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“El volcán se chascó una comarca agrícola en expansión” en Lanzarote que casi tres siglos después cuesta imaginar

El arqueólogo José de León explicó cómo se rehizo la vida tras la erupción de Timanfaya y el investigador Julián Rodríguez habló sobre la artesanía del junco

Estas conferencias forman parte del programa de actos que durante 2024 y 2025 conmemorará el 50º aniversario del Parque Nacional de Timanfaya

 Adiós campos de cebada y verdes trigales. Adiós carretas de grano camino al puerto real de Janubio. Adiós ganado. Adiós viviendas. “El volcán se chascó una comarca agrícola en expansión” que casi tres siglos después nos cuesta imaginar.

El arqueólogo José de León se ha sumergido en los archivos para reconstruir cómo era la isla antes del proceso eruptivo de Timanfaya y para responder una pregunta: ¿Cómo se adaptó la gente de Lanzarote a la nueva realidad construida por el volcán? Su conocimiento es tan preciso que sabría manejarse por las veredas de la antigua Lanzarote que yace bajo las lavas.

Su último libro, La cultura del volcán -coeditado por el Parque Nacional de Timanfaya y Ediciones Remotas- se presentó el pasado viernes 8 de noviembre en el Centro de Interpretación de Mancha Blanca. La portada, protagonizada por un hombre que camina por el volcán, transmite el objetivo de la publicación: “humanizar el mar de lava”.

En el siglo XVIII, la gente debió de atravesar cuatro estados: curiosidad, observación, estudio del medio natural y adaptación. Entre 1730 y 1736 el proceso eruptivo afectó a una cuarta parte de la isla. El libro de fábrica de la iglesia parroquial de Teguise -que se encuentra en el Museo Canario y “debería ser devuelto a Lanzarote”- relata cómo la vecindad intentó salvar el grano almacenado.

Se convive con la erupción hasta el punto de que los niños la incluyen en sus juegos, “haciendo casitas para ver cómo las tapa la lava”. En 1733, la vecindad de Yuco “descubre que las arenas del volcán aumentan la productividad agrícola”. Más tarde  se hacen tres repartimientos de tierras que evidencian la desigualdad social que impera en la isla: la Audiencia Real tiene que intervenir para que la familia del mayor terrateniente de Lanzarote, Luis de Betancourt y Ayala, ceda tierras a una población que vive “muerta de hambre” y tirada por los caminos.

La gente prefiere construir en el lajial que en la arena, área agrícola muy productiva. En la lava, donde aparentemente no hay nada, construyen chozas, refugios y gambuesas para apañar el ganado. Recolectan sal en la nueva costa creada por el volcán y usan los hornos naturales alimentados con el calor del subsuelo. Descubren chabocos y plantan frutales. En el Parque Nacional de Timanfaya hay alrededor de mil higueras y diez variedades de higo.

A De León le interesa especialmente el conocimiento popular, el que tenían los camelleros que guiaban a los científicos que visitaban la isla, interpretando el paisaje. Así nació un turismo asociado a la cultura del volcán. “Es importante que no perdamos la memoria histórica y tengamos conciencia de riesgo volcánico”, concluyó.

La artesanía del junco “revolucionó” la actividad agrícola

Estanislao Camacho Montero, el último artesano del junco en las lindes del parque nacional, transmitió su conocimiento a las personas interesadas en recuperar los usos tradicionales de la fibra vegetal, entre ellas el investigador Julián Rodríguez.

Gracias a su trabajo sabemos que antaño la recolección era en verano, pero ahora la planta madura cada vez más tarde y hay que esperar al otoño. Una vez recogido, debe permanecer un mes al sol sin coger humedad.

En el norte de Lanzarote se trabaja con la hoja y en el sur, con el tallo de la flor. El junco se maja, se seca y se humedece para hacer la tomiza (cuerda). Hay “infinitas posibilidades” de confección con los materiales que tenemos “a nuestro alcance”, como el balango (avena silvestre), el junco o la hoja de palma.

Con esta artesanía se manufacturaron útiles como las sarandas que permitieron limpiar la enorme cantidad de grano que producía la isla. Fue revolucionaria para la economía insular. Hoy, la fabricación de cribos, cestas, costureros o coladores con fibras vegetales se encuentra “al borde de la desaparición”.

elperiodicodelanzarote.com