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Salvemos Lanzarote, manifiesto de César Manrique

Si cuando César Manrique promulgó este manifiesto instando a las autoridades a parar, lo hacía contra algún partido político, solo pudo ser contra el PSOE puesto que eran socialistas quienes gobernaban, tanto en el Cabildo de Lanzarote como en el Gobierno de Canarias, concretamente Enrique Pérez Parrilla y Jerónimo Saavedra, respectivamente.

Ni siquiera afirmo que Manrique en vida culpabilizara al PSOE de la desidia que advertía, pero sí conviene contextualizar y retratar a quienes –con Manrique fallecido y sin legitimidad democrática alguna– han rescatado su manifiesto para señalar a Coalición Canaria como destinatario del mismo, cuando entonces ni existíamos, aunque hoy gobernemos Canarias y Lanzarote, nosotros sí, por decisión democrática.

Lo cierto es que absolutamente todos y cada uno de los excesos o errores urbanísticos que efectivamente se han producido en Lanzarote, desde aquel manifiesto hasta hoy, absolutamente todos sin excepción alguna, se han producido igualmente siempre bajo presidencias socialistas al frente del Cabildo insular y, en algún caso, también de la respectiva alcaldía. Empezando por el hotel en primera línea de la Playa Grande de Puerto del Carmen con alcalde socialista al frente, en los primeros años de la década de los noventa, pasando por casi una treintena de complejos turísticos construidos con licencia anulada por los tribunales, hasta llegar incluso y más recientemente a la famosa bodega Stratus que, por cierto, en absoluto comparto que se trate del "mayor atentado ecológico cometido en Canarias", ni muchísimo menos. Insisto, todas estas edificaciones, sin excepción, fueron autorizadas, construidas e inauguradas bajo presidencias socialistas en el gobierno insular.

Cierto es que en muchos de los casos fue la deslealtad municipal –tras una inoportuna moratoria impulsada por el PSOE y anulada por los tribunales–, la que permitió la aceleración de la construcción de camas turísticas sin todos los informes pertinentes. Pero de nuevo, no es menos cierto que eran socialistas quienes dirigían el Cabildo y, pudiendo instar a la paralización y precinto de todas las obras, no lo hicieron porque, por un lado, a determinados despachos de abogados y a un medio de comunicación directísimamente vinculado a ellos, les resultaba económicamente más jugoso mantener sine die los procedimientos judiciales y, por otro, al PSOE insular le era más rentable políticamente mantenerse en la engañifa de una supuesta defensa del territorio bajo sus gobiernos, a la vista está que del todo ineficaz.

Ahora, una vez más saltan a la palestra a enarbolar el manifiesto de César como una falsa bandera contra una Ley del Suelo que tampoco existía entonces. Y lo hacen con todo el apoyo de quienes arrogándose hasta la voluntad de César –desgraciadamente, fallecido–, han politizado de manera vergonzante el centenario del nacimiento de Manrique, paradójicamente, pidiendo evitar la politización del mismo. Como si la voluntad no fuera un hecho inalienable al ser humano y también se pudiera heredar incluso después de la última voluntad. Un contrasentido.

Niego la mayor. Nadie, absolutamente nadie, puede monopolizar cuál habría sido el pensamiento de César sobre una Ley del Suelo que pretende, entre otras muchas cosas, hacer más productivo y viable el sector primario y el mantenimiento del paisaje agrícola y ganadero. Todo lo más podemos aventurar lo que creemos que pensaría y, en mi opinión, habría visto en ella una oportunidad de materializar a día de hoy alguno de sus geniales proyectos, previa declaración de su interés general, y salvo que estuviera en espacios naturales como está la mayoría y hoy prohíbe esta ley que, como casi todas, depende de su uso racional.

La prueba de sus postureos es que se limitan a alimentar los fantasmas del miedo, pero son incapaces de identificar un solo atentado ecológico, medioambiental, paisajístico o urbanístico, perpetrado al abrigo de la Ley del Suelo. Ni uno solo, al menos en Lanzarote. Uno de los últimos fue "La Casa de las Cúpulas" de la Fundación César Manrique, con licencia igualmente anulada y sin Ley del Suelo.

César era un hombre que pensaba en el bienestar del pueblo y nos pertenece a todos, por eso no puedo estar más de acuerdo en que hay que "salvar Lanzarote", claro que sí, pero no solo de la especulación y la depredación de su territorio y sus recursos naturales. "Salvemos Lanzarote" de los salvapatrias, de los impostores que en su nombre alinean a César con posicionamientos e ideologías políticas que nunca tuvo. Salvémosla de los que intentan convencer a la ciudadanía de que César luchó contra quienes hoy gobernamos, aunque entonces ni existiéramos.

"Salvemos Lanzarote" de quienes desde la más infame de las imposturas y no pudiendo dirigir la Fundación de Saramago, pretenden convertir a César en el Nobel portugués –que sí era un convencido hombre de izquierdas– cuando se trata de personajes y personalidades completamente antagónicas, en las antípodas desde todo punto de vista existencial.

Como César decía, "por Lanzarote vendería el alma al diablo". Por eso siempre colaboró y aprovechó en el mejor de los sentidos sus buenas relaciones con el poder político local, canario y central, así como con los poderes económicos privados, próceres a los que siempre agradeció su apoyo, aunque tampoco dudó cuando tuvo que enfrentarse a unos y otros, pero nunca por ideología política, sino por Lanzarote.

Salvemos, pues, Lanzarote de los manipuladores de la historia que con sus mercenarios altavoces mediáticos, ávidos de que el ex secretario general del PSOE, Carlos Espino, y el peor PSOE, les devuelva las prebendas perdidas, politizando como los que más el centenario de un César Manrique al que sin duda avergonzarían sobremanera por lo que están haciendo en su nombre.

Salvemos Lanzarote.

 

 Pedro M. San Ginés Gutiérrez, presidente del Cabildo de Lanzarote

 

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