PUBLICIDAD

Políticos (II)

El año de Dimas

 La década de los noventa comenzó en Lanzarote bajo el influjo del reinado de Dimas Martín. Desde su conquista en 1983 de la Alcaldía de Teguise al birlarle un concejal al PSOE, que había sacado mayoría absoluta, y sumar el resto de los concejales de la derecha a los suyos de Independientes de Teguise, Dimas Martín soñó con ser el “dueño y señor” de Lanzarote.

 La transformación experimentada en la Isla en los años ochenta, con dificultades y casi desaparición de la agricultura y la pesca, le convirtió en el  líder del sector primario. Cuestión que aprovechó para tener un apoyo inmenso en el campo e influencia creciente en los barrios de Arrecife. Eran años felices y de poder absoluto para Dimas Martín.

Más de 17.000 votos al Senado, más de 10.000 de diferencia con el candidato del PSOE, Juan Ramírez, que era el senador hasta ese momento. Era alcalde de Teguise, con abrumadora mayoría, consejero del Cabildo, al que acudió en la lista del CDS como independiente  con Nicolás de Paiz de presidente, y senador por Lanzarote. Además, los alcaldes de la derecha, los de la AIL-AIC de Tinajo, Luis Perdomo, y de Yaiza, Honorio García Bravo y el del PDP de San Bartolomé, Antonio Cabrera, querían crear el partido de los cuatro alcaldes para darle a Dimas plataforma insular y beneficiarse ellos también del arrastre de Dimas Martín. Y así crearon en 1990, ese partido que acabó llamándose PIL, y que todos los lanzaroteños, muy a pesar del resto de los alcaldes involucrados, conoció como el partido de Dimas.

 En 1990, fue el momento de mayor liderazgo de Dimas en su historia política, aunque fue en 1991 donde refuerza su poder institucional, aunque por poco tiempo, porque cayó con todos sus cargos dos años después, en 1993, por sentencia firme inhabilitadora del Supremo.

 En aquellos momentos, Dimas era el dueño y señor de la política insular. Al poder real que le daba tener el Ayuntamiento de Teguise con presupuestos altísimos gracias a las licencias urbanísticas que concedía en Costa Teguise,  tener a Honorio García Bravo como uno de sus financiadores y ser ya senador con un apoyo electoral impresionante, le sumó el poder intangible de sus expectativas de voto para las elecciones de 1991. Dimas Martín compraba y vendía leche de cabra, cebollas y cochinilla como actividad electoral y todavía las pagaba con la ayuda de Higinio Hernández e Ismael Brito, dos concejales suyos en Teguise de aquella época. A su lado, el incombustible Matías Curbelo, siempre (¿siempre?) fiel escudero y mejor vasallo que repartía sonrisas y algo más. Ahora tenía partido, el PIL, y contaba también con el apoyo de las AIC de Manuel Hermoso, de las que fue presidente también al integrar al PIL en las Agrupaciones Independientes de Canarias, por recomendación de Honorio García que tenía a su AIL metida ya desde hacía tiempo. De esta época, de estos años, vienen los mejores recuerdos de Dimas Martín, con un control ya de gran parte de la sociedad lanzaroteña, con la inestimable ayuda de los empresarios, prensa, y población insular. Pero también tuvieron lugar sus excesos y no sólo verbales. Dimas ya era un Dios y hacía y deshacía para mantener la maquinaría del despilfarro bien engrasada. La condena que cumple ahora, 20 años después, se debe a sus excesos en su obra más querida, hoy ruinosa, el complejo agroindustrial.

 

Pero en aquellos años, todos se sumaron al carro de Dimas. No les importaban sus ademanes antidemocráticos, miraban más la facilidad con la que multiplicaba las cebollas, la cochinilla, la leche, el queso y hasta las batatas fritas. Aquello era una locura. Dimas enamoró a Lanzarote, a su gente, apenas los socialistas, que mantuvieron la guerra desde que les arrebató la Alcaldía de Teguise, se enfrentaron a él abiertamente. Pero también sucumbió tres años después a los cantos de sirena de Dimas. Pero eso será otro capítulo.

