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De crucerista a superviviente

Teresa Curbelo: "Temí por nuestra vida porque podía ver perfectamente la tercera planta inundada"

El Costa Concordia fue el escenario de miles de historias. Tras un impacto, la electricidad falló y el agua comenzó a invadir un barco donde 4200 personas con miedo pelearon por salvar su vida. Teresa Curbelo, junto a su marido y su hijo de ocho años, fue una de las protagonistas de este naufragio que tuvo lugar en la costa italiana el pasado 13 de enero cobrándose la vida de cinco personas.

 

Hace justo una semana, el viernes. La pesadilla comenzó en el segundo turno de cena, alrededor de las nueve y media de la noche. Tras terminar el primer plato, el pasaje del Costa Concordia sintió un golpe seco, todo se quedó oscuro y la nave comenzó a balancearse. Los platos se caían al suelo y todo se movía.  Lo que era un lujoso comedor se convirtió en caos. "Nos dijeron que era un problema con un alternador y que la situación se iba a estabilizar pero yo intuía que nos estábamos hundiendo", explica Teresa. Sin embargo, lo más desesperante llegó más tarde.

En el momento del golpe, su hijo Pablo había ido al baño, su marido corrió a buscarlo y cuando lo encontraron los tres juntos corrieron hacia las escaleras, pero entre el tumulto, Teresa los perdió de vista. "Creí que me seguían y ellos igual. Yo estaba buscando la salida de emergencia pero él optó por ir al camarote a buscar los chalecos salvavidas. Pasé dos horas sin mi marido y mi hijo, estuve perdida buscándolos de bote en bote. Mientras tanto, ellos me buscaban en los ascensores o incluso por el suelo, temiendo que en el intento de huida de la gente alguien me hubiese aplastado" explica.

"Mi prioridad era meter a mi hijo en un bote"

Tras dos horas de una búsqueda mutua, la familia logró reunirse y una vez juntos, tocó luchar por subir a un bote. "La gente estaba desesperada, se pegaba por los chalecos y por entrar en el bote salva vidas. Yo tuve que pelearme con hombres que me empujaban impidiéndome pasar. Yo tenía clara mi prioridad: meter a mi hijo en el bote salva vidas aunque yo tuviese que salir nadando. Al final entramos los dos, y mi marido tardó algo más", cuenta Teresa.

Sin embargo, todos no corrieron la misma suerte. Muchas personas llegaron tarde, cuando todos los botes ya estaban llenos y tuvieron que tirarse al agua. "Muchos nos pedían por favor que les dejásemos montar y no pudimos negarnos aunque superásemos el número de personas permitidas. ¿Cómo le ibas a decir que no a un padre con una niña en brazos y otra pequeña?", explica.

De camino al muelle, con toda la familia a salvo, la angustia iba desapareciendo, pero los niños seguían aterrorizados. "Me admiró la templanza de una señora que iba con sus hijos en mi bote salvavidas. Uno de sus hijos le dijo que no quería morirse ahogado y ella le tranquilizó diciendo que eso no iba a pasar, que lo que estábamos viviendo era una aventura y que había que llegar al muelle. El niño se tranquilizó y hasta yo también", cuenta.

Falta de información

La situación vivida en el Costa Concordia se derivó de una cadena de presuntas negligencias que comenzó cuando el capitán del barco, Francesco Schettino, decidió aproximarse demasiado a la costa de la isla italiana de Giglia para, presuntamente, hacer un regalo a su jefe de camareros, natural de la isla. Esta aproximación provocó una colisión contra las rocas  provocando el accidente naval más grande de los últimos años. Mientras el agua llegaba a la tercera planta el capitán siguió cenando y  tardó una hora y media en dar la voz de alarma impidiendo a la tripulación comenzar las maniobras de evacuación. "Me extrañaba no ver helicópteros ni barcos que viniesen a socorrernos, temí por nuestra vida porque podía ver perfectamente la tercera planta inundada y creí que en cualquier momento el barco podría hundirse de repente. Sólo me preguntaba a qué estaban esperando para dejarnos montar en los botes. No tengo palabras para el capitán, sólo  siento rabia e impotencia. Él no reaccionó, se quedó sentado cenando y salió del barco el primero, preocupado de salvar su vida y la de su amante. No dió la cara", cuenta Teresa.

Además de la presunta negligencia cometida por el capitán, se dieron otras situaciones que dificultaron la  evacuación. "Las indicaciones al pasaje se daban únicamente en italiano, muchos ingleses y alemanes me preguntaban qué estaba pasando porque no lograban entender nada", cuenta Teresa. Por otra parte, no recibieron ningún tipo de información previa acerca de directrices de actuación en caso de accidente a pesar de que cada nacionalidad de pasajeros contaba con un monitor que debía informar de ello. "En la primera reunión del día del embarque Jairo, nuestro monitor,  detalló muy bien las excursiones y servicios con los que contaba el barco pero decidió saltarse la parte de emergencia y evacuación porque  decía que el Costa Concordia era un barco muy seguro que jamás ha tenido ningún problema".

El lujo y los últimos avances en tecnología con los que contaba el barco y que se cuidó tanto en explicar no salvaron la vida de las víctimas, ni tampoco evitó que el pasaje perdiese todas sus pertenencias. Pero quizás haber hecho una breve descripción del protocolo de evacuación, así como una alerta de emergencia más rápida, hubiese reducido el caos.

Teresa considera que tres factores les ayudaron: la proximidad a la costa, que el mar estaba en calma y que era la hora de la cena y casi todo el pasaje se encontraba cenando, un hecho clave puesto que todas las puertas del barco se abrían con sistema electrónico y la corriente eléctrica falló. De manera que las personas que se encontraban en los camarotes se quedaron más de 24 horas encerradas.

Afortunadamente, ella y su familia pudieron salvarse, pero todas las personas no corrieron la misma suerte y cuando piensa en ello no puede evitar recordar la imagen desconsolada de un miembro de la tripulación que una vez a salvo "se negaba a recibir cualquier tipo de ayuda,  y sentado solo en el muelle empezó a llorar como un niño mirando al barco, quizás esperando a alguien", explica.  A pesar del mal trago, da gracias de que su familia esté completamente a salvo "Dios estaba conmigo porque entre 4200 personas, pude encontrar a mi familia y meternos en el último bote juntos", concluye.

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