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  Premonición de una pandemia

En el 2015, Bill Gates, cofundador de Microsoft, dio una charla TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño, evento anual donde algunos de los pensadores y emprendedores más importantes del mundo imparten charlas inspiradoras), en Vancouver (Canadá) en la que explicaba que la gran amenaza de la humanidad era “una pandemia  causada por un virus altamente infeccioso que se propagaría rápidamente por todo el mundo”.

En ese momento, el mundo estaba bajo la amenaza de la epidemia del Ébola. Gates vaticinó que lo que está sucediendo con el COVID- 19, era algo previsible para lo que no estábamos preparados. 

Hoy en día, el mundo intenta luchar para frenar la pandemia del coronavirus, un virus  que es un misterio en su forma de contagio pero que es inclemente en su ejecución y en su propagación.

Hace unos días, escribí un post en mis redes en el que comentaba que echaba en falta la coordinación de los líderes mundiales en las medidas a aplicar en los países. Cada país va aplicando sus normas de forma independiente sin establecerse unas políticas homogéneas para todos.

Me viene a la mente el sociólogo Bauman, que hace unos años afirmaba que “los líderes políticos sólo tienen soluciones locales frente a los problemas globales…”. Pues sí, ¿cómo es posible que con lo que está sucediendo que nuestros líderes no sean capaces de organizarse e implementar políticas comunes a nivel global? Además, por supuesto, de buscar una cooperación entre todos donde unos y otros podamos ayudarnos, por ejemplo, controlando la fabricación y  distribución mundial de materiales médicos.

El coronavirus ha irrumpido de forma  fulminante en nuestras vidas y, también, ha llegado para cambiar nuestro modo de ver las cosas. ¿Qué diferencia hay con otras situaciones que hayamos vivido? Pues que es una cuestión que llega a todas las personas. Da igual el país, la comunidad, la ciudad, el pueblo o el barrio porque nos afecta a todos.

En mayor o menor medida es una situación que estamos viviendo todos al mismo tiempo y, esta es, precisamente la diferencia. Hasta ahora, las situaciones que sucedían ocurrían de manera  aislada en los países; por ejemplo, una catástrofe natural, un conflicto bélico… Cuestiones preocupantes y que vives desde el desasosiego  de la distancia y, aunque tuviera la desgracia de que sucediera en tu país, siempre pensamos que nos ha tocado vivirlo de forma solitaria. La pandemia del COVID-19  va llegando poco a poco todos los países sin ningún tipo de contemplaciones.

Las situaciones extremas hacen que aflore la grandeza de la sociedad. La solidaridad la vemos estos días en cada rincón y es emocionante observar la involucración de la sociedad. Desde el apoyo diario a los sanitarios, cuerpo de seguridad, etc, hasta las personas que intenta aportar su granito de arena elaborando material médico o cediendo sus instalaciones. Lo que sea para contribuir a la crisis. Siempre afirmo que las individualidades son efímeras y lo que permanece es la unidad de colectividad.     

El COVID-19 ha llegado para transformar todo nuestro sistema. Ahora toca aunar esfuerzos, ya habrá tiempo de analizar en profundidad los aciertos y errores. De lo que no cabe duda es que todo lo que está sucediendo nos tiene que hacer reflexionar en todos los sentidos para mejorar y estar prevenidos en el futuro.                 

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