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¿Es realmente un fracaso...?

Este año celebramos el Primero de Mayo más triste de cuantos se recuerdan por las elevadas cifras de paro, 6.202.700 personas en situación de desempleo, desvelada recientemente por la Encuesta de Población Activa (EPA). Un Primero de Mayo tensionado por la situación que viven muchas familias, 1.906.000 tienen a todos sus miembros en el paro, y también por la que padecen muchos trabajadores que han visto cómo su empleo aumentaba en precariedad, disminuía en salario y derechos, y en demasiados casos su continuidad pende de un hilo. Por estas razones y porque el Gobierno, que llegó al poder por la promesa de que solucionaría el paro está ahora enrocado en la continuidad de una política claramente errónea, este Primero de Mayo debe ser también el más reivindicativo y multitudinario de la Historia de esta celebración.

Reivindicativo porque ha de ser un grito de ¡Basta ya! al dolor que esta política del austericidio está causando al pueblo español. Reivindicativo porque nos va la vida y el futuro por el estado de shock en el que se encuentra su presidente, que no camina sino hacia el barranco asegurándonos además que es la única alternativa. El pueblo español tiene en su mano demostrarle a este Gobierno desnortado que somos más, muchos más, los que pedimos su dimisión o un cambio radical en la dirección de sus políticas que los que, engañados, les dieron en las urnas las llaves de La Moncloa.

 De su repuesta va a depender que desmientan o confirmen la idea que cada vez más españoles tenemos en mente. ¿Están realmente cometiendo un error con su seguimiento ciego de la Troika de Merkel y los mercados...? Si no corrigen, estarán demostrándonos que, en realidad, su política es un éxito porque cada vez están más cerca del modelo de estado que ellos quieren. De una sociedad precarizada y subyugada al dictado de unos muy pocos poderosos. De un estado del bienestar desmantelado y unas empresas públicas subastadas entre las multinacionales. De un país con gente muy preparada que sirve de cantera, barata claro, para Alemania y los países del Norte. Debe ser que sí es un éxito porque ya estamos en un país que sufre todo lo dicho. Además, con una democracia secuestrada en la que su presidente cree que los problemas se resuelven dejándolos caducar, que no da la cara o sólo lo hace en una pantalla de televisión, como en Gran Hermano, y encima no admite preguntas.

 Un modelo de sociedad en el que se obliga a retroceder décadas a sus ciudadanos renunciando a base de miedo a muchos de sus derechos laborales, a cuotas dignas de bienestar, a una educación de calidad libre de adoctrinamiento ideológico y religioso. Un modelo que salva a los bancos y castiga a las personas, condenando a muchas a la exclusión social. Un Gobierno que fustiga con impuestos insostenibles, por encima de la media europea, a los trabajadores, pequeños empresarios y autónomos mientras premia con amnistías generales a los defraudadores y corruptos. Un modelo de nación que, si en un momento dado parecía orientado a convertirse en un país emergente, cada vez más parece enfocado a ser un estado neomedieval, con todo lo que eso significaría para la clase media y trabajadora de este país. Y encima, nos piden paciencia... ¿Para qué exactamente, señor presidente?

 

 (*) Joaquín Caraballo es  vicepresidente y consejero de Empleo del Cabildo de Lanzarote

 

 

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