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Más trabajar, menos especular

En los países con más tradición democrática y ética política, los hombres y mujeres públicos son los primeros en dar ejemplo a la población. Saben que sus pautas de comportamiento tienden a convertirse en referencia para su población, que entiende que aquello que hacen sus líderes no puede estar mal o, como mínimo, no se les va a censurar, si no se les censura a ellos. Por eso, los políticos de esos lugares toman decisiones que no entendibles en otros países en los que los gobernantes no sólo no son respetados sino que reciben con frecuencia las críticas más aceradas por parte de la población. En España y, por ende, en Canarias, se está en una posición intermedia que se escora para un lado o para otro por momentos.

Por todo ello, en la situación actual de Lanzarote, donde los enfrentamientos políticos no tienen más trasfondo que su propia incapacidad para solventar los problemas y su total interés en permanecer en la vida pública y en el cargo eternamente, debería, como mínimo, respetar los protocolos más elementales. Lejos de progresarse en ese sentido, con lo que llaman la nueva política, la cosa ha ido a peor. Pongamos por caso la última batalla protagonizada en el Cabildo para conquistar el gobierno o para mantenerse en el mismo.

Sin entrar en los detalles de la contienda y quiénes estaban dónde, lo que más sorprende es que superada la crisis, pérdida o ganada la batalla crucial, dependiendo del bando en el que se haya militado en la escaramuza, no se abandonen las armas y empiece  cada uno a trabajar, desde donde está, en beneficio de esta isla, que les paga unos suculentos sueldos a casi todos por hacer casi nada. No es de recibo que sigan dándole vueltas a lo que pudo ser, criminalizando el comportamiento de todo un partido frente a la alabanzas de un solo militante, simplemente porque este había sido captado para la causa y la organización prefirió volver al gobierno salvada la ofensa y la vicepresidencia. En eso, hay que reconocerlo, eran más honestos los de la vieja política: se maniobraba de noche y de día, pero cuando la báscula se paraba, se aceptaba el peso y no se intentaba convertir en una veleta a la persona pretendida. Por mucho que se quiera derribar un gobierno, acabar políticamente con una persona, hay que respetar la esencia de la política y el sentido común. No se puede forzar un partido, con maquiavélicas presiones a que diga dentro dos días algo distinto a lo que dijo hace dos semanas. Por mucho interés y desespero que haya en algunos partidos opositores y ciertos cenáculos.

Dejemos ya que el entuerto lo desenmarañe el electorado en mayo de 2019. Apenas queda un año. Y no estaría de más que cada uno se dedicara al trabajo asignado: unos a gobernar y a ejecutar obras y servicios y otros a fiscalizar esa gestión, priorizando el interés general y la ejecución de las mismas. En lo otro, el interés de cada uno, no estaría de más que se tomara de ejemplo al resto de la población y lo afrontaran con sus propios recursos, fuera de la jornada laboral y sin entorpecer la función para la que se les eligió y se les paga. Eso es lo que se suele hacer en los países democráticos. Que así sea.

   

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