PUBLICIDAD

Teleducación: ¿Verdadero o falso?

 

Carolina García Bustos.

La crisis de la Covid-19 ha afectado todas las profesiones de una manera o de otra, incluidas las más esenciales. Aunque se intente que el impacto sea el mínimo y que las cosas sigan su curso en la medida de lo posible, no podemos ignorar el hecho de que hay algo que es diferente, y que es lo suficientemente grande como para cambiarlo todo. En el sector educativo, el único camino posible para la educación a distancia ha sido el dar clases a través de una pantalla, estando cada individuo que forma parte de la clase en su domicilio, mientras se desarrolla la enseñanza. Debido a la gravedad de la situación, no es momento para quejas, sino para dar lo mejor de nosotros mismos como dice Julio Anguita “para apretarse el cinturón”. ¿Sin embargo, debe la teleducación considerarse como un progreso positivo en el mundo docente? Mi respuesta es clara y rotunda: no.

Son muchas las diferentes fuentes que informan que después de este periodo de confinamiento extremo muchas son las medidas que han llegado para quedarse. Muchas personas seguirán con el trabajo a distancia. El problema es que la educación no debería ser una de ellas, ya que la “teleducación” da muchas cosas por supuesto, las cuales, cualquier profesor, sin necesidad de muchos años de experiencia, sabe que no son ciertas. Se da por hecho que todos los alumnos viven en un entorno en el que existe un ambiente de estudio y unas condiciones óptimas para ello. Además, se da por hecho que el alumno va a tomar un alto grado de responsabilidad y a llevar a cabo una gran cantidad de horas de trabajo autónomo y solitario.

Por otra parte, se pierde todo lo que el aula aporta. En la clase una gran parte del aprendizaje surge del momento y va más allá de lo que dice el libro sobre la materia. Surge del debate entre alumnos, de la capacidad del profesor para relacionar diferentes ámbitos de la vida con la utilidad de su asignatura, o de cosas que a lo mejor son importantes para la sociedad. Aunque haya quien busque censurar a los profesores con “pines parentales”. El aula es una zona de libre expresión, de improvisación, un espacio seguro que nunca se podrá conseguir en casa, a través de un grupo virtual, donde cada uno se encuentra en unas condiciones muy distintas. La clase necesita de una atmósfera compartida para que el aprendizaje sea orgánico, fluido y útil.

Por todo ello, espero que cuando sea coherente y seguro, los centros educativos tanto públicos como privados, los de educación reglada y de educación no reglada, vuelvan a su antiguo ser. El que ha sido siempre igual, desde tiempos de Sócrates hasta la actualidad, un lugar de encuentro y sabiduría donde todos encuentran su sitio. Volvamos a lo esencial, a lo básico.

   

Carolina García Bustos, graduada en Estudios Ingleses, máster de Educación y profesora en inglés en English Connection

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar