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El fútbol, desde la cinta

Llevo toda la vida viendo los partidos de fútbol en la tele sentado o acostado en el sofá. Vamos, como casi todo el mundo. A lo largo de los años, han cambiado muchas cosas y muchos jugadores. Desde los televisores a los sofás, los nombres de las competiciones, los máximos goleadores y hasta el equipaje del árbitro que han pasado, además, de ser uno y dos jueces de banda a no sé cuántos. Pero allí estaba yo, sentado o acostado delante del televisor. A veces acompañado, otras solo. En alguna ocasión con una cerveza, incluso con palomitas (millito le llamaba cuando era pequeño) y gritando, bajito, los goles y maldiciendo al árbitro, también bajito. Pero siempre, el sofá era mi punto de apoyo y mi sostén.

Desde el sofá, el fútbol se ve distorsionado. Mientras los jugadores corren, tú descansas. A medida que los jugadores se cansan, tú estás más vigoroso. Mientras ellos están perdiendo kilos, tú te estás atiborrando de comida y dopándote con cervecitas y demás estimulantes. Así, no se aprecia el esfuerzo, se exigen goles desde el sofá que son imposibles en el campo. Mientras el futbolista se forra con el sudor de su frente, el hincha engorda y embrutece.

 Entonces, me propuse cambiar el hábito sin abandonar el fútbol. Ahora, me gusta ver los partidos desde la cinta. Y me pego un Betis- Real Madrid a 10 kilómetros por hora. Empiezo a correr, cuando el árbitro da el pitido de arranque. Y voy a mi ritmo. Fresquito, sin apuros, mirando la pantalla mientras mis talones golpean la cinta. Sigo las jugadas y noto como poco a poco comparto el sudor con los jugadores. A los treinta minutos, aumento la velocidad a 12 kms/h. Veo el fútbol con la misma pasión pero entiendo que los jugadores fallen, que no lleguen a la pelota y me maravilla que además de correr puedan hacer semejantes maravillas con la pelota. Porque es tan cierto que son profesionales como que son humanos. Y se cansan, aunque sean profesionales. En el minuto cuarenta, subo la inclinación al 6% pero devuelvo la velocidad a 10 kms/ hora. El sudor ya es más pegajoso y el fútbol menos lúcido. Es cuestión de aguantar los cinco minutos que nos separan del descanso. Veo al árbitro cojeando y eso me cansa más, pero allí está Ronaldo corriendo como un descocido. ¿Es un profesional? No, es un caballo. ¡Pero cómo puede correr así cuarenta y cinco minutos más tarde, con esos cambios de ritmo! Fin de la primera parte, ellos se van a los vestuarios y yo dejo de correr. Camino a 5 kms/hora. Les espero haciendo ejercicios de recuperación.

 De nuevo salen al campo, los mismos menos el árbitro que es otro. Je, je, uno que dejo atrás. Comienzo a correr de nuevo. Allí están los béticos y madridistas como balas. Suben y bajan como flechas. Yo voy a 10 kms/hora. Sólo corro y miro la tele. Me maravillan esos atletas, empiezo a ser menos exigente con el resultado y disfruto de lo que hacen. De ese toque magistral en carrera, de un control inverosímil, de un disparo desde fuera del área. Todo me parece mágico. Sudo, pero el partido está empatado a dos. Les exijo a los jugadores más entrega, un resultado, y me solidarizo en el esfuerzo y subo a 14 kms/hora. El ruido de la cinta oculta la voz de los comentaristas, el sudor se me cuela en los ojos y me evita ver con claridad, el esfuerzo también me impide centrarme en el partido.¿Les pasará lo mismo a ellos?, me pregunto. ¿Esos fallos son fruto de este cansancio que me atosiga a mí también? El Real Madrid marca el tercer y definitivo gol y yo bajo el acelerador y me quedo en  10 kms/h y bajando. Me producen dolor las carreras explosivas todavía de Ronaldo y las de los recambios me agobian. Dejo de correr cinco minutos antes de acabar, yo no tengo suplentes. Me retiro a la ducha al mismo tiempo que los jugadores. Ha sido gratificante e instructivo. Se lo recomiendo a todos los que ven los partidos desde el sofá. Ayuda a entender el fútbol y hasta la vida.

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