Cromatismo florentino
A veces, por influencia del cine tal vez, imaginamos el pasado en blanco y negro. También porque el paso de tiempo tiende a comerse los colores, como pasa con los templos de la antigua Grecia o en la ciudad azteca de Teotihuacán. Florencia, sin embargo, es un caso excepcional. Altiva aunque añeja, sigue vistiéndose de colores y mostrando indicios del policromo pasado en el que se hunden las leyendas del gran Imperio.
La primera visita obligada en esta ciudad, construída siglos atrás por los soldados del célebre Julio César, comienza por
El abanico de posibilidades se agranda y una se encuentra frente a un mapa plagado de construcciones religiosas, todas ellas depositarias de un incalculable valor histórico y artístico, Santa Croce o San Lorenzo, Santa María Novella o
San Miniato, ya sea por la belleza simple de su fachada, por el valor de los mosaicos y murales de su interior, por su sugestiva soledad, el eco y el olor a incienso, merece un asterisco en nuestro mapa de visitas. Además, la iglesia se encuentra rodeada por un curioso cementerio donde puede encontrarse, por ejemplo, una tumba cuyo epitafio, además del nombre del difunto, reza: “un italiano”. Ondea una pequeña bandera de Italia a su lado y una se pregunta, ¿huesos de militante por la unificación del país de la bota? Como el camposanto no es el lugar idóneo donde volverse inquisitiva, una se encoge de hombros y levanta la vista, para disfrutar de la maravillosa panorámica que desde aquí se tiene de los tejados rojos de Florencia.
Como otras ciudades de Italia, la capital florentina es un gran museo al aire libre pero, si llegados a este punto les entra el síndrome del turista y sienten la punzante necesidad de comprar una entrada, también tendrán una dilatada oferta de lugares en donde saciar su ánimo consumista. Merece la pena pasear sin prisa por
La ciudad se va llenando de sombras mientras cae la noche y el caballo de
Florentinos en bicicleta, ataviados con gorros de lana y bufandas vuelven a casa para cenar y su pedaleo nos recuerda lo cerca que estamos de Centroeuropa. Un olor leve de albahaca nos asalta. Hora de resguardarse y dejarse adormecer por el calor y los sabores de las trattorias toscanas.