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Antes campeones que policías

Equipo juvenil de lucha canaria de Tías de los años 80.

     El periodismo de proximidad también existe.

Se llama periodismo local, pero como está de moda el término “proximidad” como referencia de calidad, me lo apunto encantado. No solo es importante que las papas, lo chícharos, las batatas, el vino, la artesanía y hasta los huevos sean de aquí. También es muy importante que los trabajadores sean de aquí, que los policías sean de aquí. O mejor dicho, que sean los de aquí. Que si tenemos un trabajador cualificado aquí no estemos buscando fuera. Eso no significa que si no tenemos, los vayamos a buscar fuera con gusto. Si quieres hacer un caldo de pescado es imprescindible un pescado, por ejemplo. Lo lógico es que si no tenemos, lo vayamos a buscar hasta el fondo del mar, si es preciso. Pero si lo tenemos, y es bueno, para qué vamos a estar mojándonos. Con todo debería ser igual. Pero no por xenofobia o por chovinismo. Por sentido común. Mientras mayores capacidades tenga nuestra gente y mayor sea la integración, mayores niveles de calidad de vida, solidaridad y bienestar tendremos a nuestro alrededor. Seremos más felices.

Esa misma regla aplico al periodismo y  a todo. Precisamente ahora cuando la Guardia Civil, un prestigioso cuerpo de las Fuerzas de Seguridad del Estado dependiente del Gobierno Central, le ha tenido que sacar las castañas del fuego a la Policía Local de Tías en el carnaval de Puerto del Carmen porque sus jefes políticos, alcalde y concejal, parecen estar viviendo en la luna, aunque son dos personas nacidas y criadas en el mismo municipio. Lo que está pasando en la policía local de Tía sí tiene nombre: se llama desorganización.

El peor virus que puede haber en un equipo, entre los uniformados, es la sensación de que no hay dirección o que la que hay no sabe ni contesta a la realidad municipal existente. El creerse que la mentira, la ocultación de los hechos, aunque sean robos, y el abuso de poder son suficientes para imponer un éxito es no saber nada. Eso simplemente es  echar de menos tiempos pretéritos y olvidar que la mejor manera de incentivar al personal es la empatía. Sentarse con ellos, hablar y volver hablar hasta que ambas partes se entiendan, vean las limitaciones de unos y otros y alcancen un acuerdo. Lo otro: firmar un decreto a la prisa para irse a los carnavales de La Palma volando es, además de una irresponsabilidad, una muestra de soberbia, ignorancia y arbitrariedad que va muy bien con los gobiernos más retrógrados.

En el periodismo local, como en la policía local, la política local o el comercio local se juega con la ventaja de que se conoce el hábitat y a los actores desde pequeño y se mantiene también una responsabilidad social que fluye por el respeto que se merecen. Eso nos da cierta ventaja a la hora de informar sobre ciertas cosas, sobre ciertos fenómenos, los conocemos de raíz. Y esa es mi principal preocupación con la policía local de Tías. Conozco su historial de éxitos, el esfuerzo que ha significado para todos ellos hacer de la policía su vida. De exponerse a riesgos inciertos, de aprender a disciplinarse para afrontar servicios a deshora y jefes tocapelotas, para aceptar la jerarquía marcada por los galones y por los resultados electorales. Pero, sobre todo, para trasmitir confianza y seguridad a sus vecinos, a la gente con la que se han criado y con la que comparten espacios públicos y ratos de ocio, velatorios, bautizos y fiestas populares. No es fácil para ellos tener que notificar desventuras a los vecinos, ni detener al que incumple la ley o multar al que se excede con su coche o con la bebida o drogas. Por eso entienden también que los periodistas tengamos que cumplir nuestra función. La de denunciar los abusos, la de exigir que se cumplan los servicios y la de poner en tela de juicio horarios, turnos, horas extras y caprichos de oficiales y políticos. Todos somos del municipio, y todos tenemos que cumplir con nuestra obligación de acuerdo con nuestras responsabilidades. Como lo hacíamos cuando éramos un equipo de lucha, un equipo juvenil que fue capaz de quedarse campeón insular.

Cuando miro al actual oficial jefe de la Policía Local de Tías, Antonio Rodríguez, siempre pienso en aquel joven brioso que saltaba al terrero a darlo todo o que cogía el trofeo de campeón con una emoción inenarrable. Junto a su hermano gemelo, también policía local, Pedro Nolasco, eran los luchadores más aplaudidos de nuestro equipo. Eran pequeños, atrevidos, valientes, ambiciosos y sabían luchar con destreza. Y eso se lleva impregnado para toda la vida. Antes de que salieran los gemelos al terrero, ya habían saltado Gregorio Aparicio, Maximino Umpiérrez,  y José Miguel Morín, también ahora policías de Tías. Y para definir arriba, estábamos los tres más alto del equipo, con Nando Marrero (un luchador espectacular, clave en la conquista del campeonato)  y Pedro José Cañada (un fortachón) metidos también en la policía. De aquel equipo, de mi equipo juvenil, salieron siete policías, los siete en activo actualmente. Por eso, sobre todo, veo a la policía local de Tías como algo entrañable, digno de ser respetado. Sé quiénes son, qué hacen y cómo se crecen ante la adversidad. Son verdaderos campeones. Y me apena que unos políticos intenten enfrentarlos con malas mañas, poniendo a unos frente a otros, con pasividad, rehuyendo la brega y con absoluta falta de deportividad, abusando de una posición en la que no solo les roban el agarre sino que les quieren quitar su dignidad. Ellos no saben de nobleza, de lucha canaria, de esfuerzo y compromiso para defender unos colores, una tradición. Los policías, sí. Llevan toda la vida demostrándolo.

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