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Quince años de la Peña El Gato

Tengo un buen recuerdo de la Peña El Gato. De aquella elevación del terreno que partía al norte del camino que lleva el mismo nombre. Por un lado, era piedra en forma monolítica, pero, por el otro, se dejaba humanizar sirviendo de tierra fértil para yerbas silvestres, una higuera y alguna sementera. También disponía de una buena reserva de arena fina, que se usaba unas veces para enterrar animales y otras se llevaba para usar en la construcción. Al norte de su parte central, entre paredes de piedra suelta, una decena de piteras proveía a los cazadores del pitón que ellos cortaban para hacer corchos, transportines de hurones que se colgaban con una correa al cuello. Ese accidente natural, situado a poco más de un kilómetro de Conil y poco menos de uno de Tías, y al que se accede por el primer camino a la izquierda saliendo de la capital del municipio hacia este pequeño pueblo, tenía el atractivo que siempre se le encuentra a lo que sobresale en su entorno y sirve de vigía en el lugar.

Hasta sus proximidades, se mudaron las inquietudes gastronómicas de un grupo de amigos, la mayoría de Tías, que entendieron que entre plato y plato y al borde de los fogones su amistad se maduraría a fuego lento. Así, usando de sede un cuarto de aperos del que fuera Juez de  Paz, Manuel Reyes, padre de uno de ellos, el sindicalista César Reyes, situado casi a la sombra del popular saliente, empezaron a curtirse en los avatares de la cocina, los ingredientes y el buen comer y el buen beber, dieciocho amigos de diferente condición y profesión pero todos entusiasmados con la experiencia de aprender y compartir una nueva y singular experiencia.

Son las típicas cosas que surgen un día y al siguiente ya han abandonado todos. Donde las deserciones son tan numerosas que el proyecto se queda en un sueño de verano y el émulo de Txoko queda en un intento baldío con latas, verduras y demás amontonadas en la basura. Pero, en este caso, no fue así. Precisamente ayer celebraban el decimoquinto aniversario de la feliz idea. Y para la ocasión, no sólo contaron con sus mujeres, ausentes en este trajín de un viernes al mes de sus hombres, sino que también cargaron con amigos y familiares varios.

Las mujeres, más que como sufridoras, se mostraron entusiasmadas e irónicas.

Cada vez que cumplen cinco años más, a modo de fiestas lustrales como las de La Palma, que son ellos muy tradicionalistas, cada uno de los dieciocho invita a diez personas al evento y hacen una fiesta por todo lo alto. Ellos, vestidos todos iguales, uniformados como miembros de un equipo como son, cocinan primero y sirven después sus viandas a sus elegidos para la ocasión. Toda una exhibición que refuerzan con discurso del presidente, y otro vez nos topamos con el hijo del Juez, y del cronista oficial de la Peña, José Juan Romero, que con gracia y estilo pone en antecedentes de la historia de la asociación gastronómica a los asistentes al acto. No podía dejar de oírse en esta ocasión a las grandes ausentes de estas reuniones gatunas sin gatos. Ellas, mujeres de los protagonistas, con la voz de Ángeles García, exhiben su humor y complicidad sin desechar los golpes de ironía y sorna al contar el devenir de sus machos, la calidad de sus condimentos y lo que hacen ellas en sus ausencias. Todo en un muy buen ambiente.

Verles felices con su platos, sirviendo la bebida, y dando lo mejor de sí entre aquellos dos centenares de personas demuestra mucho más que su prestancia en la cocina (que juro que todo estaba realmente bueno) y se adentra en una forma de relacionarse que mantiene viva esas amistades de toda la vida, al margen de las historias que pase cada uno. Mi amigo Juan de León fue quien me incluyó entre sus diez elegidos. Pero allí estaban César Reyes, Gustavo Cruz, Florencio Suárez, Pablo Hernández, Paco García o Eduardo Ferrer con los que compartí espacios vitales en el pueblo de Tías desde muy pequeños. También son miembros José Pablo Lemes,  Sandy  Ferrer, Juan Cruz, José Juan Romero, Oscar MartínYe Cabrera, Fernando Bernal, Cristóbal Sánchez, Antonio Aguilar, Santiago Santana y Alexis Lemes. En definitiva, tres docenas de huevos, que es lo mínimo que se necesita para meterse en estos berenjenales y quince años después, lejos de arrugarse, se invita, incluso, a amigos y familiares para ser ellos sus cocineros y servidores. ¡Chapó!

¡Y no se olviden de invitarme en el 2022!

Comentarios

#3 Liborio 20-11-2017 09:42
¡¡ Vaya manada, para engancharlos de un carro ¡¡.
#2 Seguidiña 20-11-2017 08:32
[pues si, todo no es política y sucesos en esta vida. Échate una Filial y alegraré el día..
#1 Folías 19-11-2017 02:12
Notición en la isla de Lanzarote...bravo noticias de calidad e importancia social..

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