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Huyo de la vanidad, no del fútbol

Hoy es un día de fútbol. También lo fue ayer. En Sudáfrica llevan así desde hace más de un mes, aunque en muy pocos países no se sigue con pasión lo que pasa allí. Tengan o no selección desplegada en esta batalla de campos, barras de bar y derechos de televisión. 

Ayer, dos países pequeños, con distinta historia pero el mismo objetivo en esta cosa global deportiva, vivían pendientes de un gol o de dos o de tres. Al final ganaron los de tres, los holandeses, que dejaron compuestos y sin final a los uruguayos. Una subcampeona dejó fuera a una campeona. Y ahí siguen las cábalas españolas: si una subcampeona se apuntó a la final superando a una que fue campeona,  por qué no va a poder España, que no ha pasado de los cuartos hasta ahora en la historia, con una tricampeona la primera vez que llega a semifinales. Y venga optimismo, y venga más leña a la hoguera de las vanidades.

 Quiero escaparme de esta españolitis aguda que le ha entrado hasta a mis queridísimos  nacionalistas e independentistas que se apuntan al marketing españolista más eficaz con tanta soltura que nadie diría que no son vecinos de Mósteles, Cáceres o Cádiz. Me voy a ver el partido lejos de aquí. No seguiré los pasos de Marco porque ni tan siquiera busco a la madre patria, que a los dos dejo aquí. Me voy porque no quiero más pasiones que las propias de los goles, los penaltis ilegales o los goles fantasmas. Huyo de ese montón de banderas, de esas pinturas de guerra que me hacen recordar los pobres indios de la America colonizada en los tiempos del güevero de Colón y los Reyes Católicos.

 Me voy porque no quiero los gritos de los vecinos ya sean uuuyyys  o gooool. No quiero pitidos de eufóricos que sólo afrontan la vida con los resultados del sudor ajeno, que cuentan victorias desde el sofá, apenas mirando el televisor y después de una larga siesta. Que se creen merecedores de parabienes por el hecho de haber nacido en el mismo territorio estatal que esos 23 chiquillos que fueron a África, en safari de goles, en busca de gloria.

 Me voy y les dejo con las quedadas del Reducto, con Cándido Reguera con sombrero-bandera española. En una tarde-noche llena de jable, ruidos, lamentos  y con el sueño de gritar gooool.

Ahí les dejo y huyo. Me voy lo más lejos posible de aquí y de la Sudáfrica de las vuvuzelas y de los forofos. Me escapo al norte, a ver el o los, depende la suerte, partido o partidos. Disfrutaré con el fútbol, gritaré los goles y sea cual sea el resultado no oiré ni lamentos ni pitidos. Para fiestas prefiero los Sangineles y ya ven ustedes en que se ha quedado.

Me voy lejos, los más lejos que pueda, al norte a ver el partido. Espero ver el de hoy y el del domingo. Esperemos verlos pero en Helsinki. Sin ruidos, sin gritos ajenos e histéricos, sin pitidos, sin fiestas. Quiero disfrutar de un partido, sólo eso. Y no es poco tal como vienen las cosas.

 

  

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