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Ico Arrocha, Hijo Predilecto ¡YA!

Los políticos, ya saben ustedes,  son aquellas personas que son elegidos por sus vecinos y se transforman en marcianos ricos que se avergüenzan de la gente que son como eran ellos antes de recibir sueldo, coche oficial y dietas por viajar, aparte de alguna mordida cuando se vuelven del todo extraterrestres.  Ya no se reconocen en esas personas con las que jugaban al fútbol, iban a la playa, se comían unas piñas en un asadero o compartían en la casa de alguno de ellos un caldo de millo. Que va, ya no se acuerdan. Ahora saben de todo, deciden sobre todo, manejan dinero público como si fuera de ellos y malgastan y dilapidan recursos municipales y conciencias de todos. Pero ya eso no me extraña de aquellos que antes llamábamos por su nombre de pila y hoy se esconden detrás de sus cargos de consejeros, concejales, diputados, senadores, alcaldes o presidentes. Y, por eso, tampoco me extraña que renieguen de nuestra historia, cultura y tradiciones.

Por eso ya no me enfado cuando veo que al que podríamos considerar el mejor cantador de la historia de Lanzarote, muerto hace más de tres años, no se le tributa el reconocimiento que se merece por su singularidad, calidad excepcional y entrega a uno de los valores tradicionales más arraigados en las gentes de aquí: la música folklórica. Tampoco me molesta ya que algunos de esos políticos que iban a buscar a La Tiñosa a Ico Arrocha, para irse de parranda aquí y allí y disfrutar del placer de oírle cerquita/cerquita, no muevan ni un dedo para promover que se incoe el expediente correspondiente para nombrarle Hijo Predilecto de Lanzarote.  No me molesta ya porque sé lo que son, sé lo que buscan y cómo utilizan a todo el mundo para sus objetivos políticos y después los olvidan creyendo que esa es la práctica acertada para acceder a la gestión pública y mantenerse en ella. Lo sé, y no discuto que el lector pueda creer lo contrario. Incluso, admito, que el lector piense que estoy totalmente equivocado. Pero yo lo que sé no lo discuto, ni me juego la vida ni mi tiempo en convencer a quién quiere saber otra cosa distinta.

En cambio, sí me molesta mucho que los folcloristas de Lanzarote, los que disfrutaron de la voz de Ico Arrocha, los que sintieron una emoción especial cuando él cantaba y les hacía olvidar sus preocupaciones y dolores con su prodigiosa voz, no hagan nada por mantener vivos su recuerdo y su obra. Me molesta más todavía que las agrupaciones folklóricas de la isla, de Canarias entera, no promuevan una solicitud de estas características y llenen de razones unos cuantos folios que hagan sonrojar a políticos de tercer nivel y técnicos culturales de vuelo rasante.

El nombrar a Ico Arrocha Hijo Predilecto de Lanzarote no es sólo reconocer la brillante trayectoria de un lanzaroteño humilde, o a un tiñosero de bien, o mostrar agradecimiento a su familia por sacrificar el tiempo que no compartió con ellos para recorrerse una a una todas las islas canarias demostrando el nivel de nuestro folclore. De promocionar Lanzarote y sus gentes cuando no había sociedades de promociones ni cosas parecidas.  La cuestión es más seria. El reconocimiento de Ico Arrocha como Hijo Predilecto es colocar también nuestra cultura popular en lo más alto de nuestros reconocimientos. Abrir el podio de los Hijos Predilectos de esta tierra a buena gente, excelentes dinamizadores culturales, de familias humildes y no que se los repartan entre los de siempre, vinculados al poder y cargados de más taras ocultas que brillantez pública.

El Reconocimiento de Hijo Predilecto de Ico Arrocha es la esencia de estos reconocimientos. Es darles altura a los propios Hijos Predilectos de la isla. Un hombre cree en algo desde niño, se entrega en cuerpo y alma a ello y deslumbra a todos con su exposición. Eligió una actividad para alegrar a las personas, para darse y producir placer y defender el encuentro amistoso por encima de cualquier disputa o arrogancia. Ico Arrocha sorprendía y alegraba a todo el que le oía cantar. Sus canciones,  su voz, su enérgico compromiso deben perpetuarse en nuestra sociedad isleña, para disfrute de todos, pero especialmente para sentirnos orgullosos de nuestro folclore y de nuestra gente.

Ico es todo eso y más. Y estamos tardando demasiado en responder como se merece él, su familia, el folclore de Lanzarote, nuestra cultura popular y nuestra cada vez más difuminada identidad. Hay que hacerlo ya, pero no esperemos que lo hagan, por su cuenta, los que se conforman con subirse sus sueldos, con tener coche oficial, y de participar en las fiestas andaluzas, gallegas e irlandeses como si fueran de allí. Seguro que si Ico se hubiera dedicado al fado, al gitaneo, o hubiese tocado la gaita ya estaría su escultura en más de una de las rotondas de la isla. Eso es así.

 Ahora solo falta comprobar si la sociedad civil, los que más cerca y mejor le conocieron y le disfrutaron se atreven a dar un paso adelante. No solo por Ico, la cosa va también más allá. Sí,  se trata de nuestra CULTURA POPULAR.

elperiodicodelanzarote.com