampoco intento encontrar más mérito que el placer de hacer lo que me gusta cuando me apetece  y puedo. Así que voy tirando sin darme más importancia que la que puedo permitirme y sin pensar mucho en lo que pueden querer los demás de mí. De eso se trata. Por eso también intento vivir sin la dependencia que pueda crear el necesitar a cientos o miles de lectores que lean mi artículos diariamente. Realmente, siempre he vivido con la sospecha de que, a veces, somos más los articulistas los que necesitamos a los lectores que estos a nosotros. y eso a pesar de que son muchos más y más variados los lectores que los que ofrecemos nuestros pensamientos y elucubraciones envueltos en papel de periódico. Pero también es cierto que unos vivimos de esto y otros solamente se entretienen un rato leyéndonos. Aún así, quiero tener esta deferencia con algunos de mis lectores.

Hace algo así como un mes, desde que partí para Galicia con mi peregrino amigo José Alberto Reyes para concluir el Camino Francés y alargarlo hasta el propio fin del mundo antiguo, Fisterra, abandoné mis tareas de articulista y me concentré, a mi vuelta del fin del mundo, en otras tareas del periódico y personales, igual de gratificantes, pero menos públicas. También, reconozco, como con otras cosas que me encantan, que me gusta escribir cuando realmente me apetece, cuando tengo algo que contar y cuando todas mis neuronas están de acuerdo en remar hacia el mismo lado. Coincidencias que se dan con frecuencia inusual para poder escribir miles de artículos al año. Pero que también se apagan y marcan otras prioridades. Hasta ahora, lo he hecho (y lo seguiré haciendo, aviso) sin creer que ello causara mal a nadie, al margen del bien que podría causar a todos aquellos que viven pendientes de mis artículos para ver si les critico o no, que algunos me constan que hay. Pero he de decir que este periodo ha sido francamente desalentador. Me ha quedado una sensación de sabor agridulce, como si el disfrute que me provoca desenganchar agonizase por la desazón ajena.

Les repito que después de más de treinta años escribiendo en periódicos, revistas y demás papeles públicos, no he tenido nunca la sensación de dejar a nadie desatendido por no dar mi opinión sobre esto o aquello, porque, en definitiva, no deja de ser más que mi opinión, mi perspectiva, mis elucubraciones. Nada que ver con el pan, la leche, ni tan siquiera con la información pura y dura que sigue fluyendo en los variados y numerosos medios de comunicación que hay en la isla, que presentan también una amplia oferta de articulistas profesionales de reconocida experiencia y reputación. Por ello, me ha sorprendido sobremanera que muchas personas, que se me  han declarado estos días de inactividad veraniega lectores míos, me hayan reclamado mi artículo diario, como si fuera un derecho que les estoy quitando a ellos. No importa que el acceso sea gratuito, ni tan siquiera que su lectura no garantice mi manutención, ni tan siquiera que figure de forma implícita ni explicita ningún compromiso de ir más allá de la oferta de la que ya han dispuesto en el último artículo. "¿Pero dónde estás?", es el saludo habitual de personas que a veces conozco y otras no, con tal reiteración y vehemencia que llego a pensar que estoy haciendo algo malo. O lo que es peor, que no estoy haciendo algo bueno.     

 Y vuelve, después de pensarlo, el sabor agridulce. Por una parte, debe ser halagador que echen de menos tus artículos, aquellos que horneas en la soledad de las madrugadas, con fervor profesional y pasión vocacional, como si en ello se jugara la vida la isla. Pero, por otra, también es agobiante pensar que ya tienes que hacerlo, tengas o no pasión, fervor o vocación, porque alguien lo demanda, porque hay una legión, o un simple grupúsculo, que necesita de esas líneas en su consumo diario.

Aún así, la vuelta siempre se produce. Porque las neuronas son simples armas que carga el diablo. O los lectores.

    

Comentarios

#1 fan número 1 26-07-2018 10:33
Echar de menos leerte no debe ser de ninguna manera una forma de presión. Sólo es el placer del lector en ver reflejado el pensamiento colectivo en tus palabras.

bienvenido seas por ti y por los que te admiramos

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