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Romería versus Procesión de Los Dolores

Cada cinco años, pasa. Y no me refiero a las Fiestas Lustrales de La Palma, en las que también hay una virgen por medio y miles de personales de fiesta. Me refiero a las que se celebran en honor a Nuestra Señora de Los Dolores, que se viven con cierta conmoción popular cada cinco años porque el calendario hace que el 15 de septiembre sea un sábado, el día reservado para la romería, principal y multitudinario acto de las fiestas. Entonces chocan dos trenes de sentimientos/resentimientos.

El día 15 está reservado para la función religiosa y posterior procesión. Acto de fervor religioso en el que se dan cita miles de personas, pero muchos miles menos que en la romería. La Virgen de Los Dolores es señora respetada y venerada en Lanzarote entera, se le recuerda y agradece que “parece que detuvo la lava” en la zona en la que después se construyó una iglesia en su honor. También es el refugio de sueños y promesas de muchos lanzaroteños creyentes que se ponen en sus manos para que sane un enfermo, acabe sus estudios un hijo, o marque un gol, encuentre novio o novia o por lo menos que, en caso de que haya cuernos por medio no se entere nadie y  menos el astado. Y debe de haber mucha fe porque todos los años son cientos los que delante de las puertas de la iglesia reconocen, ante las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación, que están allí para compensar a la virgen por interferir por el/ella o por los suyos.

 Pero mira por donde, la virgen capaz de casi todo se ve ahora desbordada por un calendario y no encuentra manera de que su Jesús, el alcalde de Tinajo, remedie el entuerto de cada cinco años al gusto de todos. Tanto es así, que edil ya adelantó que a su virgen y seña no la toca nadie y a su procesión tampoco. Así que a caminar un domingo y a olvidarse de la tradición romera de los sábados. Además, como la crisis azota, no está el cuerpo ni la administración para mucho gasto, con lo que no se puede esperar, con las luces y los ventorrillos puestos, una semana para que los fieles vayan a la procesión el sábado 15 y los no tan fieles pero muy devotos de la Romería participen el sábado 22. Y así todos tendrían lo que querían: el 15 para la procesión y un sábado para la romería.

 Un domingo no es plan para una romería de las características de Los Dolores. Las carreteras de Lanzarote se llenan de romeros ataviados con el traje típico y acompañados por carros y burros, en muchos casos. Más de cuarenta mil personas se meten en Mancha Blanca para disfrutar de una fiesta popular, la primera de Lanzarote, que tiene en este acto  su principal atractivo lúdico. El cansancio de la caminata de kilómetros más el alcohol que se consume ya sea de bota, botella o garrafón, no aconseja que todo esto desemboque en un lunes laboral. Sería quitarle la gracia y la ilusión. Lo que anima al exceso (siempre bajo unos límites) es la garantía de que al día siguiente te puedes quedar en la cama hasta tarde y llevar una vida relajada, con alguna sopita por medio, para recuperar las fuerzas y el sentido. Si quitan ese día de refresco vamos a llegar a la meta laboral como piltrafas, bajará nuestra productividad y con la nueva reforma laboral sobre la mesa de noche del empresario nos quedamos sin romería y sin trabajo. Y eso no es forma de hacer las cosas. Menos en estos periodos de crisis. De esta manera, el domingo se convierte en un inhibidor, que nos desalienta y desanima. O por lo menos eso creo yo.

 

No entiendo por qué si el principal acto de la fiesta, que es además de interés turístico, es la Romería se quiera montar todo la parafernalia de la fiesta, incluidos Festival Folclórico y Feria de Artesanía alrededor de la Procesión y no entorno a La Romería. Además, estamos hablando de una fiesta popular, que tiene como referencia un hecho religioso, sí, pero en una sociedad diversa y con menos taras y obligaciones religiosas que en tiempos pretéritos. Que vaya diez veces más gente a la Romería  que a la procesión demuestra que la mayoría prefiere el ron, aunque sea de garrafón, al vino de la misa. Y eso es así.

 

Si los políticos miraran la realidad y la afrontaran con seriedad y rigor y no desde los puntos de vista de los más tradicionalistas y rancios, incluidos obispados y curas de pueblo, la fiesta se concentraría alrededor de la Romería, un sábado, con la Feria y el festival incluidos, todo ello en homenaje a la Virgen, faltaría más,  con toda su parafernalia de ventorrillos, luces y mucha acción. Y, después o antes, como quieran, el sábado día 15 de septiembre, como cualquier otro 15 de septiembre, se hace la procesión  de día y los miles de fieles irán igual, y disfrutarán de la misa y de su Virgen como todos los años, sin ruidos extraños ni gente agraviada pensando que tendrían que estar de romería y no de rezos.

 

No sé lo que pensará usted, lector. Pero yo estoy convencido de que esta es una buena solución. Y por eso lo digo. Como siempre.

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