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Nunca máis, más nunca

 

Hoy se cumplen justo diez años desde que el corroído monocasco del buque Prestige se hundiera y cubriera con su manto de muerte de 63.000 toneladas de fuel oil más de 1.000 kilómetros de costas portuguesas, gallegas, asturianas, cántabras, vascas y francesas. Diez años en los que se han vertido también ríos de tinta sobre una catástrofe anunciada porque ni fue la primera ni ha sido la última que la industria del petróleo ha provocado en los mares y océanos de Europa y del resto del mundo.

Desde entonces, otras mareas negras se han vivido también en Noruega, Australia, EEUU, Irlanda, Corea del Sur, Ucrania, Rusia, México, Filipinas, Líbano, Pakistán, Reino Unido, además de otros miles de derrames de menor envergadura que no aparecen en las noticias pero quedan registrados, como los 6.985 que Repsol reconoce haber vertido en sus operaciones entre 2006 y 2010 y entre los que se computan algunos de los 16 que esta multinacional ha provocado sólo en Tarragona, donde opera con su obsoleta plataforma “Casablanca”.

El último episodio de relevancia fue provocado hace escasos dos años por una plataforma petrolífera de la más alta tecnología propiedad de British Petroleum, la Deepwater Horizon, contaminando más de 1.000 kilómetros de costa de EEUU frente al Golfo de México, tras explosionar, matar a 11 empleados y hundirse a la misma profundidad que la que ahora Repsol pretende perforar a apenas diez kilómetros frente a las playas de Lanzarote y Fuerteventura. Dos años antes del Prestige, en 1999 y tras la marea negra del buque Erika en las costas de Francia, el ministro popular Álvarez Cascos firmó un Plan de Contingencia para luchar contra las mareas negras en España que de nada sirvió en la crisis del Prestige porque el gobierno español hizo justo lo contrario de lo que establecían los protocolos y recomendaban los técnicos de Marina Mercante.

Por entonces, el Gobierno de Aznar había aprobado ya las prospecciones en Canarias, y su ministro Rajoy, enviado a La Coruña para coordinar la acción del Gobierno, declaraba: “son sólo cuatro hilillos de plastelina”. Rajoy es hoy presidente del Gobierno y 10 años después ha vuelto a aprobar las prospecciones en Canarias animado por el ministro Soria, que afirma que “existe la misma probabilidad de un vertido de petróleo al mar que la de tener un accidente aéreo”. Es el mismo ministro que accede a la petición de sus colegas populares del Mediterráneo de paralizar las prospecciones frente a Málaga y Baleares, argumentando que dañarían los intereses turísticos, y al tiempo insiste de forma cerrada e inflexible en promover las perforaciones de alto riesgo en Canarias indicando que aquí sí es compatible el petróleo con el turismo. El modelo energético que necesita Canarias está muy alejado del modelo anticuado, costoso y contaminante que fomenta el gobierno español, y sobre todo está tremendamente alejado de las necesidades reales y del respeto que merece el pueblo canario. No necesitamos demagogia, ni mentiras, ni dejar nuestro futuro a la suerte de una lotería, no señores del PP. Canarias necesita con la máxima urgencia la implementación de una política energética que acoja las fuentes que nos regala la naturaleza, las que están ahí, las que nos otorga el sol, las mareas y las corrientes marinas, el viento, el calor de la tierra, los residuos que generamos, necesitamos abordar de inmediato nuestra propia transición energética para aparcar de una vez el viejo y sucio modelo del petróleo y comenzar a andar en una senda más limpia y mucho más barata que nos permitirá alcanzar en pocos años la independencia de los mercados y la necesitada sostenibilidad en el tiempo. Canarias se solidariza hoy con el pueblo gallego al cumplirse diez años del desastre del Prestige; deseamos sinceramente que nunca más vuelvan a vivir otra tragedia similar, ni los gallegos ni los ciudadanos de ninguna otra parte del mundo porque, no lo olvidemos, detrás de esas frías cifras que computan toneladas de crudo, vertidos, kilómetros, años, etc., siempre hay tragedias humanas y ecológicas porque de un instante para otro desaparece la pesca, las playas, los fondos marinos, la vida del mar, el empleo, la ilusión, la esperanza.

No permitiremos que la codicia de tres multinacionales y el concepto retrógrado de un valedor público del petróleo nos obligue a aceptar una política colonial donde priman los intereses de grandes corporaciones extranjeras sobre los derechos de nuestra castigada población. Exigimos al Gobierno de España que suspenda de una vez las prospecciones en Canarias, como lo ha hecho en Baleares y en Andalucía; exigimos que se escuche a la comunidad científica internacional, que ya ha pedido a España la retirada del proyecto; exigimos que se preserve la industria turística de las islas y se rechace cualquier amenaza potencial que la ponga en peligro; exigimos que las energías renovables sean apoyadas con total determinación y firmeza, tal y como dicta la Unión Europea y las Naciones Unidas, y no coartadas con decretos como el aprobado por el Ministerio de Industria el pasado mes de enero; exigimos que nunca máis, más nunca, nos falten al respeto y a nuestros más fundamentales derechos.

(*) Pedro M. San Ginés Gutiérrez es presidente del Cabildo de Lanzarote

 

 

 

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