 Qué recuerdos los de aquellos años. Apenas unos pocos, entre los que me incluyo, fuimos críticos con Dimas Martín, desde el principio y hasta el final. Sin estridencias, no teníamos necesidad de demostrar que nunca estuvimos con él, pero sin pausa. Y su coste tuvo para mí un lustro después. Pero ese también es otro cuento que ya contaremos.

 

Dimas se echó a sus espaldas todo el centroderecha y nacionalistas de la isla, de ahí vienen las dificultades del PP, y arrastró a los políticos de siempre que mangoneó como nadie, e introdujo a muchos de los cachorros políticos que han estado en primera línea durante estos años. A los que mangoneó también como hacen todos los partidos y líderes con los jóvenes e inexpertos.

 Recuerdo discusiones de aquella época. Terribles. Sólo decirles que Dimas no era Dios se consideraba pecado. Y muchos de los que te llamaban blasfemo, años después reniegan de Dimas como si ellos no hubiesen pasado también por el pesebre  y dijeran: “De lo mío qué”.

 

Con todo perfectamente organizado, con apoyo regional, con los medios insulares a sus pies, y filas de interesados haciendo colas para visitarle y loarle, Dimas gana las elecciones locales en 1991 a lo grande. Colma sus aspiraciones consiguiendo cuatro diputados, él el primero, mayoría absoluta en el Cabildo, él presidente, y después consigue que el Gobierno de Canarias sea PSOE-AIC y mete gente de Lanzarote por primera vez de forma destacada y numerosa. Tuvo dos fallos: Antonio Cabrera perdió la mayoría absoluta en San Bartolomé y José María Espino, cuando eso socialista, resistió en Arrecife.

 

Allí estaban disfrutando del éxito y loando al líder muchos de los que hoy no conocen a Dimas Martín de nada. En esos años nacieron muchos políticamente, como es el caso de Isabel Déniz, otros se engancharon al carro del nacionalismo como Juan Carlos Becerra, que venía del PDP de Antonio Cabrera, y otros quisieron seguir en el poder cambiando la chaqueta del CDS por la del PIL como Julio Romero, Francisco Sanginés, Chana Perera y compañía. También apareció por allí un tan Pedro de Armas, y otros que ya iremos colando en escena en próximos capítulos.

 Dimas estaba en lo más alto. Lo controlaba casi todo. Pero tenía tres frentes abiertos: Antonio Cabrera no soportaba su derrota y lo culpaba, la querella de Roger Deign esperaba en el Supremo, y sus enormes exigencias económicas eran muy mal vistas en el Gobierno de Canarias y en la Consejería de Agricultura que llevaba el palmero Antonio Castro, que temía que Dimas y sus deidades se lo llevaran también por delante.

 Dimas ganó y tuvo a su lado a un joven sociólogo, que hizo también parlamentario con su brutal arrastre electoral de primera fuerza de Lanzarote, que le ayudó y le dio cierta consistencia de organización a algo tan personal como el liderazgo de Dimas. Manuel (Manolín) González Díaz ha sido uno de los hombres claves en el PIL, intentando llenar de ideología y sentido un proyecto donde la gran mayoría de sus compañeros sólo veían un cofre de donde sacar un porvenir en forma de sueldo, enchufe, cargo, solar o bien mueble o inmueble. Manuel es un personaje curioso, interesante, inteligente y, quizás por todo eso, un tanto alocado, pero conocía los instrumentos necesarios para medir la respuesta social y actuar en consecuencia. Esa fue también una ventaja de Dimas frente a unos partidos llenos de taras que pensaban que las elecciones se ganaban bebiendo cervezas hasta el amanecer en El Almacén y algún que otro whisky en el Casino. Así les fue.

Comments are now closed for this entry