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La retórica del ninguneo

Cualquier persona que haya conocido a María Dolores Corujo, aunque ya fuera después de que dejara de ser Loli a secas, coincide en destacar que es una persona inteligente y con reconocibles capacidades. Por eso, no me extraña, cuando me dicen desde su círculo más cercano que empieza a mirar de reojo algunos comportamientos de su “amiguito del alma” convertido ahora, por su gracia, en jefe de gabinete de Presidencia del propio Cabildo de Lanzarote. Le nombró por su infinito agradecimiento por “lo que ha hecho con ella y por ella”, sin tener en cuenta que estaba imputado por presuntos delitos cometidos en un ente de ese mismo Cabildo, en la única oportunidad que había tenido para gobernar.

 Tampoco tuvo en cuenta que estuviera apartado del partido, por esas cuestiones éticas. Y, en este aspecto, podría tener sentido ya que si, siendo secretaria general y, por tanto, veladora de los estatutos del partido, se saltaba “el cordón sanitario” para recibir de forma secreta, o por lo menos negada públicamente, las enseñas del buen ¿maestro?, no tenía demasiado sentido aludir a esas cuestiones para sacarlo del ostracismo y colocarlo en el vórtice del huracán político insular.  Pero ahora las dudas son otras. Una cosa es que te asesoren en qué debes de decir y otra muy distinta es tener en tu retaguardia, con plenos poderes, a alguien así mientras tú te dedicas a interminables actos protocolarios y larguísimas y repetidas sesiones fotográficas.

A Luis Morales, un político nacionalista que fue concejal en el Ayuntamiento de Arrecife, le gustaba decir, parafraseando, posiblemente, a un tercero más ilustre,  que “al pájaro se le conocía por la cagada (pueden usar deposición, o dar de vientre, en caso de que estén leyendo mientras desayunan)”. Y no le falta razón. Y, en este cabildo socialista y derechoso, o derechoso y socialista, claramente bipolar,  la plasta, la deposición  o la cosa esa apareció demasiado pronto y el pájaro demasiado cerca como para tener dudas de la autoría.

Apenas aterrizada en la Presidencia, nada más firmar el pacto con su opuesta ideológica, pero gran amiga, la popular Astrid Pérez, nombró a su jefe de gabinete, creyendo que la provocación era más un estímulo para su gente que un peligro para sí misma. Y, acto seguido, sin epidural ni vaselina, ni siquiera calzador, intentaron auxiliar a la alcaldesa de Arrecife, su socia, con el problemita de las fiestas de San Ginés metiéndole un convenio con más trampas que un laberinto en una ciénaga.  Nada más llegar, lo que la presidenta publicitaba como el gobierno de la dignidad, de la transparencia y  de los mejores quedó completamente enfangado porque la señora amiga alcaldesa identificó rápidamente “la cagada” porque ya conocía al pájaro de deposiciones anteriores. La amiga Astrid, que no necesita que nadie le haga su trabajo ni le diga lo que tiene que hacer, primero se mandó a mudar a La Graciosa y luego mandó a parar, con conversación a labio tendido con su amiga del “jajaja y del gintonic”  incluida. Astrid, que también sabe lo lista que es Dolores, marcó su territorio desde el minuto uno. Y por eso hemos sabido de qué va esta historia. Por eso se armó el escándalo  y, por eso, se aceptó el cese de Nova María Kirkpatrick  y, por eso, se saben las cantidades desorbitantes que se pagaron por los conciertos y las otras que no saben cómo pagar por luz y sonido  y, por eso, están donde están en este momento.

Podemos gana peso en el debate político del Cabildo, con intervenciones bien preparadas y medidas. Los enfrentamientos de CC y PSOE, hacen que las intervenciones de los consejeros de Podemos ganen protagonismo por su oposición firme pero sin estridencias.

El PSOE del Cabildo y el Ayuntamiento de Arrecife parece que está tan cogido con el dichoso convenio, que no son capaces de explicar nada. Las preguntas claras, directas y argumentadas de la oposición y muy especialmente de los consejeros de Podemos Myriam Barros y Jorge Peñas no recibieron por respuesta más que una retahíla de buenas palabras, ajenas a ellas, del portavoz de Carlos Espino en el pleno, el bueno de Marcos Bergaz, que utiliza todas su altas capacidades para hacer el papelón de decir lo que le dicen que diga sin reventar de incoherencia. El mismo que noquea al alcalde de Teguise  exigiéndole transparencia y buena gestión hace un “Pepe Juan” ( Dícese del orador que, imitando la fórmula del alcalde de Tías, responde con una interminable exposición del tema dejando solo por fuera el contenido solicitado. Verbi gratia: ¿Me puede decir su edad? Me llamo Pepito, soy de Mácher y alcalde de Tías, vamos a poner dos farolas y asfaltar una calle,  y me voy para Las Palmas, bla, bla, bla…), donde cuenta el procedimiento administrativo de “pe a pa”, mostrando papeles incluso, pero no dice ni pío de lo que se le pregunta. Se parece tanto a la fórmula de Pepe Juan, que me temo que le pase a Marcos como a este, que desde que lo cogió por banda, no hablaba sin que Espino le preparara el papelito, convirtiéndose en el ejemplo más avanzado de la ventriloquía política, y dejando atrás todo lo que defendía con anterioridad.

Marcos Bergaz, como portavoz del PSOE, aportó mucha escenografía pero pocos datos. Las consignas del partido para airear lo menos posible el asunto dejan vendido al locuaz socialista.

La posición firme pero serena de Podemos noquea al PSOE. Que las preguntas al haga Jorge o Myriam les daña el flanco izquierdo, les quita la muleta ideológica y los deja, inseguros, sobre un pie y hablando solos. Contra ellos, no pueden usar sus manidas salidas de toque  del “tú más” con las que bombardean a Pedro San Ginés y toda su Coalición Canaria. Y cuando no  hay qué echarles en cara, ni respuestas a las preguntas, la sospecha se acrecienta hasta límites insospechados. Y en esas estamos en el Cabildo, en la retórica del ninguneo, gracias a esa estrategia de hacer descansar la confianza en las buenas prácticas en alguien que ha sido cesada de forma fulminante y en otro que llega al cargo con una ristra de imputaciones por presuntos delitos relacionados con la corrupción en los CACT, los dos son los supervisores del convenio.  Me imagino que hubiese sido muy descabellado haberlo dejado en manos de dos funcionarios. Como el convenio no  se presta a malas interpretaciones ni hay dinero por medio, qué mejor que lo supervisen la misma persona que decide en qué gastarlos y su “incuestionable” compañero de partido. En fin, una cagada en toda regla. Y me temo que mancha.

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