Servicios insularizados, una isla más equilibrada
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
El alcalde de San Bartolomé, el socialista Alexis Tejera, adelantó ayer, en la presentación de su programa de mandato, que el Cabildo de Lanzarote va a insularizar el servicio de Atención Domiciliaria. La medida no solo me gusta sino que, además, podría convertirse, si están espabilados, en el eje central de la nueva política del Cabildo. Consiste en ver la isla como un todo, en ahorrar costes para conseguir unos mejores resultados, y en colocar los servicios sociales como el principal objetivo.
La estrategia no solo cuadraría con el gobierno insular que se califica de socialista (a medias) y se apellida PSOE en su parte más activa y tiene de consejero de Bienestar Social a un hombre muy capaz de liderar un proyecto ambicioso, sino que sería la manera más rápida de engarzar las políticas insulares con las regionales y nacionales, en manos también de gobiernos de izquierda. Se trata de priorizar las políticas sociales, y a eso tampoco puede oponerse la parte del gobierno que no es de izquierdas en el Cabildo. Aunque su oposición, tal como está la cosa últimamente, solo le traería problemas a ellos.
No sé si el hecho de insularizar la Atención Domiciliaria parte de la presidenta Dolores Corujo o del consejero (ni se los voy a preguntar porque, además de ser lo de menos, los dos coincidirían en decir que es cosa de Presidencia, aunque los dos tuvieran claro que se le pudo ocurrir a Marcos Bergaz), pero me parece el mayor acierto político de estos primeros meses y la única señal interpretable en clave política de este periodo de gobierno cabildicio.
Siempre lo he dicho: las dimensiones de esta isla, apenas 800 kilómetros cuadrados de superficie y 150.000 habitantes, la hacen plenamente abarcable desde el Cabildo. Además, con el potencial económico que tiene (la isla y también el Cabildo), y su aislamiento natural, se puede llegar al último vecino de la isla y conocer la realidad de todos. Pero no basta con conocer esa realidad, hace falta actuar para resolver los problemas. Hay que tener la sensibilidad social, el interés político y la capacidad de gestión suficientes para interactuar con honestidad con los ciudadanos, dando respuestas eficaces y no solo eslóganes electorales.
La insularización de los servicios es la mejor herramienta para evitar rigideces en el desarrollo insular equilibrado. No tiene sentido que, en una isla como Lanzarote, haya ciudadanos que tengan acceso o no a ciertos servicios dependiendo de si pertenecen a uno u otro municipio. Que en Mozaga, por ejemplo, donde parte del pueblo son vecinos de San Bartolomé y otros de Teguise tengan derecho a distintas cosas, a pesar de estar puerta con puerta. No tiene ningún sentido. Mucho menos todavía si tenemos en cuenta que el motor económico insular es el turismo, que usa a toda la isla, a Lanzarote, como referencia de destino.
A pesar del bandidaje que ha predominado en su gestión, nadie duda del acierto que significó la insularización del servicio de producción, distribución y comercialización del agua que, por fundamento jurídico, pertenece a la esfera municipal. ¿En qué situación hubiesen estado produciendo su propia agua municipios como Tinajo, Haría o San Bartolomé? Por difícil que se haga reconocerlo, por los efectos de la corrupción que ha impregnado la vida política insular en lo últimos años, no tenían capacidad alguna para solventar esas necesidades al margen de la insularización. También ha sido un acierto la creación, más reciente, de la red tributaria, que ya acoge en su seno a cinco de los siete municipios. Y sería también un paso positivo el concurso insular de la limpieza de los siete municipios, aunque se preservara una supervisión municipal para cada uno de ellos. Se ahorrarían muchos millones de euros y se podría contar con sistemas de limpieza más avanzados. Pero a esto todavía no se apuntan los alcaldes, que saben que es de las adjudicaciones más golosas, y donde está la concesión está la comisión.
El camino de la insularización no es nuevo. Ni en Lanzarote, como ya hemos visto, ni en Canarias. El ejemplo más llamativo lo vivió Tenerife en los años noventa con la definición de ambiciosos planes insulares de inversiones donde se metieron de lleno los 31 ayuntamientos con el Cabildo como brazo ejecutor. No importaba el color político si la cosa era trabajar por Tenerife. Y Tenerife es Santa Cruz, pero también Buenavista del Norte. Y así, de forma proporcionada, se ejecutaron obras y más obras por toda la isla y se llevaron servicios a todos los rincones. Es verdad que Tenerife no es Lanzarote. Pero todas las diferencias que se me ocurren son ventajas para Lanzarote, si exceptúo la ceguera y el enconamiento político. En todo lo demás, le ganamos de calle por aquello del ser perfectamente abarcable, que ya expliqué.
Ahora toca llevar servicios como la Atención Domiciliaria a todos los municipios. Que los necesitan igual los vecinos de Tinajo que los de Arrecife, los de Yaiza que los de Haría. Y otros servicios sociales, sin olvidarse de una mejora del transporte público, tanto insular como intramunicipal. Las apuestas por el cambio climático no pueden quedarse fuera de las decisiones diarias. Si no se convierten en un hábito, nunca serán determinantes.
El reto de Lanzarote hoy es tener unos servicios insulares sostenibles. Hemos tenido municipios con muchos servicios en una época determinada, que han sido incapaces de mantenerlos. Que eran resultado de ganchos electorales o de políticos descerebrados. Ahora, con el compromiso de ayuntamientos y Cabildo, dejando atrás los cuestionamientos absurdos de si aquel lo hizo mejor o peor, se puede trabajar en dar una vuelta de tuerca, en la fortaleza social de la isla. La propuesta está sobre la mesa. ¿Dónde están los políticos capaces?