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La reconstrucción necesita de todos

Escolares en una manifestación a favor de la lucha contra el cambio climático. Foto de archivo.

Las comparecencias tanto del presidente de España, Pedro Sánchez, como del canario, Ángel Víctor Torres, este fin de semana, permitieron conocer la posibilidad de que la Comunidad Autónoma de Canarias, junto con Andalucía, Murcia, Navarra y Baleares, además de las ciudades autónomas Ceuta y Melilla, pudiera dejar el confinamiento antes que el resto del territorio del Estado, en una desescalada progresiva y asimétrica. Parece que ya se ve luz al final del túnel. Lo decimos con todas las reservas y animando a que se tomen las decisiones con todas las garantías y seguridad para que la salida de la pandemia sea definitiva, sin retrocesos indeseados.

Ante esta nueva situación, hay que prepararse para afrontar el día después. Y hacerlo de la mejor manera, de la forma más solidaria e inteligente. Donde se aprovechen las sinergias necesarias para que las torpezas y desconfianzas no minen el resurgir económico de nuestra isla dentro de un escenario social, económico y político nacional y mundial enrarecido por la inyección de pobreza ocasionada por la pandemia, por el coronavirus SARS Cov2 y la enfermedad que genera en el humano, la Covid19, con su enorme capacidad de contagio y la nada despreciable mortalidad.

La isla, como todo el Estado, y parte del Mundo, está paralizada. Más parada, si cabe, porque la enorme dependencia del turismo, con los hoteles y la hostelería cerrados, agrava la salida, ralentizándola hasta que los clientes, ciudadanos de países de Europa, mayoritariamente,  pueden salir de sus ciudades y llegar a nuestras islas. Y, para ello, es necesario superar la pandemia allí y aquí. Pero también que reaccione a tiempo el músculo de la conectividad y, sobre todo, que el visitante no pierda capacidad de gasto e ilusión por viajar en unos momentos económicos complicados. Hace falta que nosotros estemos preparados para acogerlos y parece que no será difícil, superada la pandemia, para ello. Pero hace falta que tengan renta disponible para gastar en viajes, para venir y consumir como lo hacían hasta ahora, para que parte de ese dinero irrigue la economía local de múltiples maneras.

No van a ser fáciles los primeros días, ni los primeros meses. Se necesita una importante ayuda pública para mantener activa la industria en la medida de las necesidades y a los trabajadores y familias protegidos para que no cunda la pobreza, ni el desánimo, ni se agrave la brecha social entre quienes pueden y los que no tienen. Para ello, es necesario que la clase política dé un ejemplo de seriedad y honestidad y anteponga lo público a sus propios intereses, aquellos que se escapan de sus derechos, como representantes de un pueblo en peligro, para instalarse en una posición de privilegio a costa del sufrimiento de su gente.

Esta guerra hay que ganarla. Y los políticos son esenciales para amortiguar el golpe y empujar para salir todos juntos. Pero para ello es necesario que los políticos se sumen sin ambages. En estos momentos, algunos temerosos gobernantes recuerdan que Winston Churchill ganó la Segunda Guerra Mundial, como primer ministro británico, y perdió las elecciones. Y es verdad, pero solo un torpe o un insolidario cambiarían el papel jugado en la historia por el conservador Churchill  por el del ¿quién fue el que le ganó, se acuerda alguien de él? laboralista Clement Attlee que, por cierto, en 1951 perdió el puesto ante el propio Churchill. Nadie recuerda a Clement y todos a citan a Churchill, que perdió las elecciones el mismo año que gano la guerra, en 1945, y lo recuperó seis años más tarde. Esto puede asustar a los políticos que aspiran a ser profesionales a sueldo vitalicios pero a los que aspiran a tener una oportunidad histórica para ayudar a su pueblo a salir de una situación enormemente difícil. Y ésta, sin duda, lo es. Estamos ante un reto histórico de enorme envergadura. Una de esas circunstancias en las que hay que confiar en los mejores y no solo en nuestros amigos, compañeros y palmeros. En ello, nos va nuestro futuro y el de nuestros hijos.

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