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Nueva York, la ciudad de las ciudades

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hori99pa32-35foto1El viaje a Nueva York comienza mucho antes de coger el avión: cuando lo soñamos con intensidad después de verlo en un sinfín de películas y reportajes en prensa; cuando nos parece imposible estar cerca de todos esos míticos lugares interminablemente representados y la sola idea de estar en ellos nos produce una emoción incontrolable, pensando que ése es nuestro viaje ideal.

El primer contacto con Nueva York rompe la idealización y coloca al viajero en la más cruda realidad: la de los policías más corpulentos y maleducados que uno haya visto en un control de aeropuertos, la del miedo a no parecerse al de la foto del pasaporte, la de la sensación de una privación absoluta de libertad cuando pueden retenerte  horas hasta comprobar que no eres un terrible delincuente internacional.

Y una vez en la ciudad, el shock: casi nunca la realidad se parece a las idealizaciones, nada, ni Nueva York, supera el rico colorido de la fantasía. Uno comprueba que sí las torres son tan altas como en la fotografías, sí el skyline es tan soberbio, el puente de Brooklyn tan atractivo de noche, Times Square tan bulliciosamente moderno, pero al mismo tiempo siente que nada de eso le produce la esperada emoción, el sobrecogimiento que había imaginado en sus sueños.

Y ése es el segundo paso en el viaje: abandonar las idealizaciones y mirar a la ciudad desde la realidad; olvidarse de los tópicos que en realidad no son Nueva York sino postales mentales fabricadas sobre todo por el celuloide.

Instalados en la realidad, el tercer paso: superar la carga de nuestra mentalidad europea. Uno pasea en una ciudad racionalmente planificada, moderna, y siente que le falta algo. Y recuerda la emoción en Viena con el edificio de la Secesión que albergaba el frontispicio de Klimt, en Berlín al recorrer los últimos trozos del muro o las catacumbas de la stasi, en las viejas librerías del barrio latino de Paris, la saudade de Lisboa….Y de repente entiende que hay que hacer un esfuerzo y sacudirse clichés, olvidarse de los esquemas de ciudad europea y posar una nueva mirada sobre esta nueva ciudad.

Y después, despojado de la maleta de turista europeo, caminar y caminar y mirar detenidamente todas las ciudades que son esta ciudad.

 

Muchas ciudades

 

Porque Nueva York son muchas ciudades: la del silencio nocturno impregnado de sirenas de coches de policía, ambulancias y bomberos con un latido constante que conforma el sueño; la de primera hora repleta de ejecutivos con sus cafés camino del trabajo; la del hiperconsumo con tiendas de ropa de lujo, inalcanzables a la mayoría de los bolsillos; la de los barrios “cool” con galerías de arte y  coquetos cafés; la de las falsificaciones; la de los barrios negros con soul en el metro; la de los hispanos que se avergüenzan de serlo; la de las propinas constantes;  la del pulmón verde casi mayor que la propia ciudad; y también, claro, la de las postales y el Empire State, la estatua de la libertad, Times Square, el MOMA,  el hermoso Guggenheim de Wright, el poético New museum … 

Y observando la ciudad impresiona cómo cambia la geografía humana con sólo atravesar una calle, cómo las fronteras humanas se transforman en escasos metros y la distancia entre niveles de riqueza en un mínimo espacio se agiganta respecto a otras ciudades: del homeless a la ricachona de ropa impagable en apenas una o dos calles de diferencia.

Observando la ciudad uno descubre su verdadero tesoro: la diversidad humana y cultural, la riqueza de su contingente humano.

Mujeres vestidas de Prada o Luis Vuitton,  hispanas imitando a éstas con perfectas falsificaciones, negras y negros raciales elegantes en su fuerza, chinos amables, indios, niños vestidos de Ralph Lauren junto a otros de mercadillo, analizando, codo con codo, las pinturas en los museos… y todas las tipologías humanas imaginables reunidas en esa gran urbe que poco a poco te va ganando, haciéndote olvidar los clichés e incitándote a descubrir más rincones hasta hacerte sentir que no tienes tiempo, que tienes  que volver y, ahora sí, volver a mirar la ciudad desde el principio, limpiamente, sin trabas ni estereotipos.

Y al partir (otra vez la aduana y los amenazadores policías) desear, por primera vez en un viaje, que llegue el momento de volver.

Y entender porqué N. York es la ciudad de las ciudades. Y volver, otra vez, a idealizarla y soñar con ella.

 

 FOTOS

 1, 2,3,4, 5, 6 y 7.  El coqueto edificio del New museum, los miles de taxis amarillos, la visita en barco a la estatua de la libertad, la diversidad cultural y racial y el puente de Brooklyn  se manifiestan en la suma de las singularidades callejeras de Nueva York.  El puente de Brooklyn de noche con el fondo del Skyline de Nueva York es realmente impresionante. La calle es vida en Nueva York. Las actividades se organizan los sábados en la 3ª Avenida con miles de personas, mientras en Canal Street los chinos te venden las mayores falsificaciones a los mejores precios. Times Square es la explosión del color de rótulos, luminosos, pancartas…

8. Nueva York presenta todo su esplendor desde lo alto del Empire State Building.

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