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Políticos (V)

Un chico muy servicial

 Ayer, miércoles, 25 de abril, José Juan Cruz Saavedra se desvinculaba políticamente del Ayuntamiento de Tías con la renuncia al acta de concejal. Es una exigencia para poder acceder a su nuevo cargo de director del Instituto de Estadística de Canarias. Para él, ha tenido que ser un momento importante, deja el Ayuntamiento 25 años después de que entrara de concejal en el segundo mandato del primer alcalde socialista de Tías, Florencio Suárez, en el año 1987.

A lo largo de todo este tiempo, ha tenido la oportunidad de conocer a fondo su municipio, disfrutar de éxitos electorales impresionantes como su elección de alcalde en 1995 con mayoría absoluta o su reelección de 1999 con el 71% de los votos emitidos. También ganó por mayoría absoluta las elecciones de 2003 y se quedó a las puertas en el 2007, mandato que superó de alcalde primero con el apoyo del PIL y finalmente de CC. En el 2011 le llegó la derrota, se quedó con siete concejales de 17 y el PP sacó ocho y consiguió el apoyo del único edil del nuevo partido San Borondón. Ha sido un año en la oposición, desde junio hasta ahora que inicia una nueva andadura.

 

¿Qué se necesita para ser concejal durante 25 años de un pueblo? ¿Para ser alcalde durante 16 años? Fundamentalmente, que te voten tus vecinos, los electores del lugar. Y eso no es fácil ni todos lo consiguen de la misma manera. Pero todos los líderes tienen virtudes fácilmente reconocibles y defectos bien ocultos. Es una de las reglas de oro. Puedes ser un genio pero no serás nada en la política si el personal no percibe esas características o si no las valora como necesarias y cercanas. En cambio, puedes ser un mediocre y proyectar un liderazgo reconocible y aceptado por la mayoría. Pero es imposible serlo durante tantos años, esa fórmula cabe para algunas elecciones pero no para permanecer tantos años. También condiciona la elección la madurez, independencia económica y tradición democrática de los pueblos, de los municipios. Tampoco todos son iguales, ni tan siquiera en una isla pequeña como Lanzarote.

 

José Juan Cruz Saavedra, mi amigo y vecino desde la infancia, del que he sido asesor externo de comunicación en su etapa de alcalde, llegó muy joven al Ayuntamiento. Apenas tenía poco más de 20 años, acabó sus estudios de técnico administrativo y trabajaba en el departamento de administración en la empresa de uno de sus tíos. Pero Pepe Juan era un mundo fuera de esa biografía laboral. Estaba metido en todas las asociaciones y clubes deportivos que podía, siempre respondía con un sí/sí/sí cualquier petición que le hiciera algún vecino. Lo mismo estaba en la farmacia comprando las medicinas de un abuelo del lugar, ayudando a poner un techo a un amigo recién casado o haciéndole la declaración de la renta a una cola de vecinos en su propia casa.

 

Aquel joven, huérfano de padre desde pequeño, que rompía su timidez con una ruidosa y contagiosa carcajada a las primeras de cambio, llamó la atención del alcalde Florencio Suárez y del secretario general local, Pepe Reyes. Y él volvió a responder sí/sí/sí y se echó a reír ruidosamente cuando le invitaron a formar parte de la candidatura al Ayuntamiento en 1987. Se presentó, ganó el PSOE y hasta ahora ha estado allí.

 Lejos de alejarse de los vecinos, Pepe Juan reforzó sus lazos con los potenciales votantes. Apenas tuvo competencias en el Ayuntamiento antes de ser alcalde y nunca quiso liberarse. Durante ocho años de concejal, se hizo muy amigo del secretario general local, Pepe Reyes, que encontró en él a un hombre voluntarioso, leal y que pedía poco o nada para sí mismo. Pepe Juan se recorre casi todas las directivas de clubes y asociaciones, ya sea el club de lucha o la Sociedad Unión Sur de Tías  y allí donde hay más de dos personas reunidas en Tías, no sorprende que una sea él. Con su carpeta llena de papeles de la empresa, se recorre medio municipio antes de llegar a su destino final: llevar documentos a la Asesoría. Se ha ganado una imagen de buen chico y servicial. “Díselo a Pepe”, se repetía una y otra vez. Y él cumplía.

