Gloria, de la herida a la cicatriz
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Aunque he seguido desde el principio el “caso Gloria”, con igual entusiasmo que rabia, es la primera vez que tengo la oportunidad de saludarla personalmente.
Está sentada detrás de una mesa, con el pelo recogido, hablando con una entereza destacable de su amargura sufrida en estos años que califica como una persecución. Su cara transmite tranquilidad, pero también fortaleza y carácter, a pesar de que estaba acatarrada. En la barbilla, casi escondida, aparece una cicatriz, que dependiendo de sus gestos y movimientos me parece que se agranda o desaparece. Es el resultado de una herida producida por una mascota cuando ella era pequeña. Y me quiero imaginar aquella situación, mientras oigo a la sargento del Seprona Gloria Moreno responder a todas las preguntas de mis compañeros en la rueda de prensa.
Me imagino a la niña Gloria llorando, ensangrentada, pero abrazada a aquel perro. Cualquier niño o niña hubiera salido corriendo, llorando, lejos del perro, en busca de su madre. En cambio, en lugar de alejarse de los animales, de temerles de por vida por aquella experiencia, ha consagrado su vida a su defensa y a mostrar un amor y respeto infinito por ellos y sus derechos. Junto a la cicatriz, vestida de verde oliva o de paisana, como hoy, deja su huella inconfundible. Ahora, quien le ha mordido es la propia guardia civil, y está herida, pero sigue abrazada al cuerpo como si no pudiera separarse. Como si fuera aquella mascota, como si quisiera dejar su huella también.
Gloria Moreno ha tirado por tierra que la Guardia Civil sea cosa de hombres. Que haga falta gónadas especiales para afrontar situaciones difíciles. Basta con tener carácter. Con querer que las cosas se hagan como viene en los libros. En la Guardia Civil, “no” tiene que ser también “no”. Aunque no sepamos que parte del “no” dejan de entender en una jerarquía absolutista que embobece a las personas cada vez que baja un grado. Hay quienes defienden a los “Miguelitos” y los “Carlitos” frente a las Gloria, con G de guardia civil honesta, y tienen muchas razones para hacerlo, aunque ningún derecho. Y de eso va todo esto. De derechos y obligaciones. La sargento tenía la obligación de denunciar unos hechos presuntamente delictivos, con más razón si afectaban a un compañero obligado, como ella, a denunciar las ilegalidades y actuar de acuerdo con los leyes que les amparan y protegen como cuerpos de Seguridad de Estado. Gloria tiene todo el derecho a volver a su puesto de sargento del Seprona en Lanzarote. Y nada, ni nadie, le debe prohibir, después de su enérgica lucha, de sus contundentes resultados administrativos y judiciales, que vuelva al cuerpo, como una guardia civil ejemplar. Y quien se oponga, debe ser apartado. Y quien lo haga, debería ser sospechoso en un cuerpo, la Benemérita, que financia el pueblo español para que le defienda, no para constituir una casta de intocables.
El historial de la sargento del Seprona de Lanzarote, de estos últimos tres años, asusta. Exculpada de ocho expedientes disciplinarios abiertos por sus superiores. “No he dormido más de tres horas seguidas desde agosto de 2017”. “El Gobierno de Canarias no había incoado expediente. De 800 denuncias del Seprona y los veterinarios, simplemente se habían instruido cinco expedientes sancionadores” “No te puedes arrepentir. Es mi trabajo y es que lo voy a volver a hacer cada vez que alguien ponga en mi conocimiento cualquier delito cometido por un guardia civil”. Gloria sigue respondiendo, una a una, las preguntas de mis compañeros periodistas, negándose una y otra vez a dar marcha atrás, a abandonar el cuerpo, a renunciar a su destino en Lanzarote. Esperando a que se cierre de una vez su herida y cicatrice. Y pueda dedicar su tiempo a lo que realmente quiere, y tiene todo el derecho, a ser guardia civil. Y ahí sigue abrazada a su imaginario tricornio, desconfiando de todo, pero convencida de que la Guardia Civil no es sólo de hombres, cosa de gónadas, ni esencialmente una escalera de grados que se sube con mérito para pisotear los derechos de los que se van quedando en los escalones anteriores. Se trata de derechos. De defender derechos y cumplir sus obligaciones. Ella ya ha demostrado que ha cumplido con sus obligaciones fielmente. Ahora toca recuperar sus derechos, su trabajo, su uniforme, su pistola, su moto y su hoja de servicios para salvaguardar Lanzarote de furtivos y miguelitos y carlitos y jerarquías comprometidas con otras cosas.
Gloria ha superado su prueba. ¿La superará la Guardia Civil? ¿Servirá de algo que haya una mujer, por primera vez, como directora general de la Guardia Civil? Me gustaría que diera lo mismo que fuera hombre o mujer para preservar los derechos de los ciudadanos. Pero reconozco que me entristece más todavía que un gobierno progresista venda como un éxito el nombramiento de una mujer y que quede como una campaña de imagen solamente para que todo siga siendo exactamente igual. Eso ya no lo soportaría.