Movilizados
Algo está cambiando en Lanzarote. Y de ser así, me gusta. En menos de una semana, el 24 y 29 de marzo, los lanzaroteños han conquistado la calle con presencias multitudinarias en dos manifestaciones. En la primera, contra el petróleo, más de veinte mil, y ayer, contra
La crisis es global, afecta mundialmente y a todos los sectores económicos y sociales, pero se tiene la percepción de que no todos sufren igual, lógico en un mundo marcado por las desigualdades, ni a todos se les exige de acuerdo con su responsabilidad en esta situación ni posibilidades. Y si la primera de las premisas no gusta, la segunda indigna. La gente cada vez entiende menos que mientras se ha quedado sin trabajo, sin ingresos, ha visto empeorado los servicios públicos y reducido las oportunidades para sus hijos, el gobierno - los gobiernos, en general- sigan apretando el cinturón en lo que empeora la vida de la clase media, de los trabajadores, sin apenas exigencias para la parte alta y el capital. Descubre, de sopetón, que son tratados como mano de obra exclusivamente, que hay que abaratar para que mejore la competitividad de empresas.
La desazón lleva cuatro años instalada en las personas. Desde que se inició está crisis, se han pasado por situaciones dramáticas. Millones de parados, millones de desahuciados, millones de personas empobrecidas y sin esperanza. Rebajas de sueldo, subida de impuestos, restricción del uso de servicios públicos y el empeoramiento de las prestaciones. Se desmantela a pasos agigantados el estado del bienestar español, que había sido causa de orgullo en este periodo democrático. Aquello de que España es una Estado Democrático y Social se difumina en
A los trabajadores, a la sociedad en general, se les puede pedir cautela y disposición para salir de la crisis. Hay que hacerlo y sólo se hará con esfuerzos. Pero también es necesario que se haga con mensajes claros de que no se va a aceptar cualquier solución al problema, sobre todo, si la solución no pasa por la construcción de un espacio social fluido donde no se cercenen posibilidades de promoción y mejora a nadie. Y eso se consigue si la otra parte contratante en este pacto social del silencio sabe que todo tiene un límite y que se está a la espera, pero dispuestos a rebelarse contra las injusticias. En democracia, los pueblos no sólo se manifiestan una vez cada cuatro años. No, Lanzarote ya lo ha hecho dos veces en una semana: unida y de forma cívica. Lanzarote está movilizada. Siempre mejor así que apática o impotente.