¿Juveniles o la “NBA” de la lucha canaria?
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Desde los años 80 del siglo pasado, cuando emergió con fuerza la organización de la lucha canaria a través de la recién creada Federación de Lucha Canaria y sus seis satélites insulares, los aficionados y estudiosos de este deporte ancestral canario soñamos con una liga regional donde estuviera lo mejor de nuestro deporte, luchadores y técnicas. En aquellos momentos, había grandes luchadores en casi todas las islas, con una vocación casi irrefrenable por llevar al contrario a la arena. A pesar de todo, el inicio de esta fase organizativa no estuvo libre de polémicas y enfrentamientos baldíos. Tampoco faltaron las broncas asambleas a cara de perro donde la unificación de un montón de cosas conllevaba sacrificios de unos y otros: el Reglamento Unificado es una herencia de aquellos encuentros y desencuentros. Hoy parecería absurdo no tener el mismo reglamento en Lanzarote y en Tenerife. Pero no siempre fue así. Ni tan siquiera las sillas se sacaban igual: en la provincia occidental eran dos y los luchadores se enfrentaban de forma consecutiva hasta quedar eliminados. En la oriental, eran tres sillas y el sistema alterno, como ahora. Fue una victoria que tardó en cuajar y necesitó de un Antonio Cano exhausto en el pabellón de Miraflores, en La Palma, para ablandar corazones. En esa luchada, como en tantas otras, estuve presente.
Se consiguieron muchas cosas. Muchas. Otras se quedaron en el tintero. Como esa “NBA” de la lucha canaria que soñábamos y que creíamos que se iba a dar de un día para otro. Cuarenta años después, seguimos sin la “NBA”, aunque disfrutamos de dos competiciones regionales, la de Primera y Segunda, que tienen sus cositas pero que están muy lejos de ser “NBA” de nada. Luchadores envejecidos y embrutecidos técnicamente, hastío a la hora de pegar, amonestaciones y más amonestaciones, pasividades continuas, separadas incontables, puntales situados en su zona de confort, bien remunerados, poco sacrificados y nada comprometidos con el aficionado (hay excepciones, pero no basta) echan por tierra ese sueño de asistir a un espectáculo que sea atractivo dentro y fuera de nuestras fronteras insulares, más allá de los típicos aficionados que consumimos cualquier cosa porque somos adictos a este deporte desde pequeños.
No pierdo la esperanza de que cada vez haya mejores organizadores en nuestro deporte vernáculo. Gente con capacidad para ver más allá de la retahíla de luchadas semanales, frías en la gradas y poco creativas en el centro del terrero. Vivo con la ilusión de no abandonar este mundo sin ver como se crea un “semillero de técnicas” donde donen todos esos maestros que fueron de la lucha canaria que todavía están entre nosotros. Vivo pensando que habrá un centro especializado en tecnificación de lucha canaria y formación de monitores al más alto nivel deportivo y luchístico. Que los clubes dejen de ser grupúsculos de dos o tres sacrificados directivos para convertirse en centros referentes de los municipios donde se participa de forma mayoritaria y democráticamente. Son instrumentos esenciales para que pueda aparecer esa “NBA” con la que soñamos. Unida a una TV poderosa que expanda la señal entre los canarios y por el mundo. Y, en ese sentido, los profesionales de “Terrero y Gloria” pueden ser una buena avanzadilla. Pero un buen horno necesita una buena carne para hacer un buen asado.
Y aunque llevo más de cuarenta años esperando que el milagro se produzca, no pierdo la esperanza. Cada equis tiempo, me vuelvo a ilusionar. Y pienso que todavía es posible. Por nuestros muertos canarios, prehispánicos y recientes, les juro que así es. Y ayer me volvió a pasar. Viendo la televisión. Disfrutando de una final reñida entre las selecciones juveniles de Gran Canaria y Tenerife en la 40º edición del Trofeo Pancho Camurria, del que presencié “in situ” sus inicios en 1985 en Santa Cruz de Tenerife.
Me maravillaron esos chicos. Todos. Los de Tenerife y también los de Gran Canaria. Los negros y los blancos. Los altos y los bajos, los gordos y los flacos. Todos. Vi técnicas practicadas con intención de campeón, ejecutadas en el momento procesal oportuno, defendidas o contreadas con valentía. Son deportistas, jóvenes con ganas de triunfar. Que lloran sin desconsuelo sus derrotas, que disfrutan sus éxitos. Son lo que necesita este deporte para revivir. Madres en las gradas emocionadas, padres animando a sus hijos, canarios encantados de que esos héroes nuestros nos recreen las técnicas de nuestros antepasados con tanta seriedad, rigor y entrega. Esa es la respuesta que estábamos esperando.
Es la oportunidad de volver a soñar con esa “NBA”. De apostar por una liga regional de selecciones insulares absolutas donde el centro de gravedad sean jóvenes entre 18 y 25 años, perfectamente preparados para desarrollar técnicas de lucha canaria. Con un perfecto estudio de sus posibilidades, de su flexibilidad, de su potencial físico y evitar que los engorden o martiricen en los gimnasios sin sentido, perdiendo su natural elasticidad, imprescindible para la adecuada ejecución de muchas técnicas. Un toque por dentro, una agachadilla, un desvío, un traspiés, un ganchillo no necesita horas insufribles de pesos y poleas. Basta con ejercitarse en los entrenamientos, basta con aprender a sincronizarse con el contrario y leer sus próximos movimientos a través del contacto de sus cuerpos. Y una preparación física adecuada.
No sé si les he dicho que me gustó la final juvenil. Y esta vez sí que ganó la lucha canaria. Ahora depende de todos que esas victorias no queden en meras anécdotas y sirvan de acicate para conseguir nuestras metas. Para eso es necesario dejar las celebraciones, y volver al terrero dispuestos a llevar lucha canaria donde se merece. Al corazón de todos los canarios. Los juveniles ya nos han dicho como hacerlo.