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¿Un leche y leche, café con leche o un carajillo? (I)

Entramos en la recta final de la campaña de las elecciones generales. Y ya estamos todos convencidos de que la cosa desembocará en una larga negociación postelectoral  que irá de un pacto de la derecha ( PP, C,s y Vox) a otro del  centro derecha y el centro izquierda (PSOE y C,s) o un tercero entre el centro izquierda, la izquierda, nacionalistas e independentistas. Es lo que llamo leche y leche, café con leche, o un carajillo, respectivamente,  para transportar el resultado de las urnas a la barra de un bar canario cualquiera, especialmente en aquellas tascas laguneras donde ahogábamos horas de estudio con la ingesta de estos aperitivos que calmaban el ruido de nuestros intestinos vacíos. Falta el barraquito, pero con estas leches y cafés no cabe el chorrito de licor 43.

Por el momento, las encuestas dan como más seguro un pacto de socialistas y Ciudadanos, de rojos y naranjas, de un chorrito de leche en un café largo, a pesar de que es un pacto proscrito por la gente de Rivera,  que no quiere que le coman la tostada sus rivales de la derecha. En ese afán de escorarse a la derecha, Albert Rivera  niega una y otra vez la posibilidad que dan como más probable todas las encuestas. En cambio, esa leche y leche,  de derecha y más derecha, de leche líquida y leche condensada,  se aleja  de la solución andaluza para parecer que favorece el crecimiento que apunta el PSOE, espoleado por el gobierno que  Sánchez conquistó en el caluroso junio del año pasado que acabó asfixiando al presidente Rajoy. Ese regustó dulzón del leche y leche asusta no solo a diabéticos de la izquierda sino que aleja también a los del centro, que busca Sánchez en su intención de un expreso de izquierda, con el PSOE único en el gobierno que parece, además de improbable, imposible. Incluso hasta para armar un gobierno de sólo de centro y izquierda con la suma de Podemos. Pero esa suma se presenta amarga, insuficiente para rozar los 176 escaños que representa la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, necesario no sólo para investir al presidente, o sea, a Sánchez, sino también sostenerlo a lo largo de la nueva legislatura.

Entonces, sólo queda la tercera opción, que sería lo más parecido a lo que ha habido a lo largo de este último año. Aunque Sánchez, en un afán  evidente de ser más constitucionalista que nadie, niega la posibilidad del referendo, que es el caballo de batalla de los independistas.  Estamos en el carajillo, en la tercera opción de la barra de bar postelectoral que hemos improvisado. Con el café (PSOE) más café fuerte (Podemos) nos falta el chorrito de licor 43 que representan los nacionalistas e independistas. Si superan los 170, cosa poco probable, según las últimas encuestas,  con un chorrito suave de licor, nacionalistas vascos, canarios y otros, sin tocar los independistas, les quedaría un carajillo pasable. Si  se quedan por debajo de los 170, el chorro largo de licor, con independentistas, convertiría la cosa en un brebaje de alta graduación e inestable digestión que amenaza con fuerte descomposición.

 En fin, que a una semana del encuentro con las urnas lo único que tenemos claro es que no será un café solo, ni una leche sola, sino todo lo contrario. Pues eso, o un leche y leche, o café con leche o un carajillo. El barraquito lo dejamos fuera para aquellas inolvidables tascas laguneras, en días fríos y de exámenes.  

 

   

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