 

Así estaba la cosa cuando, después de doce años de alcalde, tanto el propio Florencio como el secretario general local, Pepe Reyes, decidieron que era la hora de cambiar de candidato. Se había detectado un deterioro político en el municipio y se temía por la continuidad del proyecto socialista en el municipio en un momento donde en el resto de la isla el PSOE se desinfló. Pepe Reyes parecía llamado a ser alcalde, era el líder del grupo, tenía ascendencia en los socialistas locales e influencia en los insulares. Pero no, apostó por su amigo y fiel compañero. Por su secretario de Organización en la Agrupación Local. Puso sobre la mesa las fortalezas de Pepe Juan, recordó lo de chico servicial, su pasión y entrega por la política y nombró también la timidez del chico del sí/sís/sí al que asustaban los medios de comunicación, los focos, las grabadoras, la exposición pública. Nada que no se pudiera superar con trabajo y dedicación. Y se hizo alcalde en 1995. Y barrió en 1999, después de que desplegara todos sus encantos de chico servicial y repitiera infinidad de veces el sí/sís/sí y lo cumpliera. ¿Ustedes quieren un Instituto? Ahí tienen un instituto. ¿Un pabellón? Tomen un pabellón. ¿Mejorar EL Varadero? Mejorado. ¿Asfaltado de caminos y alumbrado público? Ahí tienen asfalto y se ha hecho la luz. ¿Actividades culturales y deportivas? Plan cultural y escuelas deportivas a toda marcha y fiestas de todos los pueblos con actividades. ¿Quieren cercanía? Este es mi móvil, pásate por el Ayuntamiento, no importa que sea sábado, nos vemos, eso ya lo hablamos. Y todo eso adobado con un grupo de siete concejales de trece, que trabajó  duramente para potenciar al nuevo líder. Y se consiguió.

 

En 1999, Pepe Juan barrió. Todos los vecinos estaban convencidos de que podría hacer cualquier cosa. Era un “conseguidor” capaz de sacar inversiones para Tías en gobiernos que siempre fueron hostiles al PSOE. El supo gastarse horas y horas detrás de consejeros, directores generales, jefes de servicios y simples porteros del Gobierno de Canarias. Y esa humildad con la que iba, esa timidez que mata con una ruidosa carcajada nerviosa, le abría puertas  que otros no conseguían. Su herencia en obras y servicios municipales es tan larga como incuestionable a lo largo de sus dieciséis años de alcalde. Pero cumpliéndose el principio de Schumpeter de que siempre armamos nuestras necesidades desde donde estamos, sin tener en cuenta donde estuvimos, hace que las demandas sean más difíciles de atender. También  empiezan a aparecer los defectos de Pepe Juan. A saber: se le hace cuesta arriba prescindir de colaboradores que se han quedado atrás y es incapaz de organizar sus grupos de gobierno prefiriendo duplicarse él para garantizar el cumplimiento de sus obligaciones. Se empieza a deteriorar su relación con los vecinos, que se cansan de tantos años de socialistas, de Pepe Juan y se ven contrariados con las políticas insulares del partido y la crisis que azota con fuerza y hace que se tenga que apretar el cinturón.

 Hubo obras que tuvieron una contestación social, más fuera del municipio que dentro, como con la construcción del campo de golf y el Centro Comercial Biosfera. Y discusiones con la renovación necesaria de Puerto del Carmen. Pero, a pesar de todo, del tiempo y las controversias y sus limitaciones, que también las tiene, sigue manteniendo una elevada popularidad. La mayor de cualquier político en el municipio. Y le viene bien abandonar el Ayuntamiento después de tantos años. El ISTAC es una transición de un hombre que ha dedicado su vida a lo social, a lo público, y lo ha hecho con el apoyo de su pueblo. Que le conoce y valora ( menos ahora que antes). Todavía no tiene 50 años de edad. Tiene recorrido para muchas más cosas. Pero eso ya lo dirá el tiempo, el partido y los electores porque está claro que Pepe Juan quiere seguir en política, donde le diga el partido, pero en política. Prefiere la política local, pero no renuncia a nada.

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