Una política enrevesada para entrar en 2020
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
La política es una actividad cargada de un montón de componentes sociales y emociones personales. Por eso, puede deparar distintas situaciones y derivas. El comportamiento político no son series matemáticas o econométricas que permiten proyectar en el futuro unos resultados previsibles atendiendo al comportamiento pasado. Tanto es así, que, precisamente, por ese componente social y emocional se distorsionan los futuribles econométricos frente a los simplemente matemáticos, congelados en operaciones repetidas y exactas.
Me permito la licencia del párrafo anterior, para observar como posible aquellas cosas que los afiliados más ideologizados de los partidos entienden que son imposibles y que después se dan, para su sorpresa, desde que su candidato se ve en la necesidad de contar con los otros para mantenerse en el poder o conquistarlo. Y, la verdad, la situación política general, tanto la española como la local nos muestran en la actualidad ejemplos complejos, de difícil entendimiento para aquellos que creen en sus partidos o consideran que la política es el arte de facilitar unas mejores condiciones de convivencia y vida a los ciudadanos y se olvidan de la rama más personal e intrínseca que pertenece a las retóricas del poder y a los egos megalómanos de unos políticos y a las ambiciones personas y dinerarias de otros, que entienden el ejercicio público como una oportunidad para enriquecerse. Nada nuevo bajo el sol, pero, a veces, como si fuera un designio maléfico o una causa no estudiada del cambio climático, el hambre y las ganas de comer se juntan para darnos un bodegón de pictórica concepción pero de difícil digestión.
Si exceptuamos al coro de acompañamiento, que responde al estímulo del cargo público recibido, de la subvención pactada, del contrato publicitario estipulado, de la mejora de televisión prometida y demás prebendas, ningún socialista da pábulo a la estrategia que está desarrollando el PSOE en Lanzarote para consolidar su poder recién conquistado en el Cabildo. Lo mismo se podría decir del PP que, además, da la imagen de verse atrapado en un juego giratorio donde la manivela parece que está en manos de los que se llaman socialistas, y ya empiezan a sentir mareos y temer que lo mismo salen despedidos o triturados por las altas exigencias e inexplicables actuaciones de unos socios que no tienen límites ni principios más allá de garantizarse el poder para actuar con absoluta impunidad. Presumen, incluso, de ser inmunes a querellas de cualquier tipo, ya sean sociales o criminales.
Ningún afiliado socialista (exceptuados los enumerados en el párrafo anterior) creyeron que antes de que llegara el 2020, la misma compañera secretaria general que a finales de 2018 justificó su ausencia en la bodega La Florida, en la boda de la presidenta del PP insular, diciendo que sus afiliados no entenderían que ella estuviera en un bodorrio popular, llena de peperos por todos lados, acabara declarando como amiga del alma a Astrid Pérez, cuando tocó pactar para no perder la Presidencia del Cabildo que acababa de ganar por una exigua diferencia de 168 votos. Entonces María Dolores no dudó en olvidarse de sus tics de izquierda, de sus críticas al PP manchado de petróleo hasta las orejas y de sus comportamientos insolidarios cuando la pepera mayor de la isla fue la diana “de vergonzantes y machistas” ataques y ella se mantuvo al margen porque ser del PP resta para defenderse a una mujer. Y se produjo el pacto. Y ahora, en Lanzarote, gobierna el PSOE y el PP en comandita, como si fueran la misma cosa. Y quiénes les critican, resumen ellos, o son unos fracasados o unos nacionalistas, o las dos cosas al mismo tiempo, que no son incompatibles.
Pero ya puestos, si unen la izquierda y la derecha, sin dar a conocer siquiera acuerdo programático alguno y llenando las corporaciones de asesores que, en su mayoría, lo único que atesoran es ser miembros de los clubes de fans de las susodichas, para qué pararse ante nada. Y, claro, no se paran. Entonces así se justifica que un gobierno tan antinatural, y tan propio de aquellos años en los que el PIL y el PSOE se olvidaron de sus diferencias y acabaron unidos gobernando el Cabildo y el Ayuntamiento de Arrecife durante largos años con los resultados ya conocidos, atraiga, incluso, a nuevos políticos que decían que venían a regenerar la vida política que dejó el pacto de más de una década del PILPSOE. Ya se decía en aquellos tiempos que la ideología era lo de menos, que lo importante era gobernar. Ahora dicen que los programas del PP y del PSOE son iguales en un 80%. Cosa más parecida, cristiano.
