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Lucha Canaria de Primera

Ellos dos, a partes iguales, son los responsables de que haya vuelto a los terreros a ver lucha canaria. Son los hijos de Ángel García, destacado luchador de los años 80 del siglo pasado, mi hermano. Rayco y Ángel García González consiguieron destacar en esta temporada, tanto que los clasificaron como destacados C. Y consiguieron también entusiasmarme y reencontrarme con el deporte que tan bien conozco, que tanto practiqué y del que tanto disfruté viendo a grandes luchadores en sus mejores momentos en la mayoría de los terreros distribuidos por las ocho islas canarias.

Les reconozco que tenía la lucha canaria de lado. Que llevaba años sin pasarme con regularidad por los terreros. Alguna vez caía por allí y con pocas ganas me acercaba y me iba todavía más disgustado. Ni había ambiente de lucha canaria en las gradas ni en el centro del terrero se ofrecía nada que pudiera ser atractivo para quienes, como yo, hemos visto lucha en todas las islas, durante muchos años, teniendo, además, la suerte de ver a los mejores. Que eran los mejores porque eran superiores, pero también porque eran grandes luchadores, conocedores de las técnicas y ágiles ejecutores de ellas.

Les reconocía en el párrafo anterior que llevaba algo así como dos décadas alejado de la lucha canaria como deporte de cabecera. Inexplicable para una persona como yo, que me dediqué años y años no sólo a practicar y ver luchas sino, además, a pasar horas y horas investigando sobre ella en todas las dimensiones y lugares. Quizás por eso sea más exigente con lo que quiero ver y más crítico con lo que no me gusta presenciar.  Pero, mire por donde, caí en la trampa de la sangre para volver con regularidad a los terreros. Bueno, volví a caer, porque ya en mi más tierna infancia me llevó a los terreros, alcanzando el nivel de no poder perderme ni  una sin sufrir una gran frustración, el apego al grandullón y fortachón  Angelito, mi hermano. Ahora, vuelvo a tropezar en la misma piedra y son sus hijos los que me sacaron de mi casa para meterme en los terreros cada vez que luchan. Y consiguen emocionarme y todo. Y lo que es peor, que me haya puesto a seguir luchadas por las redes sociales de otras islas, donde he descubierto a buenos puntales y también a grandes luchadores, que me entusiasman  con su forma de luchar, con un repertorio de técnicas tan propias de nuestra lucha como espectaculares. Y ya está, y me he enganchado de nuevo.

Ya llevo unas semanas con el mono de lucha canaria, esperando que empiece la competición insular, y que los equipos den acomodo prioritario a la luchadores de esta isla, ante de llenar de desconocidos, con poca maña y mucha ansia de euritos, nuestros terreros. Que también la sangre, la relación de amistad, la vecindad ayuda a llenar el terrero. Que mucha gente va a los terreros, siempre ha sido así, a ver luchar a su hijo, a su hermano, a su primo, a su tío, a su amigo, a su vecino y suma y sigue. Y si el luchador es de Mogán, Tegueste, Tuineje, Frontera, Valle Gran Rey o Breña Baja y ficha en Tías, salvo que sea un gran luchador, no lo va a ver nadie. Y las gradas desangeladas, las administraciones públicas y Cabrera Medina gastándose una pasta gansa para que nuestro deporte autóctono siga sin llegar a nuestra población, que muchos ya no saben ni lo que es una pardelera, un toque por dentro, o un garabato. Eso es así.

Pero ya puesto, y emocionado, quiero ver lo mejor. Y estoy convencido de que hace falta darle a la afición lo mejor para que vuelvan algunos aficionados a los terreros y otros se sumen a la fiesta canaria. Y para eso es necesario tener un equipo de primera categoría, sin romper nuestra liga insular. Yo diría más, un equipo donde estuvieran los mejores de la isla, incluso pelear por traerse a gente Como Kiren y Berriel para conformar un gran equipo insular, una selección con derecho a soñar. Ya, ya, lo sé. Ahora no se puede. Las federaciones, el reglamento y todo lo que hemos inventado en la lucha canaria en estos años no permiten que una selección de una isla participe en una competición regional de equipos. Pero precisamente cosas así son las que hay que derribar ya. Las tonterías que inventamos y que después creemos que es palabra de Dios. Se puede cambiar la norma que lo impide en las asambleas correspondientes y ganaríamos espectáculo, llevaríamos más gente a los terreros, veríamos mejores luchadas, y serían gentes de toda la isla la que iría, cada quince días, a la luchada en casa, a ver a sus parientes, amigos o vecinos luchar con otros muchos aficionados lanzaroteños que se desplazarían para ver a grandes luchadores de otras islas. En Primera, hay grandes luchadores, los mejores de Canarias. ¿Por qué nos lo vamos a perder? ¿Por qué ese esfuerzo lo tiene que hacer un solo equipo, como hizo el Tao, y no lo pudo aguantar, si lo podemos hacer entre todos, toda la isla? ¡Qué gustazo, parece que lo estoy viendo!  Lanzarote contra todos. Eso sí, uno a uno. Que Gran Canaria y Tenerife, con un millón de habitantes y muchos grandes luchadores sigan con sus equipos tradicionales pero las otras islas, con ciento y pico mil habitantes o muchos menos puedan armarse en selecciones insulares que se nutran de los luchadores de sus equipos, que seguirán luchando en sus competiciones insulares, como ahora. Será un aliciente para los aficionados, pero también para que se superen los propios luchadores. Y estoy convencido de que aumentará, incluso, la presencia de público en las luchadas locales, porque la Selección sólo lucharía en Lanzarote dos veces al mes, dos fines de semana, dos días, el resto será territorio reservado para los equipos de los pueblos, a los que iremos a ver cómo están los más destacados antes de que llegue el equipo de otras islas a enfrentarse a nuestra selección.

Es, no tengo la menor duda, una salida muy válida para empezar a hacer algo de verdad para que la lucha canaria empiece a representar esta isla y recupere el nivel que tuvo en otras épocas. Es verdad,  los directivos actuales tienen todo el derecho a seguir equivocándose y seguir pensando que la lucha canaria es de ellos y solo para ellos. Que no importa que vayan diez o veinte, o cien aficionados, mientras ellos puedan seguir diciendo que en la lucha se hace lo que ellos quieren. Eso es verdad, pueden hacerlo, pero yo seguiré diciéndoles que están muy equivocados.

 La lucha Canaria es de todos, y todos tendríamos que tener el derecho a aprender sus enseñanzas, a practicarla y a disfrutarla con la mejor calidad posible. Pongamos la lucha canaria, de nuevo, en el  centro de nuestras emociones. ¡Que sí, que sí se puede, a por ello, puntales!  

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