OBJETIVOS, NO MENTIRAS
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
He oído muchos comentarios y leído muchas noticias sobre la elección de Sanna Mirella Marin como primera ministra de Finlandia, el pasado día 10 de diciembre, convirtiéndose en la primera ministra más joven del mundo. Es verdad que llama la atención que una persona, mujer para más exigencias, con 34 años llegue a ese cargo. En cambio, en los ambientes políticos de este país, y, por ende, de esta isla, poco se ha hablado de la razón que llevó a Sanna directa a su puesto después de una crisis de gobierno. Como el ejemplo de mujer joven, que hace gobierno de mayoría femenina, está perfectamente difundido, prefiero recordar, cada vez que la circunstancia lo permite, qué llevó a la dimisión del anterior primer ministro finés.
El primer ministro de Finlandia, el socialdemócrata Antti Rinne, presentó su dimisión al presidente de la república, Sauli Niinistö. El Partido de Centro, una de las cinco formaciones que componen el gabinete de centroizquierda, le había retirado la confianza, dejando al gobierno en minoría frente a la oposición, por mentir. Sí, sí, claro que nos sorprende, pero fue así. Por mentir, por decir que no sabía nada de los reajustes laborales que se iban a hacer en la empresa pública de Correos. En Finlandia es una tradición política dimitir por mentir. ¡Qué tradiciones más bonitas! ¿Será por eso por lo que es uno de los países en donde su población es más feliz? Ahora, en invierno, en el norte polar que está, apenas hay unas horas de luz solar, acompañadas de un frío de espanto, y una soledad marcada por la nieve y el riguroso invierno. Pero son felices. Y tienen una mejor calidad de vida que nosotros, que estamos al sol todo el año, casi en mangas de camisa, y en contacto permanente con vecinos y demás. Pero ellos tienen igualdad de oportunidades, mínima corrupción y solidaridad a raudales.
Y, la verdad, que les entiendo. Aunque no les envidio las condiciones climáticas, sí casi todo lo demás. Conozco un poco la historia política finés, desde la independencia del Gran Ducado, de Rusia, aprovechando los primeros tiempos de la revolución Bolchevique, y es una prueba de que se puede construir un mundo mejor en las peores circunstancias, en los peores sitios y contra los enemigos más poderosos. Debe ser muy tranquilizador saber que tu propio Estado no te engaña cada vez que haces una transacción, o tus propias instituciones públicas, o tu propia gente. El saber que se puede confiar en alguien, en disponer de las mismas oportunidades para tu desarrollo personal y profesional que el vecino. Que sientas que las personas tenemos los mismos derechos y oportunidades garantizados.
Lanzarote, obviamente, no es Finlandia. Pertenece a un archipiélago, que tampoco es Finlandia, que forma parte del Estado español, que nada tiene que ver con Finlandia. Ni en el clima, ni en nada. Las oscuridades que sufren ellos en invierno, junto con su clima frío, no las tenemos. Las nuestras, nuestras oscuridades, las tenemos durante todo el año. Año tras año. Y no tienen nada que ver con el sol, el hemisferio y esas cosas. Tienen que ver con la desvergüenza, la ambición, el latrocinio, la insolidaridad y la mentira permanente. En España, política es sinónimo de mentir, se les enseña a mentir. Lo primero que descarta un político es la verdad. Aprenden una oratoria que les arrastra a la mentira como una forma de alcanzar un nivel superior. Quien dice la verdad de forma sencilla, explicando qué hizo y por qué lo hizo, es inmediatamente tachado de inconsciente por la partitocracia, que le envía unos días a agencia propia o cercana a que aprenda a mentir. O le pone un asesor permanentemente. Un mentiroso redomado que le obnubila con su capacidad para hacer creer que las cosas son exactamente como no son. Que el ser es algo arbitrario. Que no importa qué pasó, ni es necesario que pasara. Solo existe lo que somos capaces de imponer a la sociedad. Si es negro pero convencemos de que es blanco, ya es blanco. La química solo es un sucedáneo caro para la materia que la mentira sustituye con elocuente éxito en la política. En Lanzarote, en la política de aquí, esa creencia se ha instalado y se contagia sin restricción ideológica. Ya no hace falta saber gestionar, ni gestionar nada. Están queriendo demostrar que se pueden volver a ganar las elecciones sin hacer absolutamente nada. En las últimas ya lo intentaron, incluso, dejando caer los semáforos, el alumbrado público, los servicios sociales y renunciando a tomar cualquier decisión que escapara de sus propios sueldos, los de sus allegados y pagar la candela necesaria para amplificar en medios amigos que todo eso es cierto. O sea, la construcción de la gran mentira.
Los fineses son felices porque se mueven en un mundo que les da confianza y oportunidades. Y cuando alguien falla, por lo que sea, cae. No se vitorea. Simplemente cae y sube con toda normalidad una mujer, con una experiencia vital de dura exigencia, joven, que se ha esforzado y ha peleado con honestidad para estar donde ahora está. Que llega sabiendo qué tiene que hacer, aunque apenas tenga 34 años. Aquí, también hemos propiciado que lleguen las mujeres a cargos públicos. Hoy, afortunadamente, nadie se extraña de que sea una mujer la presidenta del Cabildo o la alcaldesa de Arrecife. Nadie pone el mínimo reparo, nadie cuestiona sus capacidades. Pero, desgraciadamente, siguen siendo “tan españolas” como los hombres. Son fieles a la tradición política que se ha instalado estos años en la isla. También en el resto de los restos de este estado español que nos invade. No, claro que no son finesas. Pero podrían ser otra cosa.
Las mujeres aspiraban a tener las mismas oportunidades que los hombres para acabar con el horrendo patriarcado. Decían que serían iguales cuando una mujer mediocre alcanzara los puestos que alcanzaban los hombres mediocres. Que a una mujer se le pedía que fuera perfecta para poder ocupar un cargo que desempeñaba cualquier macho bien relacionado, vicioso y corrupto. Y no les faltaba razón. Pero ahora tienen la oportunidad de hacer cosas distintas. De abandonar la asfixiante tradición política española, latina o/y conejera y cambiar las mentiras, la corrupción y la insolidaridad por todo lo contrario. Que aparquen la mentira y se pongan a trabajar para conseguir los objetivos. Que miren al norte, que miren, y nos lleven en volandas a ser felices. Nos les pido el cielo. Me basta solo con sinceridad, honestidad y trabajo.