En esta operación, ha desaparecido también Somos Lanzarote, y Paula Corujo ha sido puesta de consejera no electa del Cabildo, a la diestra de su criticada vecina de San Bartolomé, con la que se pensaba que sólo compartía apellido. También se ha sumado ciudadano Benjamín Perdomo, con ¿mando? y plaza en los CACT y muchos de los que iban de independientes han encontrado echadero en el Cabildo o cargo en el Gobierno de Canarias. Parecía que con estos movimientos ideados en el seno del PSOE, y que basculan en los sectores que le apoyan, serían suficientes para empezar a gestionar lo público y acabar con el sumando de voluntades. Pero no, faltaba el doctor Sosa.
La adquisición de Juan Manuel Sosa en el mercado de invierno de fichajes es la prueba definitiva de que no hay límites de ningún tipo y que la única exigencia es que estén dispuestos a consolidar el poder del PSOE, aunque ello vaya en detrimento del principal socio, que se mantiene, que es necesario, pero que ya no es imprescindible para sobrevivir en el gobierno. Quien juega a pirómano no necesita bomberos. En un escenario maquiavélico, la aparición del doctor Sosa es maravillosa. No solo da más poder sino que se le arranca de las entrañas al enemigo. No solo debilita al socio sino que humilla al enemigo, que confió en aquella pieza rota, como salvavidas, aunque ya hubiese dejado CC en los tiempos de David de la Hoz como presidente porque no colmaron sus aspiraciones, después de haber estado vegetando en el Área de Salud de Lanzarote, como director, por decisión de ese partido. Que Pedro San Ginés confiara en él, a sabiendas de que salió en el 2014 corriendo de CC para buscar lista electoral en el PP, primero, en la Agrupación de Arrecife del PSOE, que casi se le cae la cara de vergüenza a Víctor San Ginés cuando le vio entrar y salir, después, y acabar finalmente enganchado a Nueva Canarias, gracias al inocente Armando Santana, que creyó encontrar al Mesías.
Pero que Pedro San Ginés confiara en él, cuando sabe mejor que nadie lo que le dio para que entrara en su grupo de gobierno, justifica ese regusto que disfrutan ahora sus adversarios. Que Pedro San Ginés pensara en aquel que acababa de abandonar Nueva Canarias a la carrera, sin importarle ni partido, ni compañeros, ni fidelidades y se incorpora a su grupo con tanta pasión, solo demuestra la ingenuidad de un hombre que vive ajeno a la realidad que le circunda. Es verdad que Pedro siempre creyó que el ganaría las elecciones, y apostó a eso, y que en esas circunstancias, no habría problemas con Sosa. Pero se equivocó, no ganó las elecciones, y Sosa no soporta el frío de la oposición, que las pieles en la edad de la jubilación se vuelven finas y necesitan de mucha crema. Y, como se equivocó, tendrá que irse. ¿Adónde? Al único sitio donde todavía gobierna una CC de su confianza. Exacto, a su casa. Han sido veinte años de consejero, y casi diez de presidente. Pudieron haber sido más de ambos, pero a estas alturas me parece que urge dejar de ser de los dos. Las gracias, no me las dé a mí, se las merece Sosa. Y dicen los socialistas que lo incorporan al gobierno de consejero de Sanidad por la situación que pasa la sanidad en la isla. Se les olvida que el Cabildo no tiene competencias en Sanidad, ni tan siquiera tiene ya el Hospital Insular. Y que quien sí las tiene, el Gobierno de Canarias y el SCS están en manos del PSOE. Pero no importa, la sanidad que le interesa a Sosa queda a salvo desde que lo liberen. Y esa sanidad también le debería preocupar a CC, que ya está bien del jueguito de las monedas.
Me gustaría pensar que con estos mimbres, el PSOE, que es el que manda en todos estos trapicheos, construirá un Lanzarote mejor, un Lanzarote más solidario, más cohesionado y con personas más felices. Que 2020 será el principio de una nueva política. Pero, me temo, que quienes abandonan los principios de los que representan por el camino, no pretenden la felicidad de estos sino la suya propia. Y, la verdad, se les ve muy felices. Casi puedo oír desde aquí las risas, la fiesta, el murmullo goloso del poder.