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MI MARIDO Y YO

Son muchos los matrimonios que trabajando codo con codo se han hecho hueco entre los grandes emprendedores. Con grandes sacrificios, arriesgando su dinero y trabajando como mulos consiguen llegar a lo más alto. Es un buen ejemplo. Pero querer hacer esto en el sector público, con el dinero de todos y pasando por encima de compañeros es otra cosa. No se puede tolerar que llegue a un departamento público alguien bien enchufadito, que se enamore de una de las empleadas públicas y entre los dos acaben desplazando al resto del personal que no es de la cuerda de la señora. Ese es el mal ejemplo. Eso de que una pareja, al estilo monárquico de Isabel y Fernando, ya saben tanto monta uno como la otra, llegue a un departamento y lo gestionen como si fuera una empresa familiar y que las cosas se hagan de una manera  “porque lo dice mi mujer” o por aquella otra de “hazlo así porque si no se lo digo a mi marido y verás” suena más al ejército de Pancho Villa o a la cocina de un bar familiar que de toda una institución pública. Pero, claro, mientras el criterio sea “yo soy amigo del político de turno y hago lo que me parece", mal vamos.

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